DEL GÉNESIS A LA LETRA


LIBRO IX


CAPITULO I

Por qué se dijo «y formó aún Dios de la tierra»

1. Y dijo el Señor Dios: no es bueno que el hombre esté solo; hagámosle una ayuda semejante a él. Y formó Dios aún de la tierra todas las bestias del campo y todas las aves del cielo y se las presentó a Adán para que viera cómo las había de llamar. Y todo nombre que impuso Adán al alma viviente, éste es su propio nombre. Y llamó Adán con nombres a todos los animales y a todas las aves del cielo y a todas las bestias del campo. Y para sí mismo Adán no encontró una ayuda semejante a él, y envió Dios un éxtasis a Adán y le durmió, y tomó una costilla de él, y llenó de carne este lugar y formó el Señor Dios en mujer la costilla que tomó de Adán, y se la presentó a Adán. Y dijo: Este ahora es hueso de mis huesos y carne de mi carne, ella se llamará mujer porque fue tomada del varón. Y por esto dejará el hombre al padre y a la madre y se unirá a su mujer y serán dos en una carne. Si algo han de ayudar al lector las cosas que en los libros anteriores hemos considerado y escrito, no debemos demorarnos largamente en esto que se dice: Formó aún Dios de la tierra todas las bestias del campo y todos los volátiles del cielo. Pues ya hemos insinuado cuanto pudimos, por qué se dijo aún, a saber, por causa de la primera creación de los seres efectuada en seis días, en la cual fueron causalmente terminadas e incoadas todas las cosas a la vez, para que después estas causas consiguieran sus efectos. Si alguno juzga que esto ha de ser explicado de otro modo, tan sólo le diré que considere diligentemente todos aquellos argumentos que propusimos para sacar tal conclusión. Mas si pudiera formular sobre esto una sentencia más probable, no sólo no debemos oponernos, sino que debemos también congratularnos.

2. Si le inquieta a alguno por qué no se dijo «formó Dios aún de la tierra todas las bestias del campo, y de las aguas todos los volátiles del cielo», sino que se escribió como si ambos géneros hubieran sido formados de la tierra, pues se dice: Formó Dios aún de la tierra todas las bestias del campo y todas las aves del cielo, observe que esto puede ser entendido de dos formas distintas: O que omitió ahora decir de dónde habían sido formados los volátiles del cielo, porque aún la omisión podía muy bien dar a entender que no se tomaba el haber hecho Dios de la tierra ambas cosas, sino solamente las bestias del campo; y, por lo tanto, callando la Escritura el origen de los volátiles del cielo, entendiéramos de dónde los había formado, pues ya sabíamos que en la primera creación de las razones causales habían sido producidos de las aguas. O también que la palabra tierra se entendió aquí en sentido general, designando en ella también a las aguas, como se entendió en el salmo en el que habiendo terminado las alabanzas que el Salmista mandaba tributar a Dios por el cielo, dirigiéndose hacia la tierra dijo: Alabad al Señor los seres de la tierra, dragones y todos los abismos, etc1; y sin decir alabad al Señor los seres de las aguas, se enumeran los abismos, los que alaban al Señor como si fueran de la tierra. También aparecen allí los reptiles y las aves alabando al Señor como si pertenecieran a la tierra. Conforme a esta acepción universal de la palabra tierra, que comprende a todo el universo, se entiende con verdad que Dios, que hizo el cielo y la tierra, creó de la tierra todas las cosas que fueron creadas, ya de la árida, ya de las aguas.


CAPITULO II

De qué modo dijo Dios «no es bueno», etc.

