DOMINGO DE RAMOS
EN LA PROCESIÓN DE RAMOS
AÑO "A"
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
+
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 21, 1-11MISA
La misa de este domingo incluye tres lecturas, cuya proclamación mucho se recomienda,
a no ser que razones pastorales aconsejen lo contrario.
Teniendo en cuenta la importancia de la lectura de la pasión del Señor, está
permitido al sacerdote, en vista de las necesidades de cada comunidad, elegir
una sola de las lecturas que preceden al Evangelio, o leer únicamente la
historia de la Pasión, también en forma abreviada, si fuera necesario. Esto vale
exclusivamente para las misas celebradas con el pueblo.
1
No retiré mi rostro cuando me ultrajaban,
pero sé muy bien que no seré defraudado
Lectura del libro de Isaías 50, 4-7
El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar
al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para
que yo escuche como un discípulo.
El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás. Ofrecí mi espalda a
los que me golpeaban y mis mejillas, a los que me arrancaban la barba; no retiré
mi rostro cuando me ultrajaban y escupían.
Pero el Señor viene en mi ayuda: por eso, no quedé confundido; por eso, endurecí
mi rostro como el pedernal, y sé muy bien que no seré defraudado.
Palabra de Dios.
SALMO 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Los que me ven, se burlan de mí,
hacen una mueca y mueven la cabeza, diciendo:
«Confió en el Señor, que él lo libre;
que lo salve, si lo quiere tanto.» R.
Me rodea una jauría de perros,
me asalta una banda de malhechores;
taladran mis manos y mis pies.
Yo puedo contar todos mis huesos. R.
Se reparten entre sí mi ropa
y sortean mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme. R.
Yo anunciaré tu Nombre a mis hermanos,
te alabaré en medio de la asamblea:
«Alábenlo, los que temen al Señor;
glorifíquenlo, descendientes de Jacob;
témanlo, descendientes de Israel.» R.
Se anonadó a sí mismo. Por eso, Dios lo exaltó
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Filipos 2, 6-11
Jesucristo, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios
como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo,
tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y
presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la
muerte y muerte de cruz.
Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que
al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los
abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre: «Jesucristo es el
Señor.»
Palabra de Dios
VERSÍCULO ANTES DEL EVANGELIO Flp 2, 8-9
Cristo se humilló por nosotros
hasta aceptar por obediencia la muerte,
y muerte de cruz.
Por eso, Dios lo exaltó
y le dio el Nombre que está sobre todo nombre.
EVANGELIO
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 26, 3-5. 14-27, 66
¿Cuánto me darán si lo entrego?
C. Unos días antes de la fiesta de Pascua, los Sumos Sacerdotes y los ancianos
del pueblo se reunieron en el palacio del Sumo Sacerdote, llamado Caifás, y se
pusieron de acuerdo para detener a Jesús con astucia y darle muerte. Pero
decían:
S. «No lo hagamos durante la fiesta, para que no se
produzca un tumulto en el pueblo».
C. Entonces, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo:
S. «¿Cuánto me darán si se lo entrego?»
C. Y resolvieron darle treinta monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo.
¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?
C. El primer día de los Acimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús:
S. «¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual?»
C. El respondió:
+ «Vayan a la ciudad, a la casa de tal persona, y díganle: "El Maestro dice: Se acerca mi hora,
voy a celebrar la Pascua en tu casa con mis discípulos".»
C. Ellos hicieron como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua.
Uno de vosotros me entregará
C. Al atardecer, estaba a la mesa con los Doce y, mientras comían, Jesús les dijo:
+ «Les aseguro que uno de ustedes me entregará.»
C. Profundamente apenados, ellos empezaron a preguntarle uno por uno:
S. «¿Seré yo, Señor?»
C. El respondió:
+ «El que acaba de servirse de la misma fuente que
yo, ese me va a entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él,
pero ¡ay de aquel por quien el Hijo del hombre será entregado: más le valdría no
haber nacido!»
C. Judas, el que lo iba a entregar, le preguntó:
S. «¿Seré yo, Maestro?»
+ «Tú lo has dicho.»
C. Le respondió Jesús.
Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre
C. Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la
bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:
+ «Tomen y coman, esto es mi Cuerpo.»
C. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, diciendo:
+ «Beban todos de ella, porque esta es mi Sangre,
la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos para la remisión de los
pecados. Les aseguro que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid,
hasta el día en que beba con ustedes el vino nuevo en el Reino de mi Padre.»
