Benedicto XVI: La educación cristiana,
una de las tareas más fundamentales de la Iglesia.
Discurso al primer grupo de obispos de Polonia en visita «ad limina».
¡Alabado sea Jesucristo!
Os doy mi cordial bienvenida, queridos hermanos en el
ministerio episcopal. Me alegra acogeros durante esta
visita ad limina Apostolorum.
He seguido con atención vuestras relaciones sobre la
vida de la Iglesia en las diócesis de las que sois
responsables. Os agradezco el empeño que ponéis cada
día como pastores de la grey del Señor, animando con
vuestra autoridad apostólica el ministerio pastoral
de los presbíteros, la realización de los carismas
de las comunidades religiosas y el desarrollo
espiritual de los fieles laicos. Doy gracias a Dios
por todos los frutos que produce este camino común
hacia la casa del Padre, tras las huellas de Cristo,
a la luz y con la fuerza del Espíritu Santo. Vuestra
presencia aquí es signo del vínculo espiritual de la
Iglesia en Polonia con la Sede apostólica y con el
Sucesor de san Pedro. Recuerdo con emoción la gran
oración con la que los polacos acompañaron a Juan
Pablo II durante todo su pontificado y, de modo
particular, en los días de su paso a la gloria del
Señor. Me alegra poder contar con el mismo apoyo de
vuestra oración. Es un don que aprecio mucho y que
pido continuamente.
1. Durante nuestros coloquios se han tratado muchos
temas. Entre ellos he elegido hoy la cuestión de la
educación cristiana, pues es una de las tareas más
fundamentales inscritas establemente en la misión
salvífica de la Iglesia y en nuestro servicio
episcopal.
Juan Pablo II, en la exhortación apostólica
«Ecclesia in Europa», pidió encarecidamente a la
Iglesia en nuestro continente que dedicara una
atención cada vez mayor a la educación de los
jóvenes en la fe (cf. n. 61). Sabemos que aquí no se
trata sólo de la didáctica, de perfeccionar los
métodos de transmisión del saber; se trata de una
educación basada en el encuentro directo y personal
con el hombre, en el testimonio —es decir, en la
auténtica transmisión de la fe, de la esperanza, de
la caridad, y de los valores que derivan
directamente de ellas— de persona a persona. Por
tanto, se trata de un auténtico encuentro con otra
persona, a la que primero hay que escuchar y
comprender. Juan Pablo II fue para nosotros un
modelo perfecto de este encuentro con el hombre.
El fiel y fructuoso cumplimiento de la misión de
educar ante la que la Iglesia se encuentra hoy,
requiere una adecuada valoración de la situación de
los jóvenes que son objeto de dicha misión. En primer
lugar, es preciso considerar su situación familiar,
puesto que la familia sigue siendo la cuna fundamental
de la formación de la persona humana. Soy consciente
de que las dificultades económicas, el índice de
desempleo que se mantiene elevado y la solicitud por
garantizar la existencia material influyen en la forma
de vida de numerosas familias polacas. No es posible
formar actitudes verdaderamente auténticas, sin tener
en cuenta estos problemas, que viven también los jóvenes.
Es necesario ver también muchos fenómenos positivos
que sostienen y ayudan la educación en la fe.
Son numerosísimos los jóvenes que manifiestan una
profunda sensibilidad ante las necesidades de los
demás, especialmente de los pobres, los enfermos,
las personas solas y los discapacitados. Por eso,
emprenden varias iniciativas para llevar ayuda a los
necesitados. Existe también un auténtico interés por
las cuestiones de fe y religión, la necesidad de
estar con los demás en grupos organizados e
informales, y el fuerte deseo de experimentar a
Dios. Lo testimonia la numerosa participación de los
jóvenes polacos en los ejercicios espirituales, en
los Encuentros europeos de jóvenes y en las Jornadas
mundiales de la juventud. Todo esto constituye una
buena base para la solicitud pastoral por el
desarrollo espiritual de la juventud.