3. Ahora veamos ya cómo se ha de entender lo que dijo Dios: No es bueno que esté el hombre solo, hagámosle una ayuda semejante a él. ¿Acaso Dios dijo esto con voces y sílabas pronunciadas en el tiempo, o sólo se mencionó aquí la razón que desde un principio estaba en el Verbo de Dios, para que conforme a ella fuera hecha la mujer; a cuya razón atendía asimismo la Escritura al decir: Dijo Dios, hágase esto o aquello, cuando se creaban primeramente todas las cosas? ¿O es que, quizá, Dios dijo esto en la mente del mismo hombre, del modo que habla a algunos de sus siervos en el interior de ellos? De esta clase de siervos era aquel que dijo en el salmo: Oirá las cosas que el Señor Dios hable en mí2. ¿O se hizo alguna revelación sobre este asunto al mismo hombre en el interior del hombre, por medio de un ángel con semejanza de voces temporales, aunque callara la Escritura si esto sucedió en sueños o en éxtasis, pues así suelen acontecer estas cosas? ¿O se hizo de alguna otra manera al modo como se revela a los profetas, de lo que tenemos un ejemplo en aquello y me dijo el ángel que hablaba en mí3? ¿O sonó una voz por medio de la creatura corporal como aquella de la nube: Este es mi Hijo4? De todas estas formas de decir no podemos afirmar cuál fue la verdadera. Sin embargo, mantengamos con firmeza que Dios dijo esto. Y si lo dijo con sonido corporal o temporalmente con semejanza corporal, no lo dijo por medio de su propia sustancia, sino por alguna creatura sometida a su dominio, como lo expusimos ya en el libro precedente5.

4. Después de esto Dios ha sido visto por santos varones, unas veces con cabellos más blancos que la nieve, otras con la parte inferior de un cuerpo, brillante como auricalco6, y otras de diversos modos. Por lo tanto, es cosa evidente para los que o fielmente creen o entienden excelentemente, que la inmutable y eterna sustancia de la Trinidad, que no se mueve ni en el tiempo ni en el espacio, pero que mueve a las creaturas en el tiempo y en el espacio, presentó estas visiones a los hombres no por su propia sustancia, sino por la sustancia sometida y creada por El. Igualmente es evidente que El manifestó y dijo lo que quiso por medio de semejanzas de formas y de voces corporales. Luego en adelante ya no preguntemos de qué modo haya dicho esto o aquello, sino más bien procuremos entender lo que se dijo. La misma eterna Verdad por la que fueron creadas todas las cosas tiene determinado en Sí misma la ayuda que había de ser hecha para el hombre, semejante a El; y en esta Verdad oye el que puede conocer en ella, por qué razón ha sido creado lo que se creó.


CAPITULO III

La mujer fue creada como ayuda del varón para propagar la especie

5. Mas si se pregunta para qué haya convenido hacerse esta ayuda, probablemente ninguna otra cosa encontramos, a no ser la generación de los hijos, así como la tierra es una ayuda para la semilla, puesto que de una y otra nacen las plantas. Efectivamente, esto se decía en la primera creación de los seres, varón y mujer los hizo Dios y los bendijo diciendo: creced y multiplicaos, y llenad la tierra y dominadla7. Este motivo de la creación y de la unidad del hombre y la mujer y la bendición, no desapareció después del pecado y castigo del hombre. Ella es la que en la actualidad conserva la tierra poblada de hombres que la dominan.

6. Aunque la sagrada Escritura relata que se unieron y engendraron después de haber sido expulsados del paraíso, sin embargo no veo qué razón pudiera prohibir que en el paraíso existieran las uniones santas y el tálamo puro8, ayudando Dios en esto con su gracia y justicia y viviendo sometidos a El en obediencia y santidad, para que sin desordenado ardor de la concupiscencia, y sin trabajo en el parir, engendraran hijos del semen de ellos. No para que muriendo los padres les sucedieran los hijos, sino para que permaneciendo los padres en algún estado perfecto, y comiendo del árbol de la vida, que allí estaba plantado, continuasen en su vigor corpóreo; y los que fueran engendrados llegasen al mismo estado de perfección, hasta que completado cierto número, si todos vivieran en santidad y obediencia, se hiciera aquel cambio, sin pasar por la muerte, convirtiéndose los cuerpos animales en otra cualidad, en premio de haber servido a todo impulso del espíritu que los gobernaba. Mereciendo ser llamados cuerpos espirituales, viviendo ya de sólo el espíritu vivificante, sin auxilio de alimentos corporales. Pudo esto acontecer si la transgresión del precepto no mereciera el suplicio de la muerte.

