6 de diciembre
San Nicolás
obispo
Memoria libre
¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?
Lectura del libro del profeta Isaías 6, 1-8
El año de la muerte del rey Ozías, yo vi al Señor sentado en un trono elevado y
excelso, y las orlas de su manto llenaban el Templo. Unos serafines estaban de
pie por encima de él. Cada uno tenía seis alas: con dos se cubrían el rostro,
con dos se cubrían los pies, y con dos volaban.
Y uno gritaba hacia el otro: «¡Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos!
Toda la tierra está llena de su gloria.»
Los fundamentos de los umbrales temblaron al clamor de su voz, y la Casa se
llenó de humo.
Yo dije: «¡Ay de mí, estoy perdido! Porque soy un hombre de labios impuros, y
habito en medio de un pueblo de labios impuros; ¡y mis ojos han visto al Rey, el
Señor de los ejércitos!»
Uno de los serafines voló hacia mí, llevando en su mano una brasa que había
tomado con unas tenazas de encima del altar. El le hizo tocar mi boca, y dijo:
«Mira: esto ha tocado tus labios; tu culpa ha sido borrada y tu pecado ha sido
expiado.»
Yo oí la voz del Señor que decía: «¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?»
Yo respondí: «¡Aquí estoy: envíame!»
Palabra de Dios.
SALMO Sal 39, 2 y 4ab. 7-8. 9. 10 (R.: cf. 8 y 9a)
R. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Esperé confiadamente en el Señor:
él se inclinó hacia mí
y escuchó mi clamor.
Puso en mi boca un canto nuevo,
un himno a nuestro Dios. R.
Tú no quisiste víctima ni oblación;
pero me diste un oído atento;
no pediste holocaustos ni sacrificios,
entonces dije: «Aquí estoy.» R.
«En el libro de la Ley está escrito
lo que tengo que hacer:
yo amo. Dios mío, tu voluntad,
y tu ley está en mi corazón.» R.
Proclamé gozosamente tu justicia
en la gran asamblea;
no, no mantuve cerrados mis labios,
tú lo sabes, Señor. R.
ALELUIA Lc 4, 18
El Señor me envió a evangelizar a los pobres,
a anunciar la liberación a los cautivos.
EVANGELIO
La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos
+
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 10, 1-9