9 de octubre
Santos Dionisio, obispo, y compañeros
mártires
Como moribundos, cuando estamos llenos de vida
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 6, 4-10
Hermanos:
Siempre nos comportamos como corresponde a ministros de Dios, con una gran
constancia: en las tribulaciones, en las adversidades, en las angustias, al
soportar los golpes, en la cárcel, en las revueltas, en las fatigas, en la falta
de sueño, en el hambre.
Nosotros obramos con integridad, con inteligencia, con paciencia, con
benignidad, con docilidad al Espíritu Santo, con un amor sincero, con la palabra
de verdad, con el poder de Dios; usando las armas ofensivas y defensivas de la
justicia; sea que nos encontremos en la gloria, o que estemos humillados; que
gocemos de buena o de mala fama; que seamos considerados como impostores, cuando
en realidad somos sinceros; como desconocidos, cuando nos conocen muy bien; como
moribundos, cuando estamos llenos de vida; como castigados, aunque estamos
ilesos; como tristes, aunque estamos siempre alegres; como pobres, aunque
enriquecemos a muchos; como gente que no tiene nada, aunque lo poseemos todo.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 125, 1-2b. 2c-3. 4-5. 6 (R.: 5)
R. Los que siembran entre lágrimas cosecharán entre canciones.
Cuando el Señor cambió la suerte de Sión,
nos parecía que soñábamos:
nuestra boca se llenó de risas
y nuestros labios, de canciones. R.
Hasta los mismos paganos decían:
«¡El Señor hizo por ellos grandes cosas!»
¡Grandes cosas hizo el Señor por nosotros
y estamos rebosantes de alegría! R.
¡Cambia, Señor, nuestra suerte
como los torrentes del Négueb!
Los que siembran entre lágrimas
cosecharán entre canciones. R.
El sembrador va llorando
cuando esparce la semilla,
pero vuelve cantando
cuando trae las gavillas. R.
ALELUIA Jn 8, 12
Aleluia.
«Yo soy la luz del mundo;
el que me sigue tendrá la luz de la vida», dice el Señor.
Aleluia.
EVANGELIO
Ustedes son la luz del mundo
+
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 5, 13-16O bien:
San Juan Leonardi
presbítero
Predicamos a Cristo Jesús,
y nosotros no somos más que servidores de ustedes por amor de Jesús
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto 4, 1-2. 5-7
Hermanos:
Investidos misericordiosamente del ministerio apostólico, no nos desanimamos y
nunca hemos callado nada por vergüenza, ni hemos procedido con astucia o
falsificando la Palabra de Dios. Por el contrario, manifestando abiertamente la
verdad, nos recomendamos a nosotros mismos, delante de Dios, frente a toda conciencia humana.
Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús, el Señor, y
nosotros no somos más que servidores de ustedes por amor de Jesús. Porque el
mismo Dios que dijo: «Brille la luz en medio de las tinieblas», es el que hizo
brillar su luz en nuestros corazones para que resplandezca el conocimiento de la
gloria de Dios, reflejada en el rostro de Cristo. Pero nosotros llevamos ese
tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder
extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 95, 1-3. 7-8a. 10 (R.: cf. 3)
R. ¡Anuncien las maravillas del Señor por todos los pueblos!
Canten al Señor un canto nuevo,
cante al Señor toda la tierra;
canten al Señor, bendigan su Nombre. R.
Día tras día, proclamen su victoria.
Anuncien su gloria entre las naciones,
y sus maravillas entre los pueblos. R.
Aclamen al Señor, familias de los pueblos,
aclamen la gloria y el poder del Señor;
aclamen la gloria del Nombre del Señor. R.
Digan entre las naciones: «¡el Señor reina!
El mundo está firme y no vacilará.
El Señor juzgará a los pueblos con rectitud». R.
ALELUIA Mc 1, 17
Aleluia.
«Síganme, y Yo los haré pescadores de hombres»,
dice el Señor.
Aleluia.
EVANGELIO
Si Tú lo dices, echaré las redes
+
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 5, 1-11
En una oportunidad, la multitud se amontonaba alrededor de
Jesús para escuchar la Palabra de Dios, y Él estaba de pie a la orilla del lago
de Genesaret. Desde allí vio dos barcas junto a la orilla de lago; los
pescadores habían bajado y estaban limpiando las redes. Jesús subió a una de las
barcas, que era de Simón, y le pidió que se apartara un poco de la orilla;
después se sentó, y enseñaba a la multitud desde la barca. Cuando terminó de
hablar dijo a Simón: «Navega mar adentro, y echen las redes».
Simón le respondió: «Maestro, hemos trabajado la noche entera
y no hemos sacado nada, pero si Tú lo dices, echaré las redes». Así lo hicieron,
y sacaron tal cantidad de peces, que las redes estaban a punto de romperse.
Entonces hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que fueran a
ayudarlos. Ellos acudieron, y llenaron tanto las dos barcas, que casi se hundían.
Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús y le
dijo: «Aléjate de mí, Señor, porque soy un pecador». El temor se había apoderado
de él y de los que lo acompañaban, por la cantidad de peces que habían recogido;
y lo mismo les pasaba a Santiago y a Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simón.
Pero Jesús dijo a Simón: «No temas, de ahora en adelante serás pescador de hombres».
Ellos atracaron las barcas a la orilla y, abandonándolo todo, lo siguieron.
Palabra del Señor.