Domingo V

INVITATORIO

Para la primera celebración del día:
    V.
Señor, abre mis labios.
    R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

    A continuación se dice el salmo Invitatorio, con la antífona:
    Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la roca que nos salva. Aleluya. +

Para la segunda celebración del día
    V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
    R. Señor, date prisa en socorrerme.
         Gloria. Aleluya.


LECTURA - LAUDES - MEDIA - VÍSPERAS - COMPLETAS


Oficio de lectura


HIMNO

Primicias son del sol de su Palabra
las luces fulgurantes de este día;
despierte el corazón, que es Dios quien llama,
y su presencia es la que ilumina.

Jesús es el que viene y el que pasa
en Pascua permanente entre los hombres,
resuena en cada hermano su palabra,
revive en cada vida sus amores.

Abrid el corazón, es él quien llama
con voces apremiantes de ternura;
venid: habla, Señor, que tu palabra
es vida y salvación de quien la escucha.

El día del Señor, eterna Pascua,
que nuestro corazón inquieto espera,
en ágape de amor ya nos alcanza,
solemne memorial en toda fiesta.

Honor y gloria al Padre que nos ama,
y al Hijo que preside esta asamblea,
cenáculo de amor le sea el alma,
su Espíritu por siempre sea en ella. Amén.


SALMODIA

Ant.1:
El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.

Salmo 1
LOS DOS CAMINOS DEL HOMBRE

Felices los que,  poniendo su es-
peranza en la cruz, se sumergie-
ron en las aguas del bautismo.

Dichoso el hombre,
que no sigue el consejo de los impíos,
ni entra por la senda de los pecadores,
ni se sienta en la reunión de los cínicos;
sino que su gozo es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.

Será como un árbol
plantado al borde de la acequia:
da fruto a su tiempo
y no se marchitan sus hojas;
y cuanto emprende tiene buen fin.

No así los impíos, no así;
serán paja que arrebata el viento.
En el juicio los impíos no se levantarán,
ni los pecadores en la asamblea de los justos;
porque el Señor protege el camino de los justos,
pero el camino de los impíos acaba mal.

Ant.1: El árbol de la vida es tu cruz, oh Señor.


Ant. 2: Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.

Salmo 2
EL MESÍAS, REY VENCEDOR

Verdaderamente se aliaron contra
tu santo  siervo Jesús,  tu Ungido.
(Hch 4, 27)

¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos planean un fracaso?

Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
«Rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo.»

El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
«Yo mismo he establecido a mi Rey
en Sión, mi monte santo.»

Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho: «Tú eres mi Hijo:
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo: te daré en herencia las naciones,
en posesión los confines de la tierra:
los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza.»

Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando;
no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,
porque se inflama de pronto su ira.
¡Dichosos los que se refugian en él!

Ant. 2: Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo.


Ant. 3: Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.

Salmo 3
CONFIANZA EN MEDIO DE LA ANGUSTIA

Durmió el Señor el sueño de la
muerte y resucitó  del sepulcro
porque el Padre  fue su ayuda.
(S. Ireneo)

Señor, cuántos son mis enemigos,
cuántos se levantan contra mí;
cuántos dicen de mí:
«Ya no lo protege Dios.»

Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria,
tú mantienes alta mi cabeza.
Si grito invocando al Señor,
él me escucha desde su monte santo.

Puedo acostarme y dormir y despertar:
el Señor me sostiene.
No temeré al pueblo innumerable
que acampa a mi alrededor.

Levántate, Señor;
sálvame, Dios mío:
tu golpeaste a mis enemigos en la mejilla,
rompiste los dientes de los malvados.

De ti, Señor, viene la salvación
y la bendición sobre tu pueblo.

Ant. 3: Tú, Señor, eres mi escudo y mantienes alta mi cabeza.

V. La palabra de Cristo habite con toda riqueza en vosotros.
R. Exhortándoos mutuamente con toda sabiduría


PRIMERA LECTURA

Año I:


Comienza la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios     1, 1-17

SALUDO Y ACCIÓN DE GRACIAS. DISCORDIAS ENTRE LOS CORINTIOS

    Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por voluntad divina, y el hermano Sóstenes, a la Iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, a vosotros, asamblea santa, con todos cuantos invocan el nombre de Jesucristo, nuestro Señor, en todo lugar, entre vosotros y entre nosotros: Gracia a vosotros y paz de parte de Dios, Padre nuestro, y de Jesucristo, el Señor.
    Doy sin cesar gracias a mi Dios por vosotros por la gracia divina que os ha concedido en Cristo Jesús. En efecto, por vuestra unión con él, habéis quedado colmados de toda riqueza: de toda clase de dones sobrenaturales de elocuencia y de conocimiento de Dios, según la firmeza y solidez que entre vosotros ha alcanzado el mensaje evangélico de Cristo. De este modo, no sois inferiores a los demás en ningún don, vosotros, que esperáis vivamente la revelación de Jesucristo, Señor nuestro.
    Él os fortalecerá hasta el fin, de modo que os encontréis libres de culpa en el día de Jesucristo, nuestro Señor. Fiel es Dios, por quien habéis sido convocados a la unión con su Hijo Jesucristo, Señor nuestro.
    Os exhorto, hermanos, por el nombre de Jesucristo, nuestro Señor, a que tengáis todos unión y concordia. No haya disensiones entre vosotros. Formad un solo grupo, unido por las mismas convicciones y sentimientos. Me he enterado, hermanos, por los de la casa de Cloe, que hay discordias entre vosotros. Quiero decir: Que cada uno de vosotros dice: «Yo soy de Pablo»; «Pues yo de Apolo»; «Pues yo de Cefas»; «Pues yo de Cristo».
    ¿Es que está dividido Cristo? ¿Ha sido acaso Pablo crucificado por vosotros? ¿O habéis sido acaso bautizados en el nombre de Pablo? Doy gracias a Dios por no haber bautizado a ninguno de vosotros, fuera de Crispo y de Gayo. Así nadie podrá decir que habéis sido bautizados en mi nombre.
    Bueno, sí. Bauticé también a la familia de Estéfana; por lo demás, no sé si bauticé a ningún otro. Cristo, en efecto, no me envió a bautizar, sino a evangelizar; y no con sabiduría de palabras, a fin de no quitar eficacia a la cruz de Cristo.

Responsorio     Cf. 1Co 1, 7. 8. 9

R.
Esperamos vivamente la revelación de Jesucristo, Señor nuestro; * él nos fortalecerá hasta él fin.
V. Fiel es Dios, por quien hemos sido convocados a la unión con su hijo Jesucristo, Señor nuestro.
R. Él nos fortalecerá hasta el fin.

Año II:

Del libro del Génesis     39, 1-23

JOSÉ EN EGIPTO


    En aquellos días, cuando llevaron a José a Egipto, Putifar, un egipcio ministro y mayordomo del Faraón, se lo compró a los ismaelitas, que lo habían traído a Egipto. El Señor estaba con José y le dio suerte, de modo que lo dejaron en casa de su amo egipcio.
    Su amo, viendo que el Señor estaba con él y que hacía prosperar todo lo que él emprendía, le tomó afecto y lo puso a su servicio personal, poniéndolo al frente de su casa y encomendándole todas sus cosas. Desde que lo puso al frente de la casa y de todo lo suyo, el Señor bendijo la casa del egipcio en atención a José; y vino la bendición del Señor sobre todo lo que poseía, en casa y en el campo. Putifar lo puso todo en manos de José, sin preocuparse de otra cosa que del pan que coma. José era hermoso y de buen tipo.
    Pasado cierto tiempo, la mujer del amo puso los ojos en José y le propuso:
    «Acuéstate conmigo.»
    Él rehusó, diciendo a la mujer del amo:
    «Mira, mi amo no se ocupa de nada de casa, todo lo suyo lo ha puesto en mis manos; no ejerce más autoridad en casa que yo, y no se ha reservado nada sino a ti, que eres su mujer. ¿Cómo voy a cometer yo semejante crimen, pecando contra Dios?»
    Ella insistía un día y otro para que se acostase con ella o estuviese con ella; pero él no le hacía caso. Un día de tantos, entró él en casa a despachar sus asuntos, y no estaba en casa ninguno de los empleados. Ella lo asió por el traje y le dijo:
    «Acuéstate conmigo.»
    Pero él soltó el traje en sus manos y salió afuera corriendo. Ella, al ver que le había dejado el traje en la mano y había corrido afuera, llamó a los criados y les dijo:
    «Mirad, han traído un hebreo para que se aproveche de nosotros; ha entrado en mi habitación para acostarse conmigo, pero yo he gritado fuerte; al oír que yo levantaba la voz y gritaba, soltó el traje junto a mí y salió afuera corriendo.»
    Y retuvo consigo el manto hasta que volviese a casa su marido; y le contó la misma historia:
    «El esclavo hebreo que trajiste ha entrado en mi habitación para aprovecharse de mí; yo alcé la voz y grité y él dejó el traje junto a mí y salió corriendo.»
    Cuando el marido oyó la historia que le contaba su mujer: «Tu esclavo me ha hecho esto», montó, en cólera, tomó a José y lo metió en la cárcel, donde estaban los presos del rey; así fue a parar a la cárcel.
    Pero el Señor estaba con José, le concedió favores e hizo que cayese en gracia al jefe de la cárcel. Éste encomendó a José todos los presos de la cárcel, de modo que todo se hacía allí según su deseo. El jefe de la cárcel no vigilaba nada de lo que estaba a su cargo, pues el Señor estaba con José; y, cuanto éste emprendía, el Señor lo hacía prosperar.