C. Después del canto de los Salmos, salieron hacia
el monte de los Olivos.
Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño
C. Entonces Jesús les dijo:
+ «Esta misma noche, ustedes se van a escandalizar
a causa de mí. Porque dice la Escritura: Heriré al pastor, y se dispersarán las
ovejas del rebaño. Pero después que yo resucite, iré antes que ustedes a
Galilea.»
C. Pedro, tomando la palabra, le dijo:
S. «Aunque todos se escandalicen por tu causa, yo
no me escandalizaré jamás.»
C. Jesús le respondió:
+ «Te aseguro que esta misma noche, antes que cante
el gallo, me habrás negado tres veces.»
C. Pedro le dijo:
+ «Aunque tenga que morir contigo, jamás te
negaré.»
C. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.
Comenzó a entristecerse y a angustiarse
C. Cuando Jesús llegó con sus discípulos a una
propiedad llamada Getsemaní, les dijo:
+ «Quédense aquí, mientras yo voy allí a orar.»
C. Y llevando con él a Pedro y a los dos hijos de
Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse. Entonces les dijo:
+ «Mi alma siente una tristeza de muerte. Quédense
aquí, velando conmigo.»
C. Y adelantándose un poco, cayó con el rostro en
tierra, orando así:
+ «Padre mío, si es posible, que pase lejos de mí
este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.»
C. Después volvió junto a sus discípulos y los
encontró durmiendo. Jesús dijo a Pedro:
+ «¿Es posible que no hayan podido quedarse
despiertos conmigo,
ni siquiera una hora? Estén prevenidos y oren para no caer en la tentación,
porque el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.»
C. Se alejó por segunda vez y suplicó:
+ «Padre mío, si no puede pasar este cáliz sin que
yo lo beba, que se haga tu voluntad.»
C. Al regresar los encontró otra vez durmiendo,
porque sus ojos se cerraban de sueño. Nuevamente se alejó de ellos y oró por
tercera vez, repitiendo las mismas palabras. Luego volvió junto a sus discípulos
y les dijo:
+ «Ahora pueden dormir y descansar: ha llegado la
hora en que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.
¡Levántense! ¡Vamos! Ya se acerca el que me va a entregar.»
Se abalanzaron sobre él y lo detuvieron
C. Jesús estaba hablando todavía, cuando llegó
Judas, uno de los Doce, acompañado de una multitud con espadas y palos, enviada
por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había dado
esta señal:
S. «Es aquel a quien voy a besar. Deténganlo.»
C. Inmediatamente se acercó a Jesús, diciéndole:
S. «Salud, Maestro.»
C. Y lo besó. Jesús le dijo:
+ «Amigo, ¡cumple tu cometido!»
C. Entonces se abalanzaron sobre él y lo
detuvieron. Uno de los que estaban con Jesús sacó su espada e hirió al servidor
del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja. Jesús le dijo:
+ «Guarda tu espada, porque el que a hierro mata a
hierro muere. ¿O piensas que no puedo recurrir a mi Padre? El pondría
inmediatamente a mi disposición más de doce legiones de ángeles. Pero entonces,
¿cómo se cumplirían las Escrituras, según las cuales debe suceder así?»
C. Y en ese momento dijo Jesús a la multitud:
+ «¿Soy acaso un ladrón, para que salgan a
arrestarme con espadas y palos? Todos los días me sentaba a enseñar en el
Templo, y ustedes no me detuvieron.»
C. Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que
escribieron los profetas. Entonces todos los discípulos lo abandonaron y
huyeron.
Veréis al Hijo del hombre sentarse a la derecha del Todopoderoso
C. Los que habían arrestado a Jesús lo condujeron a
la casa del Sumo Sacerdote Caifás, donde se habían reunido los escribas y los
ancianos. Pedro lo seguía de lejos hasta el palacio del Sumo Sacerdote; entró y
se sentó con los servidores, para ver cómo terminaba todo.
Los sumos sacerdotes y todo el Sanedrín buscaban un falso testimonio contra
Jesús para poder condenarlo a muerte; pero no lo encontraron, a pesar de haberse
presentado numerosos testigos falsos. Finalmente, se presentaron dos que
declararon:
S. «Este hombre dijo: "Yo puedo destruir el Templo
de Dios y reconstruirlo en tres días".»
C. El Sumo Sacerdote, poniéndose de pie, dijo a
Jesús: «¿No respondes nada? ¿Qué es lo que estos declaran contra ti?»
