PRESENTACION


      Con la aparición de este libro de acompañamiento se completa la publicación integral de "72 Salmos para cantar". Y creemos que esta obra es absolutamente indispensable para la correcta ejecución de dichos salmos, ya que solamente así­ se podrá enmarcar el canto en su ajustada armonización y ambiente.
      Los salmos son la oración del Pueblo de Dios. Durante largos siglos, fueron ellos la expresión comunitaria y personal de la plegaria de Israel, Jesús también expresó su diálogo de amor y de entrega a su Padre, apoyándose en las fórmulas de los salmos (Mt. 27. 46; Le. 23. 46; 24.44; Me. 14.26).
      La oración de Marí­a (como lo demuestra su canto, Lc 1.46-56) y la de los apóstoles corrió por el mismo cauce.
      Desde Pentecostés hasta nosotros, ininterrumpidamente, la Iglesia ha hecho de los salmos la fuente principal de su oración litúrgica, y, junto con los Evangelios,.el instrumento fundamental de la evangelización y catequesis.
      Los católicos argentinos y latinoamericanos en general, no hemos conocido los salmos, que, por razones de incomunicación idiomátiGa, fueron usados solo por los sacerdotes y religiosos conocedores del latí­n.
      Desde hace unos diez años, y más intensamente, después de la reforma litúrgica conciliar, los salmos han pasado a ser oración y canto en los labios de los fieles. Hecho auspicioso, porque orar con los salmos es orar con Cristo y con la Iglesia, es responder a Dios con las palabras que í‰l mismo pone en nuestros labios.
      ¿Por qué este libro de la Biblia goza de un lugar tan privilegiado?
      Porque es, antes que nada, la Palabra de Dios, como el corazón de todo el Antiguo Testamento. Los salmos traducen en el lirismo de la poesí­a y en la fuerza expresiva y comunitaria del canto, todo el diálogo de Dios y el hombre, del Salvador con su Pueblo.
      Nacidos, en las asambleas litúrgicas de Israel celebran todas las etapas de su historia: la creación, la promesa, la pascua salvadora, la alianza.
      En ellos se compendia toda la historia de la salvación, cuyo centro es Jesús, el Señor: la grandeza única de Dios, su poder, su justicia, su designio de amor; la grandeza del hombre y de su destino, sus limitaciones, su búsqueda de Dios y de la felicidad, su agradecimiento y adoración, sus gritos de incomprensión y de rebeldí­a frente a los misteriosos designios divinos.
      Por eso, sin nombrarlo, los salmos nos hablan de Cristo, Hijo de Dios, hijo del hombre -lugar de encuentro de Dios y del hombre- hablan de su Iglesia, que coniinúa a Cristo, y de cada una de nuestras vidas.
      Como toda la Biblia, los salmos necesitan una iniciación catequética progresiva que nos familiarice con su ropaje exterior y su contenido; que nos haga entrar en comunión con el alma hebrea tan extraña a nuestras concepciones greco-occidentales.
      El léxico de los salmos, sus imágenes, el marco histórico-geográfico que evocan, las actitudes religiosas que expresan se irán aclarando lentamente en la conciencia del pueblo cristiano, no solo por una necesaria catequesis, sino por el uso de los mismos salmos, sobre todo en su expresión cantada.
      Esto es lo que San Pablo recomienda cuando nos dice:
"Canten a Dios de todo corazón y con reconocimiento, salmos, himnos y cánticos inspirarlos". (Col. 3.16).
      Para esto es necesario contar con una buena traducción que por su fondo y forma haga que estos cantos, nacidos en época y medios tan distantes de nosotros, puedan -seguir viviendo y dando forma al diálogo eterno de Dios con el hombre. Y con ese sentido se trabajó en la presente versión castellana.
      Pero, también, se hací­a necesaria la composición de recitativos y melodí­as que llegaran al alma de nuestro pueblo.
      Hasta ahora, las lí­neas melódicas de antí­fonas y estrofas fueron tomadas del repertorio creado por el P. Gelineau, cuyas caracterí­sticas son de todos conocidas (antí­fonas melódicas, recitativos acompasados, escalas modales).
      En esta edición hemos (lado un paso nuevo y propio tendiente a acercar la música de los salmos a nuestra propia idiosincracia musical.
      En este aspecto, las antí­fonas nuevas son de más expresión rí­tmica, los recitativos de giros más populares, la armonización más "nuestra" y por tanto de corte tonal más que modal.
      El tiempo y la recta ejecución dirán si este primer paso hacia la inclusión de los salmos en nuestra literatura musical litúrgica es o no valedera.
      Mientras tanto, ofrecemos este modesto aporte, a todo el Pueblo de Dios -nuestra Iglesia Santa- a sus pastores y fieles, a todos los hermanos de las Iglesias cristianas a los hermanos del Pueblo Judí­o, en la confianza de que orando con el canto de los salmos convergiremos todos hacia la fuente de la verdad y de la unidad: la Palabra de Dios.