Responsorio     Pr 5, 1. 2. 5; 7,.4

R.
Hijo mío, haz caso de mi sabiduría, * no prestes atención a las falacias de la mujer, porque sus pies bajan a la muerte.
V. Di a la Sabiduría: «Tú eres mi hermana», llama a la prudencia: «Amiga mía.»
R. No prestes atención a las falacias de la mujer, porque sus pies bajan a la muerte.


SEGUNDA LECTURA

De las Confesiones de san Agustín, obispo

(Libro 1, 1, 1-2, 2; 5, 5: CSEL 33, 1-5)

NUESTRO CORAZÓN NO HALLA SOSIEGO HASTA QUE DESCANSA EN TI


    Eres grande, Señor, y muy digno de alabanza; eres grande y poderoso, tu sabiduría no tiene medida. Y el hombre, parte de tu creación, desea alabarte; el hombre, que arrastra consigo su condición mortal, la convicción de su pecado y la convicción de que tú resistes a los soberbios. Y, con todo, el hombre, parte de tu creación, desea alabarte. De ti proviene esta atracción a tu alabanza, porque nos has hecho para ti, y nuestro corazón no halla sosiego hasta que descansa en ti.
    Haz, Señor, que llegue a saber y entender qué es primero, si invocarte o alabarte, qué es antes, conocerte o invocarte. Pero, ¿quién podrá invocarte sin conocerte? Pues el que te desconoce se expone a invocar una cosa por otra. ¿Será más bien que hay que invocarte para conocerte? Pero, ¿cómo invocarán a aquel en quien no han creído? Y ¿cómo van a creer si nadie les predica?
    Alabarán al Señor los que lo buscan. Porque los que lo buscan lo encuentran y, al encontrarlo, lo alaban. Haz, Señor, que te busque invocándote, y que te invoque creyendo en ti, ya que nos has sido predicado. Te invoca, Señor, mi fe, la que tú me has dado, la que tú me has inspirado por tu Hijo hecho hombre, por el ministerio de tu predicador.
    Y ¿cómo invocaré a mi Dios, a mi Dios y Señor? Porque, al invocarlo, lo llamo para que venga a mí. Y ¿a qué lugar de mi persona puede venir mi Dios? ¿A qué parte de mi ser puede venir el Dios que ha hecho el cielo y la tierra? ¿Es que hay algo en mí, Señor Dios mío, capaz de abarcarte? ¿Es que pueden abarcarte el cielo y la tierra que tú hiciste, y en los cuales me hiciste a mí? O ¿por ventura el hecho de que todo lo que existe no existiría sin ti hace que todo lo que existe pueda abarcarte?
    ¿Cómo, pues, yo, que efectivamente existo, pido que vengas a mí, si, por el hecho de existir, ya estás en mí? Porque yo no estoy ya en el abismo y, sin embargo, tú estás también allí. Pues, si me acuesto en el abismo, allí te encuentro. Por tanto, Dios mío, yo no existiría, no existiría en absoluto, si tú no estuvieras en mí. O ¿será más acertado decir que yo no existiría si no estuviera en ti, origen, camino y término de todo? También esto, Señor, es verdad. ¿A dónde invocarte que vengas, si estoy en ti? ¿Desde dónde puedes venir a mí? ¿A dónde puedo ir fuera del cielo y de la tierra, para que desde ellos venga a mí el Señor, que ha dicho: Acaso no lleno yo el cielo y la tierra?
    ¿Quién me dará que pueda descansar en ti? ¿Quién me dará que vengas a mi corazón y lo embriagues con tu presencia, para que olvide mis males y te abrace a ti, mi único bien? ¿Quién eres tú para mí? Sé condescendiente conmigo, y permite que te hable. ¿Qué soy yo para ti, que me mandas amarte y que, si no lo hago, te enojas conmigo y me amenazas con ingentes infortunios? ¿No es ya suficiente infortunio el hecho de no amarte?
    ¡Ay de mí! Dime, Señor Dios mío, por tu misericordia, qué eres tú para mí. Di a mi alma: «Yo soy tu salvación.» Díselo de manera que lo oiga. Mira, Señor: los oídos de mi corazón están ante ti; ábrelos y di a mi alma: «Yo soy tu salvación.» Correré tras estas palabras tuyas y me aferraré a ti. No me escondas tu rostro: muera yo, para que no muera, y pueda así contemplarlo.

Responsorio     Sal 72, 25-26; 34, 3

R.
¿No te tengo a ti en el cielo?; y contigo, ¿qué me importa la tierra? * Se consumen mi corazón y mi carne por Dios, mi herencia eterna.
V. Di a mi alma: «Yo soy tu salvación.»
R. Se consumen mi corazón y mi carne por Dios, mi herencia eterna.


