RITUAL DE LAS EXEQUIAS

 

CAPÍTULO I


VIGILIA Y ORACIÓN

ANTES DE COLOCAR EL CUERPO EN EL FÉRETRO



En la casa del difunto o en la sala velatoria

26. En la casa del difunto o en el lugar donde se haga el velatorio, según la costumbre del lugar, puede tenerse una vigilia o celebración de la Palabra de Dios, presidida por un sacerdote o diácono o guiada por un laico.

27. Esta vigilia se presenta como una celebración de la Palabra de Dios y puede ordenarse de la siguiente manera:

1.
Monición introductoria.
2. Salmo o canto apropiado.
3. Oración por el difunto y sus familiares.
4. Lectura de la Palabra de Dios.
5. Homilía o breve reflexión sobre la Palabra de Dios.
6. Oración de los fieles.
7. Padrenuestro.
8. Ritos conclusivos.

28. Esta celebración de la Palabra de Dios también puede tener lugar en la iglesia a una hora conveniente, pero no inmediatamente antes de la Misa de difuntos, a fin de que el rito no se prolongue demasiado ni se duplique la liturgia de la Palabra.


1. Monición introductoria

El ministro se dirige a los presentes, exhortándolos a tener confianza en Dios y a prepararse a escuchar su Palabra.


Nuestro hermano/a N. acaba de morir. Nos reunimos para elevar nuestra oración por él (ella) y pedirle al Señor Jesús Resucitado que lo(a) reciba en su presencia.


2. Salmo o canto apropiado

Se puede recitar o cantar uno de los siguientes salmos o escoger alguno de los indicados en las pp. 187-196. También se puede entonar un canto de los indicados en las pp. 307-334 u otro canto adecuado.


Salmo 129

Ant. Yo pongo mi esperanza en ti, Señor,
y confío en tu palabra.


Desde lo más profundo te invoco, Señor.
¡Señor, oye mi voz!
Estén tus oídos atentos
al clamor de mi plegaria. R.

Si tienes en cuenta las culpas, Señor,
¿quién podrá subsistir?
Pero en ti se encuentra el perdón,
para que seas temido. R.

Mi alma espera en el Señor,
y yo confío en su palabra.
Mi alma espera al Señor,
más que el centinela la aurora. R.

Como el centinela espera la aurora,
espere Israel al Señor,
porque en El se encuentra la misericordia
y la redención en abundancia:
El redimirá a Israel de todos sus pecados. R.


Salmo 22

Ant. Acuérdate de mí, Señor, cuando estés en tu reino.

El Señor es mi pastor, nada me puede faltar.
Él me hace descansar en verdes praderas,
me conduce a las aguas tranquilas
y repara mis fuerzas. R.

Me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre.
Aunque cruce por oscuras quebradas,
no temeré ningún mal, porque Tú estás conmigo:
tu vara y tu bastón me infunden confianza. R.

Tú preparas ante mí una mesa,
frente a mis enemigos;
unges con óleo mi cabeza
y mi copa rebosa. R.

Tu bondad y tu gracia me acompañan
a lo largo de mi vida;
y habitaré en la casa del Señor,
por muy largo tiempo. R.


Salmo 113,1-20

Ant. Que Cristo te reciba en el Paraíso.

Cuando Israel salió de Egipto,
la familia de Jacob, de un pueblo extranjero,
Judá se convirtió en su Santuario,
la tierra de Israel fue su dominio. R.

El Mar, al verlos, huyó,
el Jordán se volvió atrás;
los montes saltaron como cameros
y las colinas, como corderos. R.

¿Qué tienes, Mar? ¿Por qué huyes?
Y tu, Jordán, ¿por qué te vuelves atrás?
Montes, ¿por qué saltan como cameros,
y ustedes, colinas, como corderos? R.

Nuestro Dios está en el cielo y en la tierra,
El hace todo lo que quiere.
Los ídolos, en cambio, son plata y oro,
obra de las manos de los hombres. R.

Tienen boca, pero no hablan,
tienen ojos, pero no ven;
tienen orejas, pero no oyen,
tienen nariz, pero no huelen. R.

Tienen manos, pero no palpan,
tienen pies, pero no caminan;
como ellos serán los que los fabrican,
los que ponen en ellos su confianza. R.