C. Pero Jesús callaba. El Sumo Sacerdote insistió:
S. «Te conjuro por el Dios vivo a que me digas si
tú eres el Mesías, el Hijo de Dios.»
C. Jesús le respondió:
+ «Tú lo has dicho. Además, les aseguro que de
ahora en adelante verán al Hijo del hombre sentarse a la derecha del
Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo.»
C. Entonces el Sumo Sacerdote rasgó sus vestiduras,
diciendo:
S. «Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de
testigos? Ustedes acaban de oír la blasfemia. ¿Qué les parece?»
C. Ellos respondieron:
S. «Merece la muerte.»
C. Luego lo escupieron en la cara y lo abofetearon.
Otros lo golpeaban, diciéndole:
S. «Tú, que eres el Mesías, profetiza, dinos quién
te golpeó.»
Antes que cante el gallo, me negarás tres veces
C. Mientras tanto, Pedro estaba sentado afuera, en
el patio. Una sirvienta se acercó y le dijo:
S. «Tú también estabas con Jesús, el Galileo.»
C. Pero él lo negó delante de todos, diciendo:
S. «No sé lo que quieres decir.»
C. Al retirarse hacia la puerta, lo vio otra
sirvienta y dijo a los que estaban allí:
S. «Este es uno de los que acompañaban a Jesús, el
Nazareno.»
C. Y nuevamente Pedro negó con juramento:
S. «Yo no conozco a ese hombre.»
C. Un poco más tarde, los que estaban allí se
acercaron a Pedro y le dijeron:
S. «Seguro que tú también eres uno de ellos; hasta
tu acento te traiciona.»
C. Entonces Pedro se puso a maldecir y a jurar que
no conocía a ese hombre. En seguida cantó el gallo, y Pedro recordó las palabras
que Jesús había dicho: «Antes que cante el gallo, me negarás tres veces.» Y
saliendo, lloró amargamente.
Entregaron a Jesús a Pilato, el gobernador
C. Cuando amaneció, todos los sumos sacerdotes y
ancianos del pueblo deliberaron sobre la manera de hacer ejecutar a Jesús.
Después de haberlo atado, lo llevaron ante Pilato, el gobernador, y se lo
entregaron.
No está permitido ponerlo en el tesoro, porque es precio
de sangre
C. Judas, el que lo entregó, viendo que Jesús había sido condenado, lleno
de remordimiento, devolvió las treinta monedas de plata a los sumos sacerdotes y
a los ancianos, diciendo:
S. «He pecado, entregando sangre inocente.»
C. Ellos respondieron:
S. «¿Qué nos importa? Es asunto tuyo.»
C. Entonces él, arrojando las monedas en el Templo,
salió y se ahorcó. Los sumos sacerdotes, juntando el dinero, dijeron:
S. «No está permitido ponerlo en el tesoro, porque
es precio de sangre.»
C. Después de deliberar, compraron con él un campo,
llamado «del alfarero», para sepultar a los extranjeros. Por esta razón se lo
llama hasta el día de hoy «Campo de sangre.» Así se cumplió lo anunciado por el
profeta Jeremías: Y ellos recogieron las treinta monedas de plata, cantidad en
que fue tasado aquel a quien pusieron precio los israelitas. Con el dinero se
compró el «Campo del alfarero», como el Señor me lo había ordenado.
¿Tú eres el rey de los judíos?
C. Jesús compareció ante el gobernador, y este le preguntó:
S. «¿Tú eres el rey de los judíos?»
C. El respondió:
+ «Tú lo dices.»
C. Al ser acusado por los sumos sacerdotes y los
ancianos, no respondió nada. Pilato le dijo:
S. «¿No oyes todo lo que declaran contra ti?»
C. Jesús no respondió a ninguna de sus preguntas, y
esto dejó muy admirado al gobernador. En cada Fiesta, el gobernador acostumbraba
a poner en libertad a un preso, a elección del pueblo. Había entonces uno
famoso, llamado Barrabás. Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido:
S. «¿A quién quieren que ponga en libertad, a
Barrabás o a Jesús, llamado el Mesías?»
C. El sabía bien que lo habían entregado por
envidia. Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir:
S. «No te mezcles en el asunto de ese justo, porque
hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho.»
C. Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los
ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la
muerte de Jesús. Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó:
S. «¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?»
C. Ellos respondieron:
S. «A Barrabás.»
C. Pilato continuó:
S. «¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?»
C. Todos respondieron:
S. «¡Que sea crucificado!»
C. El insistió:
S. «¿Qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban cada vez más fuerte:
S. «¡Que sea crucificado!»
C. Al ver que no se llegaba a nada, sino que
aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la
multitud, diciendo:
S. «Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de
ustedes.»
C. Y todo el pueblo respondió:
S. «Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre
nuestros hijos.»
C. Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y
a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.
Salud, rey de los judíos
C. Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a
toda la guardia alrededor de él. Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto
rojo. Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza,
pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de él, se
burlaban, diciendo:
S. «Salud, rey de los judíos.»
C. Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella
le golpeaban la cabeza. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto,
le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.
Fueron crucificados con él dos ladrones
C. Al salir, se encontraron con un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo
obligaron a llevar la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que
significa «lugar del Cráneo», le dieron de beber vino con hiel. El lo probó,
pero no quiso tomarlo. Después de crucificarlo, los soldados sortearon sus
vestiduras y se las repartieron; y sentándose allí, se quedaron para
custodiarlo. Colocaron sobre su cabeza una inscripción con el motivo de su
condena: «Este es Jesús, el rey de los judíos.» Al mismo tiempo, fueron
crucificados con él dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz
C. Los que pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza, decían:
S. «Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo
vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la
cruz!»
C. De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto
con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo:
S. «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí
mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en él. Ha
confiado en Dios; que él lo libre ahora si lo ama, ya que él dijo: "Yo soy Hijo
de Dios".»
C. También lo insultaban los ladrones crucificados
con él.
Elí, Elí, ¿lemá sabactani?
C. Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron
toda la región. Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz:
+ «Elí, Elí, lemá sabactani.»
C. Que significa:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
C. Algunos de los que se encontraban allí, al
oírlo, dijeron:
S. «Está llamando a Elías.» En seguida, uno de
ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta
de una caña, le dio de beber. Pero los otros le decían:
S. «Espera, veamos si Elías viene a salvarlo.»
C. Entonces Jesús, clamando otra vez con voz
potente, entregó su espíritu.
Aquí todos se arrodillan, y se hace una breve pausa.
C. Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo,
la tierra tembló, las rocas se partieron y las tumbas se abrieron. Muchos
cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas
después que Jesús resucitó, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a mucha
gente. El centurión y los hombres que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y
todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron:
S. «¡Verdaderamente, este era Hijo de Dios!»
C. Había allí muchas mujeres que miraban de lejos:
eran las mismas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo. Entre
ellas estaban María Magdalena, María -la madre de Santiago y de José- y la madre
de los hijos de Zebedeo.
José depositó el cuerpo de Jesús en un sepulcro nuevo
C. Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que
también se había hecho discípulo de Jesús, y fue a ver a Pilato para pedirle el
cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo entregaran. Entonces José tomó el
cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo que
se había hecho cavar en la roca. Después hizo rodar una gran piedra a la entrada
del sepulcro, y se fue. María Magdalena y la otra María estaban sentadas frente
al sepulcro.
Ahí tienen la guardia,
vayan y aseguren la vigilancia como lo crean conveniente
C. A la mañana siguiente, es decir, después del día de la Preparación,
los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron y se presentaron ante Pilato,
diciéndole:
S. «Señor, nosotros nos hemos acordado de que ese
impostor, cuando aún vivía, dijo: "A los tres días resucitaré". Ordena que el
sepulcro sea custodiado hasta el tercer día, no sea que sus discípulos roben el
cuerpo y luego digan al pueblo: "¡Ha resucitado!" Este último engaño sería peor
que el primero.»
C. Pilato les respondió:
S. «Ahí tienen la guardia, vayan y aseguren la
vigilancia como lo crean conveniente.»
C. Ellos fueron y aseguraron la vigilancia del
sepulcro, sellando la piedra y dejando allí la guardia.
Palabra del Señor.
O bien más breve:
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 27,
1-2. 11-54
¿Tú eres el rey de los judíos?
C. Después de ser arrestado, todos los Sumos
Sacerdotes y ancianos del pueblo deliberaron sobre la manera de hacer ejecutar a
Jesús. Después de haberlo atado, lo llevaron ante Pilato, el gobernador, y se lo
entregaron. Jesús compareció ante el gobernador, y este
le preguntó:
S. «¿Tú eres el rey de los judíos?»
C. El respondió:
+ «Tú lo dices.»