La educación en la fe debe consistir antes que nada
en cultivar lo bueno que hay en el hombre. El
desarrollo del voluntariado, inspirado por el
espíritu del Evangelio, ofrece una gran ocasión
educativa. Quizá valga la pena crear grupos
juveniles de la Cáritas en las parroquias o en las
escuelas. En las iniciativas educativas de la
Iglesia también sería oportuno responder al interés
por las cuestiones de fe, emprendiendo iniciativas
que sirvan para acostumbrar a los niños y a los
jóvenes al gusto de la oración. Una gran ocasión son
los ejercicios espirituales, particularmente los que
se hacen en completo silencio, las jornadas de
retiro para diversos grupos, y también las escuelas
de oración organizadas de modo sistemático en las
parroquias. Una magnífica ocasión para esto son los
ejercicios espirituales en la escuela en los
períodos de Adviento y Cuaresma.
También es preciso esforzarse para que surjan
centros de ejercicios espirituales y otros lugares
de oración y recogimiento, a fin de que, sin
preocuparse de su coste material, se conviertan
efectivamente en centros de formación espiritual
accesibles a todos los que buscan un contacto más
profundo con Dios.
Entre las diversas formas de oración, la liturgia
ocupa un lugar particular. En Polonia los jóvenes
participan en gran número y activamente en la santa
misa dominical. Es necesario intensificar aún más
los esfuerzos para que la solicitud de los
sacerdotes por la adecuada celebración de la
liturgia, por la belleza de la palabra, del gesto y
de la música sea signo cada vez más visible del
Misterio salvífico que se realiza en ella. Asimismo,
es preciso que los jóvenes, mediante una
participación activa en la preparación de la
liturgia, a través de su implicación en la liturgia
de la Palabra, en el servicio del altar, o en la
música, se inserten en la acción litúrgica. Entonces
se sentirán partícipes en el Misterio, que introduce
en el mundo de Dios y, simultáneamente, lo orienta
hacia el mundo de las personas atraídas por el mismo
amor de Cristo.
Durante los treinta años pasados, muchos jóvenes se
han formado según esta orientación en el ámbito de
la actividad del movimiento de los "oasis", llamado
"Luz y Vida". La espiritualidad de este movimiento
se centra en el encuentro con Dios en la sagrada
Escritura y en la Eucaristía; por eso, está
profundamente unido a la parroquia y a su vida
litúrgica. Queridos hermanos en el episcopado, os
pido que sostengáis este movimiento particularmente
eficaz en la obra de educación en la fe,
naturalmente, sin descuidar los demás movimientos.
Sé que durante la última visita ad limina, Juan
Pablo II os exhortó a hacer renacer en Polonia la
Acción católica junto con la Asociación católica
juvenil. Esta tarea se ha realizado a nivel
estructural. Sin embargo, es necesario hacer todo lo
posible para que la Acción católica y la Asociación
católica juvenil tengan un programa cada vez más
transparente y maduro, y para que se elabore su
propio perfil espiritual.
2. La formación de la generación joven es una tarea
que corresponde a los padres, a la Iglesia y al
Estado. Por eso, respetando una oportuna autonomía,
hace falta una colaboración muy estrecha de la
Iglesia con la escuela, con los ateneos y con las
demás instituciones laicas que se ocupan de la
educación de la juventud.
Gracias a los cambios ocurridos en 1989 y a todas
las consecuencias derivadas de ellos, esta
colaboración cobró nuevas dimensiones. Se han
elaborado: el Directorio polaco de catequesis, las
Bases programáticas de la catequesis, y en algunos
centros de Polonia se han preparado programas y
libros de texto para la enseñanza de la religión. Es
verdad que este pluralismo programático puede servir
bien para la evangelización y la educación religiosa
en la escuela y en las parroquias, pero también vale
la pena reflexionar sobre si la variedad de
programas y libros de texto no dificulta a los
alumnos la adquisición de un conocimiento religioso
sistemático y ordenado.