P. Osvaldo Catena




ADVERTENCIAS



1. El presente acompañamiento corresponde a las antí­fonas y recitativos de "72 salmos para cantar". Está escrito para teclado, pero, en su casi totalidad, puede servir de partitura para el canto polifónico.
2. A diferencia de la edición anterior, se incluyen en esta los textos completos de los salmos y antí­fonas. Las letras mayúsculas ubicadas sobre el pentagrama indican el comienzo de cada verso.
3. Salvo que se indique lo contrario, debe mantenerse un "tempo" igual entre la unidad de los recitativos y la unidad de las antí­fonas. En los recitativos la unidad es la redonda (un compás) cuyo valor puede variar entre 48 y 72 m M; según el carácter del salmo.
4. Los recitativos, salvo indicación contraria, pertenecen al P. José Gelineau. Las antí­fonas están firmadas y las iniciales corresponden así­:

J. G.: José Gelineau
O. C.: Osvaldo Catena
J. S.: Jesús Segade
R. C.: Roberto Caamaño
A. F.: Adriana Fontana
L. S.: Luis Serra
L. D.: Luciano Deiss
J. L.: Juan Langlais




SUGERENCIAS



1. Guardar una debida proporción entre salmos y cantos. Tres salmos sobre un total de seis piezas cantadas, serí­a lo ideal.
2. El momento propio del salmo es el interleccional­ (gradual, tracto). Elegir dos o tres estrofas del salmo indicado por el Misal (o de otro equivalente) alternando las estrofas con la antí­fona más adecuada a la liturgia del dí­a y a la asamblea.
Lo ideal serí­a que las estrofas fueran cantadas por un buen solista desde el ambón.
3. El alleluia es una aclamación al Evangelio. Se canta de pie. Elegir una o dos estrofas de un salmo apropiado (65; 32;.66; 97; 116; 147; 148; 150). El pueblo aclama al principio y al final” con el "alleluia" correspondiente al tono del salmo.
4. Para la entrada, conviene preferir un canto, aunque algunos salmos se adaptan perfectamente. Así­, según el tiempo litúrgico» podrí­a elegirse entre los salmos 8 ant. 1; 42 ant. 1; 64 ant. 1; 99 ant. 1 y 3; 117 ant, 1 y 2. 5. En el ofertorio es indif­erente un canto o un salmo (o el silencio o un trozo de música instrumental). No hace falla que el salmo se refiera a las ofrendas, sino al sentido litúrgico del dí­a.
6. En la comunión conviene dar cabida a los cantos. Los principales salmos para la comunión son; 22 ant. 1 y 2; 33 ant. 1; 115 ant. 1; 4 ant. 3; 147 ant. 1 y 2.
7. Para el linal, preferir un canto, aunque algunos pocos salmos tienen ritmo y sentido conclusivo. Por ejemplo 135; 137; 148; 150; Canto de la Virgen Marí­a; Canto de las Creaturas.