Pueblo de Israel, confía en el Señor:
Él es tu ayuda y tu escudo;
familia de Aarón, confía en el Señor:
Él es tu ayuda y tu escudo. R.

Los que temen al Señor confían en el Señor:
él es su ayuda y su escudo.
Que el Señor se acuerde de nosotros
y nos bendiga. R.



3. Oración

I

Oremos.
Recibe, Señor, el alma de tu servidor(a) N.,
a quien te has dignado llamar de este mundo a tu presencia
para que, libre de todo vínculo de pecado,
le concedas el gozo del descanso y la luz que no tiene fin,
y, entre tus santos y elegidos,
merezca participar de la gloria de la resurrección.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.


O bien:

II

Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
te suplicamos por el alma de tu hijo (a) N.,
a quien has llamado de este mundo
a tu presencia;
concédele gozar del lugar del descanso,
de la luz y de la paz.
Permítele atravesar sin dificultades
las puertas de la muerte,
para que pueda vivir con los santos
contemplando el resplandor de tu gloria,
que prometiste en otro tiempo a Abraham
y a su descendencia.
Que su alma no sufra ningún daño;
y cuando llegue el gran día de la resurrección
y de la retribución,
resucítalo(a) con tus santos y elegidos.
Perdona todas sus ofensas y pecados,
para que ingresando en el reino eterno
goce de la Vida inmortal en tu compañía.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.



O bien:

III

Señor,
te encomendamos humildemente,
a nuestro(a) hermano(a),
a quien en esta vida mortal
siempre protegiste con inmenso amor;
ahora que ha sido liberado (a) de todo mal,
llévalo(a) al descanso eterno.
Imploramos tu clemencia
para que conduzcas al Paraíso
a este(a) hijo(a) tuyo(a)
que ya ha concluido su vida mortal,
donde ya no existe ni la muerte,
ni la angustia, ni el sufrimiento,
sino la paz y el gozo
en compañía de tu Hijo y el Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos.
R. Amén.



*A estas oraciones se puede anteponer o añadir la siguiente oración por los familiares:

Oremos.
Padre de las misericordias
y Dios de todo consuelo,
que nos proteges con tu amor eterno,
y transformas las sombras de la muerte
en aurora de Vida:
Mira a tus hijos que lloran afligidos.
(Sé para nosotros como un refugio
y reanímanos para que,
superando las tinieblas de nuestro dolor,
seamos consolados con la luz
y la paz de tu presencia.)
Ayúdanos a encaminar nuestra vida hacia Cristo,
tu Hijo y Señor nuestro,
que muriendo destruyó nuestra muerte
y resucitando restauró nuestra vida,
de modo que,
cuando concluyamos esta vida mortal,
nos encontremos con nuestros hermanos,
allí donde serán secadas
las lágrimas de nuestros ojos.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.



4. Lectura de la Palabra de Dios

El ministro invita a escuchar la Palabra de Dios y proclama una de las siguientes lecturas o algunas de las propuestas en las pp. 169-214.


I

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Tesalónica     4, 13-18

Permaneceremos con el Señor para siempre

No queremos, hermanos, que vivan en la ignorancia acerca de los que ya han muerto, para que no estén tristes como los otros, que no tienen esperanza. Porque nosotros creemos que Jesús murió y resucitó: de la misma manera, Dios llevará con Jesús a los que murieron con El.
Queremos decirles algo, fundados en la Palabra del Señoríos que vivamos, los que quedemos cuando venga el Señor, no precederemos a los que hayan muerto. Porque a la señal dada por la voz del Arcángel y al toque de la trompeta de Dios, el mismo Señor descenderá del délo. Entonces, primero resudtarán los que murieron en Cristo. Después nosotros, los que aún vivamos, los que quedemos, seremos llevados con ellos al cielo, sobre las nubes, al encuentro de Cristo, y así permaneceremos con el Señor para siempre. Consuélense mutuamente con estos pensamientos.

Palabra de Dios.


II

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan     12, 23-26

Si el grano de trigo muere, da mucho fruto

Jesús dijo a sus discípulos: «Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado. Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna. El que quiera servirme que me siga, y donde Yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre».