Sin embargo, por lo que atañe a la enseñanza de la
religión y a la catequesis en la escuela, no se
pueden reducir estas materias a la dimensión de
tratado de religión o de ciencias de la religión,
aunque esto sea lo que esperan algunos ambientes. La
enseñanza de la religión en la escuela, impartida
por profesores clérigos y laicos, sostenida por el
testimonio de docentes creyentes, debe conservar su
auténtica dimensión evangélica de transmisión y
testimonio de fe.
Quiero expresaros mi aprecio por haber asumido el
compromiso de la catequesis parroquial, que completa
la enseñanza de la religión en la escuela. Por lo
general, esta es la catequesis de niños y jóvenes
que se preparan para recibir los sacramentos de la
iniciación cristiana. Sin embargo, no debe limitarse
a estos grupos. En particular, se trata de lograr
que la juventud que estudia fuera del ámbito de su
parroquia participe activamente en la vida
parroquial.
3. La colaboración en la obra de la educación por
parte de los padres y de los demás laicos exige una
preparación personal y una profundización continua
del conocimiento religioso, de la espiritualidad y
de la corrección de las actitudes según el Evangelio
y el Magisterio. Por eso, os exhorto vivamente a
vosotros, obispos, a intensificar los esfuerzos para
organizar la catequesis de adultos donde falte y
para sostener los ambientes que ya imparten una
enseñanza de este tipo. Esta catequesis debe basarse
en la Escritura y en el Magisterio. En su desarrollo
puede servir de ayuda el «Catecismo de la Iglesia
católica», el «Compendio de la doctrina social de la
Iglesia» o el «Compendio del Catecismo de la Iglesia
católica», publicado recientemente. Una ayuda
particular en la catequesis de adultos puede ser el
abundante magisterio de mi venerado predecesor Juan
Pablo II. Durante sus numerosas peregrinaciones a
Polonia dejó un rico patrimonio de la sabiduría que
brota de la fe, el cual, al parecer, hasta ahora no
ha sido asimilado del todo. En este contexto, ¡cómo
no recordar sus encíclicas, exhortaciones, cartas y
tantas otras intervenciones que constituyen una
fuente inagotable de la sabiduría cristiana!
4. Para los pastores de la Iglesia en Polonia, el
aumento del número de jóvenes que, al llegar a la
madurez, eligen las escuelas superiores y de quienes
emprenden los estudios universitarios es un desafío
para una búsqueda continua de nuevas formas de
pastoral universitaria.
Después de años de falta de libertad, la Iglesia ha
podido instituir en Polonia nuevas universidades y
facultades teológicas, la mayor parte de las cuales
ha entrado en las estructuras de las universidades
estatales. En las facultades teológicas enseñan
muchos teólogos insignes y expertos. Su trabajo de
investigación basado en la Revelación es la
propuesta de la verdad de que Dios es Amor, que el
mundo es su don, y que el hombre no es sólo señor
del mundo creado, sino que también está llamado a un
mundo nuevo en el reino de Dios. Queridos hermanos
en el episcopado, os exhorto a sostener los
ambientes científicos eclesiales, a cuidar la
instrucción y el desarrollo del personal
perteneciente al clero y al laicado, y a proveer a
su adecuada base material.
5. La contribución de la Iglesia al proceso de
educación se expresa también en las iniciativas en
favor de la cultura. En la sede de la Unesco en
París, Juan Pablo II dijo: "La cultura es un
modo específico del "existir" y del
"ser" del hombre. (...) La cultura es
aquello a través de lo cual el hombre, en cuanto
hombre, se hace más hombre. (...) El hombre, y sólo
el hombre, es "autor" o "artífice"
de la cultura, (...) se expresa en ella y en ella
encuentra su propio equilibrio" (Discurso del 2
de junio de 1980, nn. 6-7: «L'Osservatore Romano»,
edición en lengua española, 15 de junio de 1980, p. 11).