HIMNO FINAL

En los domingos, en las solemnidades y en las fiestas después del segundo responsorio, se dice el siguiente himno:

Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
    a ti nuestra alabanza,
    a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.

Postrados ante ti, los ángeles te adoran
    y cantan sin cesar:

Santo, santo, santo es el Señor,
    Dios del universo;
    llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.

A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
    la multitud de los profetas te enaltece,
    y el ejército glorioso de los mártires te aclama.

A ti la Iglesia santa,
    por todos los confines extendida,
    con júbilo te adora y canta tu grandeza:

Padre, infinitamente santo,
    Hijo eterno, unigénito de Dios,
    Santo Espíritu de amor y de consuelo.

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
    tú el Hijo y Palabra del Padre,
    tú el Rey de toda la creación.

Tú, para salvar al hombre,
    tomaste la condición de esclavo
    en el seno de una virgen.

Tú destruiste la muerte
    y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.

Tú vives ahora,
    inmortal y glorioso, en el reino del Padre.

Tú vendrás algún día,
    como juez universal.

Muéstrate, pues, amigo y defensor
    de los hombres que salvaste.

y recíbelos por siempre allá en tu reino,
    con tus santos y elegidos.

    La parte que sigue puede omitirse, si se cree oportuno.

Salva a tu pueblo, Señor,
    y bendice a tu heredad.

Sé su pastor,
    y guíalos por siempre.

Día tras día te bendeciremos
    y alabaremos tu nombre por siempre jamás.

Dígnate, Señor,
    guardamos de pecado en este día.

Ten piedad de nosotros, Señor,
    ten piedad de nosotros.

Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
    como lo esperamos de ti.

A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.


Oración

Señor, protege a tu pueblo con tu amor siempre fiel y, ya que sólo en ti hemos puesto nuestra esperanza, defiéndenos siempre con tu poder. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


CONCLUSIÓN

Después de la oración, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V.
Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.



Laudes


HIMNO

Es verdad que las luces del alba
del día de hoy
son más puras, radiantes y bellas,
por gracia de Dios.

Es verdad que yo siento en mi vida,
muy dentro de mí,
que la gracia de Dios es mi gracia,
que no merecí.

Es verdad que la gracia del Padre,
en Cristo Jesús,
es la gloria del hombre y del mundo
bañados en luz.

Es verdad que la Pascua de Cristo
es pascua por mí,
que su muerte y victoria me dieron
eterno vivir.

Viviré en alabanzas al Padre,
que al Hijo nos dio,
y que el Santo Paráclito inflame
nuestra alma en amor. Amén.


SALMODIA

Ant. 1:
Por ti madrugo, Dios mío, para contemplar tu fuerza y tu gloria. Aleluya.

Salmo     62, 2-9
El ALMA SEDIENTA DE DIOS

Madruga  por  Dios  todo  el  que
rechaza las obras de las tinieblas

¡Oh Dios!, tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti,
como tierra reseca, agostada, sin agua.

¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza y tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.

Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote.
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.

En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
y a la sombra de tus alas canto con júbilo:
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.

Ant. 1: Por ti madrugo, Dios mío, para contemplar tu fuerza y tu gloria. Aleluya.


Ant. 2: En medio de las llamas, los tres jóvenes unánimes cantaban: "Bendito sea el Señor". Aleluya.

Cántico     Dn 3, 57-88. 56
TODA LA CREACIÓN ALABE AL SEÑOR

Alabad al Señor sus siervos todos.
(Ap 19, 5)

Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.

Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.

Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.

Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.

Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.

Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.

Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día, bendecid al Señor.

Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.

Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.

Montes y cumbres, bendecid al Señor;
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.

Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.

Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del cielo, bendecid al Señor.

Fieras y ganados, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.

Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.

Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón, bendecid al Señor.

Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.

Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.

Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.

No se dice Gloria al Padre.

Ant. 2: En medio de las llamas, los tres jóvenes unánimes cantaban: "Bendito sea el Señor". Aleluya.


Ant. 3: Que el pueblo de Dios se alegre por su Rey. Aleluya.


Salmo 149
ALEGRÍA DE LOS SANTOS

Los  hijos  de  la  Iglesia,   nuevo
pueblo de Dios, se alegran en su
Rey, Cristo, el Señor.  (Hesiquio)

Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.

Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.

Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:

para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.

Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.

Ant. 3: Que el pueblo de Dios se alegre por su Rey. Aleluya.


LECTURA BREVE     Ap 7,10.12

¡La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero! La bendición, y la gloria, y la sabiduría, y la acción de gracias, y el honor, y el poder, y la fuerza son de nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.


RESPONSORIO BREVE

V.
Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.

V. Tú que estás sentado a la derecha del Padre.
R. Ten piedad de nosotros.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Cristo, Hijo de Dios vivo, ten piedad de nosotros.


CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant.:
Vosotros sois la luz del mundo; alumbre vuestra luz a los hombres para que, viendo vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre celestial.