Palabra del Señor.



5. Homilía o breve reflexión sobre la Palabra de Dios



6. Oración de los fieles

Puede tomarse el siguiente formulario o también, los señalados en las pp. 235-250 para circunstancias más particulares.


Hermanos: Invoquemos confiadamente a Dios todopoderoso, que resucitó de entre los muertos a su Hijo Jesús para salvar a vivos y difuntos.

A cada intención respondemos: Escúchanos Señor

- Por nuestro(a) hermano(a) difunto(a) N., que recibió en el Bautismo el germen de la Vida eterna, para que el Señor le conceda ser compañero(a) de los santos. Oremos.

- Por este(a) hermano(a) nuestro(a) que se alimentó con el Cuerpo de Cristo, Pan de Vida eterna, para que el Señor lo(a) resucite en el día final. Oremos.

- Por este(a) hijo(a) suyo(a), para que el Señor no tenga en cuenta sus pecados. Oremos.

- Por quien ha compartido durante todo este tiempo su vida con nosotros, para que el Señor lo(a) acepte junto a él en el lugar de la luz y de la paz. Oremos.

- Por nuestros parientes y amigos difuntos, para que el Señor les permita contemplar el resplandor de su gloria. Oremos.

Por todos los fíeles difuntos, para que el Señor los conduzca al Reino de los cielos. Oremos.



7. Padrenuestro

El ministro invita a retar la Oración del Señor con estas u otros palabras:


El Señor nos enseñó a rezar y confiar. Hagámoslo como verdaderos hijos de Dios.

Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.



8. Ritos conclusivos

Oración

I

Dios todopoderoso y eterno,
nuestra fe confiesa que tu Hijo murió y resucitó;
por este misterio, concede a tu servidor (a) N.
que se ha dormido en el Señor,
alcanzar la alegría de la resurrección.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.


O bien:

II

Dios nuestro, gloria de los fieles y vida de los justos,
que nos has redimido
por la muerte y resurrección de tu Hijo,
ten piedad de nuestro hermano(a) N.
y condúcelo(a), a la alegría de la felicidad eterna,
pues creyó en el misterio de la resurrección.
Por el mismo Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.


O bien:

III

Dios Padre todopoderoso,
que nos has fortalecido por el misterio de la Cruz
y nos has reconfortado
con el sacramento de la resurrección de tu Hijo,
concede que nuestra hermano(a) N.
pueda entrar a formar parte de la comunidad de tus elegidos.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.



Aspersión

Seguidamente el ministro asperge el cuerpo con agua bendita, y luego dice:


Concédele, Señor, el descanso eterno.
R. Y brille para él la luz que no tiene fin.


El ministro puede agregar:
Que las almas de nuestros fieles difuntos descansen en paz.

Y todos aclaman:
Amén.


Oración para el momento de colocar el cuerpo en el féretro

29. En el momento de colocar al difunto en el féretro puede recitarse el Salmo 129, o el 22, o el 113 (pp. 30-32), u otro salmo adecuado, con un responsorio conveniente, o invocaciones bíblicas, o una breve lectura:

Col 3, 34:

Ustedes están muertos y su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, que es nuestra Vida, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos de gloria.

Rom 6, 8-9:
Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Sabemos que Cristo, después de resucitar, no muere más, porque la muerte ya no tiene poder sobre él.

2 Co 4, 14:
Estamos seguros de que aquel que resucitó al Señor Jesús nos resucitará con él.

U otra oportunamente elegida.

Después sigue la oración

I

Oremos.
Recibe, Señor, el alma de tu servidor(a) N.,
a quien te has dignado llamar de este mundo a tu presencia
para que, libre de todo vínculo de pecado,
le concedas el gozo del descanso y la luz que no tiene fin,
y, entre tus santos y elegidos,
merezca participar de la gloria de la resurrección.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.


O bien:

II

Oremos.
Dios nuestro, escucha con bondad nuestros ruegos,
para que, al crecer nuestra fe
en tu Hijo resucitado de entre los muertos,
se afiance también nuestra esperanza
en la resurrección de nuestro hermano(a) N.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.


30. Estas oraciones, u otras propias de la piedad cristiana, pueden recitarse también mientras se arregla el cuerpo del difunto.