De las generaciones precedentes Polonia ha recibido
un rico patrimonio cultural basado en los valores
cristianos. Con este patrimonio ha entrado a formar
parte de la Unión europea. Ante un proceso, que se
está intensificando, de secularización y de abandono
de los valores cristianos, Polonia no debe perder
este patrimonio. Al contrario, las actitudes
negativas y las amenazas a la cultura cristiana,
visibles también en Polonia, son para la Iglesia una
llamada a un esfuerzo ulterior en favor de una
constante evangelización de la cultura. Se trata de
impregnar las categorías del pensamiento de los
contenidos y los valores del Evangelio, de los
criterios, de las valoraciones y de las normas del
comportamiento humano, tanto en la dimensión
individual como en la social.
Hoy los medios de comunicación social desempeñan un
papel particular en el mundo de la cultura. Se sabe
que no sólo informan, sino que también forman el
espíritu de sus destinatarios. Por tanto, pueden
constituir un valioso instrumento de evangelización.
Los hombres de Iglesia, especialmente los cristianos
laicos, están llamados a promover en un radio de
acción aún mayor los valores evangélicos por medio
de la prensa, la radio, la televisión e internet.
Sin embargo, una importante tarea de los pastores de
la Iglesia es la solicitud no sólo por una
preparación profesional de los agentes de los medios
de comunicación social, sino también por su
formación espiritual, humana o ética. Queridos
hermanos en el episcopado, os animo a establecer un
contacto benévolo con los ambientes de los
periodistas y de los demás agentes de los medios de
comunicación. Podría ser oportuno organizar para
ellos un sector específico de la pastoral.
Quiero encomendar también a vuestra atención
especial, queridos hermanos, la cuestión de la
institución y del uso de las emisoras católicas de
radio y televisión en la obra de evangelización de
la cultura, ya sea de carácter local, regional o
nacional. Pueden desarrollar una obra valiosa para
la nueva evangelización y la difusión de la doctrina
social de la Iglesia. Han de proclamar la verdad de
Dios, sensibilizando al mundo actual sobre el
patrimonio de los valores cristianos; su objetivo
principal ha de ser el acercamiento a Cristo, la
construcción de la comunidad de la Iglesia con el
espíritu de la búsqueda de la verdad, del amor, de
la justicia y de la paz, en el respeto de la
autonomía de la esfera política. En todo caso, será
necesario que, en cuanto realizan una acción
pastoral, mantengan relaciones abiertas y confiadas
con los obispos, de acuerdo con la responsabilidad
que es propia de ellos en este campo.
No se puede por menos de mencionar la prensa
católica nacional, diocesana y parroquial, que
contribuye en gran medida a la propagación de la
cultura de la verdad, del bien y de la belleza. La
solicitud por el desarrollo de la prensa católica
significa no sólo llevarla a un nivel superior, sino
también extender su radio de acción. Por tanto, los
responsables han de preocuparse por darle un perfil
alto, digno de la tradición cultural católica de
Polonia.
Al final de esta reflexión y como conclusión, deseo
recordar las palabras del concilio Vaticano II, que
enseñaba en la declaración «Gravissimum
educationis»: «Todos los cristianos, puesto que
mediante la regeneración por el agua y el Espíritu
se han convertido en una criatura nueva y se llaman
y son hijos de Dios, tienen derecho a la educación
cristiana. Esta no persigue sólo la madurez antes
descrita de la persona humana, sino que busca que
los bautizados, mientras se inician gradualmente en
el conocimiento del misterio de la salvación, sean
cada vez más conscientes del don recibido de la fe.
(...) Por lo cual, este Concilio recuerda a los
pastores de almas su gravísima obligación de
disponer las cosas de tal modo que todos los fieles
gocen de esta educación cristiana, especialmente los
jóvenes, que son la esperanza de la Iglesia» (n. 2).
Esta exhortación es siempre actual, y puede que sea
más comprometedora hoy, ante los nuevos desafíos que
plantean los fenómenos sociales actuales. Expreso el
deseo de que la luz del Espíritu Santo os acompañe a
vosotros, aquí presentes, y a todos los obispos
polacos en su realización perseverante.
Que la bendición de Dios os sostenga a vosotros y
vuestras diócesis en la obra de formación de las
mentes y los corazones humanos. ¡Dios os sea
propicio!