Cántico de Zacarías     Lc 1, 68-79
EL MESÍAS Y SU PRECURSOR


Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.

Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.

Para concedernos que, libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Ant.: Vosotros sois la luz del mundo; alumbre vuestra luz a los hombres para que, viendo vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre celestial.


PRECES

Glorifiquemos al Señor Jesús, luz que alumbra a todo hombre y sol de justicia que no conoce el ocaso, y digámosle:

      Tú que eres nuestra vida y nuestra salvación, Señor, ten piedad.

Señor del universo, al darte gracias por el nuevo día que ahora empieza,
      te pedimos que el recuerdo de tu santa resurrección sea nuestro gozo durante este domingo.

Que tu Espíritu Santo nos enseñe a cumplir tu voluntad,
      y que tu sabiduría dirija hoy todas nuestras acciones.

Que al celebrar la eucaristía de este domingo tu palabra nos llene de gozo
      y que la participación en el banquete de tu amor haga crecer nuestra esperanza.

Que sepamos contemplar las maravillas que tu generosidad nos concede,
      y vivamos durante todo el día en acción de gracias.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Digamos ahora todos juntos la oración que Cristo nos enseñó: Padre nuestro.


Oración

Señor, protege a tu Pueblo con tu amor siempre fiel y, ya que sólo en ti hemos puesto nuestra esperanza, defiéndenos siempre con tu poder. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


CONCLUSIÓN

V.
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.



hora intermedia


V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
     Gloria. Aleluya.


HIMNO

Tercia


Ven, Espíritu Santo, luz y gozo,
Amor, que en tus incendios nos abrasas:
renueva el alma de este pueblo tuyo
que por mis labios canta tu alabanza.

En sus fatigas diarias; sé descanso;
en su lucha tenaz, vigor y gracia:
haz germinar la caridad del Padre,
que engendra flores y que quema zarzas.

Ven, Amor, que iluminas el camino,
compañero divino de las almas:
ven con tu viento a sacudir al mundo
y a abrir nuevos senderos de esperanza. Amén.

O bien, fuera de los domingos y de las solemnidades:

El trabajo, Señor, de cada día
nos sea por tu amor santificado,
convierte su dolor en alegría
de amor, que para dar tú nos has dado.

Paciente y larga es nuestra tarea
en la noche oscura del amor que espera;
dulce huésped del alma, al que flaquea
dale tu luz, tu fuerza que aligera.

En el alto gozoso del camino,
demos gracias a Dios, que nos concede
la esperanza sin fin del don divino;
todo lo puede en él quien nada puede. Amén.

Sexta

En los domingos:


Cuando la luz del día está en su cumbre,
eres, Señor Jesús, luz y alegría
de quienes en la fe y en la esperanza
celebran ya la fiesta de la Vida.

Eres resurrección, palabra y prenda
de ser y de vivir eternamente;
sembradas de esperanzas nuestras vidas,
serán en ti cosecha para siempre.

Ven ya, Señor Jesús, Salvador nuestro,
de tu radiante luz llena este día,
camino de alegría y de esperanza,
cabal acontecer de nueva vida.

Concédenos, oh Padre omnipotente,
por tu Hijo Jesucristo, hermano nuestro,
vivir ahora el fuego de tu Espíritu,
haciendo de esta tierra un cielo nuevo. Amén.

O bien, fuera de los domingos y de las solemnidades:

Te está cantando el martillo
y rueda en tu honor la rueda.
Puede que la luz no pueda
librar del humo su brillo.
¡Qué sudoroso y sencillo
te pones a mediodía,
Dios de esta dura porfía
de estar sin pausa creando,
y verte necesitando
del hombre más cada día!

Quién diga que Dios ha muerto
que salga a la luz y vea
si el mundo es o no tarea
de un Dios que sigue despierto.
Ya no es su sitio el desierto
ni en la montaña se esconde;
decid, si preguntan dónde,
que Dios está -sin mortaja-
en donde un hombre trabaja
y un corazón le responde. Amén.

O bien, tanto en los domingos como en las ferias:

Este mundo del hombre, en que él se afana
tras la felicidad que tanto ansía,
tú lo vistes, Señor, de luz temprana
y de radiante sol al mediodía.

Así el poder de tu presencia encierra
el secreto más hondo de esta vida;
un nuevo cielo y una nueva tierra
colmarán nuestro anhelo sin medida.

Poderoso Señor de nuestra historia,
no tardes en venir gloriosamente;
tu luz resplandeciente y tu victoria
inunden nuestra vida eternamente. Amén.

Nona

Fundamento de todo lo que existe,
de tu pueblo elegido eterna roca,
de los tiempos Señor, que prometiste
dar tu vigor al que con fe te invoca.

Mira al hombre que es fiel y no te olvida,
tu Espíritu, tu paz háganlo fuerte
para amarte y servirte en esta vida
y gozarte después de santa muerte.