C. Al ser acusado por los sumos sacerdotes y los
ancianos, no respondió nada. Pilato le dijo:
S. «¿No oyes todo lo que declaran contra ti?»
C. Jesús no respondió a ninguna de sus preguntas, y
esto dejó muy admirado al gobernador. En cada Fiesta, el gobernador acostumbraba
a poner en libertad a un preso, a elección del pueblo. Había entonces uno
famoso, llamado Barrabás. Pilato preguntó al pueblo que estaba reunido:
S. «¿A quién quieren que ponga en libertad, a
Barrabás o a Jesús, llamado el Mesías?»
C. El sabía bien que lo habían entregado por
envidia. Mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir:
S. «No te mezcles en el asunto de ese justo, porque
hoy, por su causa, tuve un sueño que me hizo sufrir mucho.»
C. Mientras tanto, los sumos sacerdotes y los
ancianos convencieron a la multitud que pidiera la libertad de Barrabás y la
muerte de Jesús. Tomando de nuevo la palabra, el gobernador les preguntó:
S. «¿A cuál de los dos quieren que ponga en libertad?»
C. Ellos respondieron:
S. «A Barrabás.»
C. Pilato continuó:
S. «¿Y qué haré con Jesús, llamado el Mesías?»
C. Todos respondieron:
S. «¡Que sea crucificado!»
C. El insistió:
S. «¿Qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban cada vez más fuerte:
S. «¡Que sea crucificado!»
C. Al ver que no se llegaba a nada, sino que
aumentaba el tumulto, Pilato hizo traer agua y se lavó las manos delante de la
multitud, diciendo:
S. «Yo soy inocente de esta sangre. Es asunto de
ustedes.»
C. Y todo el pueblo respondió:
S. «Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre
nuestros hijos.»
C. Entonces, Pilato puso en libertad a Barrabás; y
a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo entregó para que fuera crucificado.
Salud, rey de los judíos
C. Los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron a
toda la guardia alrededor de él.
Entonces lo desvistieron y le pusieron un manto rojo.
Luego tejieron una corona de espinas y la colocaron sobre su cabeza,
pusieron una caña en su mano derecha y, doblando la rodilla delante de él,
se burlaban, diciendo:
S. «Salud, rey de los judíos.»
C. Y escupiéndolo, le quitaron la caña y con ella
le golpeaban la cabeza. Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto,
le pusieron de nuevo sus vestiduras y lo llevaron a crucificar.
Fueron crucificados con él dos ladrones
C. Al salir, se encontraron con un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo
obligaron a llevar la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que
significa «lugar del Cráneo», le dieron de beber vino con hiel. El lo probó,
pero no quiso tomarlo. Después de crucificarlo, los soldados sortearon sus
vestiduras y se las repartieron; y sentándose allí, se quedaron para
custodiarlo. Colocaron sobre su cabeza una inscripción con el motivo de su
condena: «Este es Jesús, el rey de los judíos.» Al mismo tiempo, fueron
crucificados con él dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz
C. Los que pasaban, lo insultaban y, moviendo la cabeza, decían:
S. «Tú, que destruyes el Templo y en tres días lo
vuelves a edificar, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y baja de la
cruz!»
C. De la misma manera, los sumos sacerdotes, junto
con los escribas y los ancianos, se burlaban, diciendo:
S. «¡Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí
mismo! Es rey de Israel: que baje ahora de la cruz y creeremos en él. Ha
confiado en Dios; que él lo libre ahora si lo ama, ya que él dijo: "Yo soy Hijo
de Dios".»
C. También lo insultaban los ladrones crucificados
con él.
Elí, Elí, ¿lemá sabactani?
C. Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron
toda la región. Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz:
+ «Elí, Elí, lemá sabactani.»
C. Que significa:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
C. Algunos de los que se encontraban allí, al
oírlo, dijeron:
S. «Está llamando a Elías.» En seguida, uno de
ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta
de una caña, le dio de beber. Pero los otros le decían:
S. «Espera, veamos si Elías viene a salvarlo.»
C. Entonces Jesús, clamando otra vez con voz
potente, entregó su espíritu.
Aquí todos se arrodillan, y se hace un breve silencio de
adoración.
C. Inmediatamente, el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo,
la tierra tembló, las rocas se partieron y las tumbas se abrieron. Muchos
cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas
después que Jesús resucitó, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a mucha
gente. El centurión y los hombres que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y
todo lo que pasaba, se llenaron de miedo y dijeron:
S. «¡Verdaderamente, este era Hijo de Dios!»
Palabra del Señor.