Jesús, Hijo del Padre, ven aprisa
en este atardecer que se avecina,
serena claridad y dulce brisa
será tu amor que todo lo domina. Amén.

O bien:

Oh Jesús, que en tu cruz has demostrado
tu gran amor, tu gran misericordia,
y tu fuerza nos das para seguirte
por el mismo camino hacia la gloria.

Que fielmente cumplamos en tu Iglesia
nuestra parte en tu obra salvadora,
y, al llegar a la tarde de la vida,
en gozo eterno el Padre nos acoja.

Gracias, Padre, a ti porque nos llamas,
a Jesús, que en su sangre nos redime,
y al Espíritu, luz y guía
de este pueblo que al cielo se dirige. Amén.


SALMODIA

Ant. 1:
Es bueno refugiarse en el Señor, porque es eterna su misericordia. Aleluya.

Salmo 117
HIMNO DE ACCIÓN DE GRACIAS DESPUÉS DE LA VICTORIA

Jesús  es  la  piedra  que  desechasteis
vosotros,  los  arquitectos,  y  que se ha
convertido en piedra angular (Hch 4,11)

I

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.

Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.

Digan los fieles del Señor
eterna es su misericordia.

En el peligro grité al Señor,
y me escuchó, poniéndome a salvo.

El Señor está conmigo: no temo,
¿qué podrá hacerme el hombre?
El Señor está conmigo y me auxilia,
veré la derrota de mis adversarios.

Mejor es refugiarse en el Señor
que fiarse de los hombres,
mejor es refugiarse en el Señor
que confiar en los magnates.

Ant. 1: Es bueno refugiarse en el Señor, porque es eterna su misericordia. Aleluya.


Ant. 2: El Señor es mi fuerza y mi energía. Aleluya.

II

Todos los pueblos me rodeaban,
en el nombre del Señor los rechacé,
me rodeaban cerrando el cerco,
en el nombre del Señor los rechacé,
me rodeaban como avispas,
ardiendo como fuego en las zarzas,
en el nombre del Señor los rechacé.

Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.

Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos:
«La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa,
la diestra del Señor es poderosa.»

No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.
Me castigó, me castigó el Señor,
pero no me entregó a la muerte.

Ant. 2: El Señor es mi fuerza y mi energía. Aleluya.


Ant. 3: Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste. Aleluya.

III

Abridme las puertas del triunfo,
y entraré para dar gracias al Señor.

Esta es la puerta del Señor:
los vencedores entrarán por ella.

Te doy gracias porque me escuchaste
y fuiste mi salvación.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.

Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Señor, danos la salvación;
Señor, danos prosperidad.

Bendito el que viene en nombre del Señor,
os bendecimos desde la casa del Señor;
el Señor es Dios: él nos ilumina.

Ordenad una procesión con ramos
hasta los ángulos del altar.

Tú eres mi Dios, te doy gracias;
Dios mío, yo te ensalzo.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Ant. 3: Te doy gracias, Señor, porque me escuchaste. Aleluya.


LECTURA BREVE

Tercia     1Jn 4, 16

Nosotros hemos conocido; el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él.

V. Inclina, Señor, mi corazón a tus preceptos.
R. Dame vida con tu palabra.

La oración conclusiva como en las Laudes.

Sexta     Ga 6, 8

Lo que uno siembre, eso cosechará. El que siembre en su carne, de la carne cosechará corrupción; el que siembre en el Espíritu, del Espíritu cosechará vida eterna.

V. Tu palabra, Señor, es eterna.
R. Tu fidelidad de generación en generación.

La oración conclusiva como en las Laudes.

Nona     Ga 6, 9-10

No nos cansemos de practicar el bien; que a su tiempo cosecharemos si no desmayamos. Así que, mientras tengamos oportunidad, hagamos el bien a todos, pero especialmente a los miembros de la Iglesia.

V. Te invoco de todo corazón; respóndeme, Señor.
R. Y guardaré tus leyes.

La oración conclusiva como en las Laudes.


CONCLUSIÓN

Después de la oración, por lo menos en la celebración comunitaria, se añade:

V.
Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.



II Vísperas


INVOCACIÓN INICIAL

V.
Dios mío ven en mi auxilio
R. Señor, date prisa en socorrerme.
     Gloria. Aleluya.


HIMNO

Dios de la luz, presencia ardiente
sin meridiano ni frontera:
vuelves la noche mediodía,
ciegas al sol con tu derecha.

Como columna de la aurora,
iba en la noche tu grandeza;
te vio el desierto, y destellaron
luz de tu gloria las arenas.

Cerró la noche sobre Egipto
como cilicio de tinieblas;
para tu pueblo amanecías
bajo los techos de las tiendas.

Eres la luz, pero en tu rayo
lanzas el día o la tiniebla:
ciegas los ojos del soberbio,
curas al pobre su ceguera.

Cristo Jesús, tú que trajiste
fuego a la entraña de la tierra,
guarda encendida nuestra lámpara
hasta la aurora de tu vuelta. Amén.


SALMODIA

Ant. 1:
Desde Sión extenderá el Señor el poder de su cetro, y reinara eternamente. Aleluya.

Salmo     109, 1-5. 7
EL MESÍAS, REY Y SACERDOTE

Él debe reinar hasta poner todos sus
enemigos bajo sus pies. (1Co 15, 25)

Oráculo del Señor a mi Señor:
«Siéntate a mi derecha,
y haré de tus enemigos
estrado de tus pies.»

Desde Sión extenderá el Señor
el poder de tu cetro:
somete en la batalla a tus enemigos.

«Eres príncipe desde el día de tu nacimiento,
entre esplendores sagrados;
yo mismo te engendré, como rocío,
antes de la aurora.»

El Señor lo ha jurado y no se arrepiente:
«Tú eres sacerdote eterno
según el rito de Melquisedec.»

El Señor a tu derecha, el día de su ira,
quebrantará a los reyes.

En su camino beberá del torrente,
por eso levantará la cabeza.

Ant. 1: Desde Sión extenderá el Señor el poder de su cetro, y reinara eternamente. Aleluya.


Ant. 2: En presencia del Señor se estremece la tierra. Aleluya.

Salmo  113 A
ISRAEL LIBRADO DE EGIPTO;
LAS MARAVILLAS DEL ÉXODO

Reconoced  que  también vosotros,
los que renunciasteis al mundo, ha-
béis  salido de Egipto.  (S. Agustín)

Cuando Israel salió de Egipto,
los hijos de Jacob de un pueblo balbuciente,
Judá fue su santuario,
Israel fue su dominio.

El mar, al verlos, huyó,
el Jordán se echó atrás;
los montes saltaron como carneros;
las colinas, como corderos.

¿Qué te pasa, mar, que huyes,
y a ti, Jordán, que te echas atrás?
¿Y a vosotros, montes, que saltáis como carneros;
colinas, que saltáis como corderos?

En presencia del Señor se estremece la tierra,
en presencia del Dios de Jacob;
que transforma las peñas en estanques,
el pedernal en manantiales de agua.

Ant. 2: En presencia del Señor se estremece la tierra. Aleluya.


Ant. 3: Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.

El cántico siguiente se dice con todos los Aleluya intercalados cuando el oficio es cantado. Cuando el Oficio se dice sin canto es suficiente decir el Aleluya sólo al principio y al final de cada estrofa.

Cántico     Ap. 19, 1-2. 5-7
LAS BODAS DEL CORDERO


Aleluya.
La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios.
(R. Aleluya)
Porque sus juicios son verdaderos y justos.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Alabad al Señor, sus siervos todos.
(R. Aleluya)
Los que le teméis, pequeños y grandes.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo.
(R. Aleluya.)
Alegrémonos y gocemos y démosle gracias.
R. Aleluya, (aleluya).

Aleluya.
Llegó la boda del Cordero.
(R. Aleluya.)
Su esposa se ha embellecido.
R. Aleluya, (aleluya).

Ant. 3:
Reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Aleluya.


LECTURA BREVE     Co 1, 3-4

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordia, y Dios de todo consuelo; él nos consuela en todas nuestras luchas, para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios.


RESPONSORIO BREVE

V.
Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.
R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.

V. Digno de gloria y alabanza por los siglos­
R. En la bóveda del cielo.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Bendito eres, Señor, en la bóveda del cielo.


CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant.:
Vosotros, mis discípulos, sois la sal de la tierra y la luz del mundo.

Cántico de la Santísima Virgen María     Lc 1, 46-55
ALEGRÍA DEL ALMA EN EL SEÑOR


Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de su misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.

Ant.: Vosotros, mis discípulos, sois la sal de la tierra y la luz del mundo.


PRECES

Adoremos a Cristo, Señor nuestro y cabeza de la Iglesia, y digámosle confiadamente:

      Venga a nosotros tu reino, Señor.

Señor, amigo de los hombres, haz de tu Iglesia instrumento de concordia y unidad entre ellos
      y signo de salvación para todos los pueblos.

Protege con tu brazo poderoso al Papa y a todos los obispos
      y concédeles trabajar en unidad, amor y paz.

A los cristianos concédenos vivir íntimamente unidos a ti, nuestro Maestro,
      y dar testimonio en nuestras vidas de la llegada de tu reino.

Concede, Señor, al mundo el don de la paz
      y haz que en todos los pueblos reine la justicia y el bienestar.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Otorga, a los que han muerto, una resurrección gloriosa
      y haz que los que aún vivimos en este mundo gocemos un día con ellos de la felicidad eterna.

Terminemos nuestra oración con las palabras del Señor: Padre nuestro.


Oración

Señor, protege a tu Pueblo con tu amor siempre fiel y, ya que sólo en ti hemos puesto nuestra esperanza, defiéndenos siempre con tu poder. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


CONCLUSIÓN

V.
El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R.
Amen



Completas


INVOCACIÓN INICIAL

V.
Dios mío, ven en mi auxilio.
R.
Señor, date prisa en socorrerme.
     Gloria. Aleluya.


EXAMEN DE CONCIENCIA

Es muy de alabar que, después de la invocación inicial, se haga el examen de conciencia, el cual en la celebración comunitaria puede concluirse con alguna de las fórmulas del acto penitencial de la misa.


HIMNO


Cuando la luz del sol es ya poniente,
gracias, Señor, es nuestra melodía;
recibe, como ofrenda, amablemente,
nuestro dolor, trabajo y alegría.

Si poco fue el amor en nuestro empeño
de darle vida al día que fenece,
convierta en realidad lo que fue un sueño
tu gran amor que todo lo engrandece.

Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte
de pecadora en justa, e ilumina
la senda de la vida y de la muerte
del hombre que en la fe lucha y camina.

Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza
la noche oscura sobre nuestro día,
concédenos la paz y la esperanza
de esperar cada noche tu gran día. Amén.

O bien:

Se inclina ya mi frente,
sellado está el trabajo;
Señor, tu pecho sea
la gracia del descanso.

Mis ojos se retiran,
la voz deja su canto,
pero el amor enciende
su lámpara velando.

Lucero que te fuiste,
con gran amor amado,
en tu gloria dormimos
y en sueños te adoramos. Amén.


SALMODIA

Ant.:
Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.

Salmo 90
A LA SOMBRA DEL OMNIPOTENTE

Os  he  dado  potestad para pisotear
serpientes y escorpiones. (Lc 10,19)

Tú que habitas al amparo del Altísimo,
que vives a la sombra del Omnipotente,
di al Señor: «Refugio mío, alcázar mío.
Dios mío, confío en ti».

Él te librará de la red del cazador,
de la peste funesta.
Te cubrirá con sus plumas,
bajo sus alas te refugiarás:
su brazo es escudo y armadura.

No temerás el espanto nocturno,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que se desliza en las tinieblas,
ni la epidemia que devasta a mediodía.

Caerán a tu izquierda mil,
diez mil a tu derecha;
a ti no te alcanzará.

Tan sólo abre tus ojos
y verás la paga de los malvados,
porque hiciste del Señor tu refugio,
tomaste al Altísimo por defensa.

No se te acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos;

te llevarán en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás leones y dragones.

«Se puso junto a mí: lo libraré;
lo protegeré porque conoce mi nombre,
me invocará y lo escucharé.

Con él estaré en la tribulación,
lo defenderé, lo glorificaré;
lo saciaré de largos días,
y le haré ver mi salvación.»

Ant.: Al amparo del Altísimo no temo el espanto nocturno.


LECTURA BREVE     Ap 22, 4-5

Verán el rostro del Señor, y tendrán su nombre en la frente. Y no habrá más noche, y no necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios alumbrará sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.


RESPONSORIO BREVE

V.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

V. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R. Te encomiendo mi espíritu.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.


CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant.:
Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

Cántico de Simeón     Lc 2, 29-32
CRISTO, LUZ DE LAS NACIONES Y GLORIA DE ISRAEL


Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz,

porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:

luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel.

Ant.: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.


Oración

Humildemente te pedimos, Señor, que después de haber celebrado en este día los misterios de la resurrección de tu Hijo, sin temor alguno, descansemos en tu paz, y mañana nos levantemos alegres para cantar nuevamente tus alabanzas. Por Cristo nuestro Señor.


CONCLUSIÓN

V.
El Señor todopoderoso nos conceda un noche tranquila y una santa muerte.
R.
Amén.



ANTÍFONA FINAL DE LA SANTÍSIMA VIRGEN

I


Madre del Redentor, virgen fecunda,
puerta del cielo siempre abierta,
estrella de mar,

ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.

Ante la admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador,
y permaneces siempre virgen.

Recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.

II

Salve, Reina de los cielos
y Señora de los ángeles;
salve raíz, salve puerta,
que dio paso a nuestra luz.

Alégrate, virgen gloriosa,
entre todas la más bella;
salve, agraciada doncella,
ruega a Cristo por nosotros.

III

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra,
Dios te salve.

A ti llamamos los desterrados hijos de Eva,
a ti suspiramos, gimiendo y llorando,
en este valle de lágrimas.

Ea, pues, Señora, abogada nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.

Oh clemente, oh piadosa,
oh dulce Virgen María!

IV

Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios,
no desprecies las oraciones
que te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien líbranos de todo peligro,
oh Virgen gloriosa y bendita.