7. Los que creen que no pudo haber sido hecho esto, no atienden más que a la costumbre actual de la naturaleza, la que después del pecado y del castigo sigue este curso. Mas nosotros no debemos ser contados entre las gentes que no creen, si no es lo que acostumbran a ver. Porque, ¿quién dudará que Dios pudo dar lo que dijimos al hombre, que viviera en santidad y obediencia, cuando no duda que se concedió a los vestidos de los israelitas un cierto estado de indeterioro, para que no padecieran ningún detrimento de vejez por espacio de cuarenta años9?


CAPITULO IV

Por qué no se unieron los primeros padres en el paraíso

8. Al instante puede responderse por qué sólo se unieron nuestros padres después de salir del paraíso. Porque inmediatamente de ser creada la mujer se cometió aquella transgresión por la que merecieron ser destinados a la muerte y ser expulsados del paraíso, y, por lo tanto, antes de unirse. Cierto que no dice la Escritura expresamente el tiempo que transcurrió entre la creación de ellos y el nacimiento de Caín, su hijo. También puede decirse que no lo hicieron porque aún no les había mandado Dios unirse. Pues ¿por qué no había de esperarse para esto la ordenación divina, ya que entonces no había allí concupiscencia alguna que urgiera como estímulo de la carne rebelde? Además, Dios no había mandado esto, porque disponía todas las cosas conforme a su divina presciencia, en la cual sin duda preveía el infortunio de ellos, del que debía ser propagado el mortal género humano.


CAPITULO V

La causa por la cual fue creada la mujer como ayuda del hombre, no fue otra que la propagación de la especie

9. Si la mujer no fue creada para ayudar al hombre en la generación de los hijos, ¿para qué ayuda fue creada? Si fue para trabajar la tierra, aún no existía trabajo que necesitara de ayuda, y si la necesitase mejor hubiera sido una ayuda de varón. Esto mismo puede decirse del solaz, si tal vez la soledad le apesadumbrase. ¿Pues cuánto más conveniente no es para convivir y hablar la reunión de dos amigos que la compañía del hombre y la mujer? Pero si convenía que vivieran el uno mandando y el otro obedeciendo para que las voluntades contrarias no perturbasen la paz de los cohabitantes, no hubiera faltado un orden para conservarla, teniendo en cuenta que primero existió uno y después otro, y sobre todo si el último fuera creado del primero, como lo fue la mujer. ¿O dirá alguno que Dios, si quisiera, no hubiera podido hacer de la costilla del hombre un varón, sino solamente una mujer? Por lo tanto, no encuentro para qué ayuda del hombre fue hecha la mujer, si prescindimos del motivo de dar a luz a los hijos.


CAPITULO VI

Cómo tendría lugar la sucesión de los hijos si Adán no hubiera pecado

10. Si convenía que los padres se apartasen de esta vida, dejando el puesto a los hijos, a fin de que por la ida de los unos y la venida de los otros se completase el determinado número de todo el género humano, también pudieron los hombres después de haber engendrado a los hijos, cumplida ya la justicia del deber humano, ser transportados de este mundo a otra vida mejor, no por la muerte, sino por algún cambio o por el sumo, con el cual los santos, después de haber recibido sus cuerpos, se hacen como ángeles en el cielo10. Mas si no convenía se diese este último cambio, sino a todos a un tiempo y al fin del mundo, a lo menos se les podría dar otro inferior del que al fin se dará, el cual, no obstante, sería mejor estado que el que actualmente tiene este cuerpo, o el que tenían aquellos que en un principio fueron creados, el varón del limo de la tierra y la mujer de la carne del varón.

11. No se ha de creer que Elías tiene ya el estado que tendrán los santos, cuando terminado el día del trabajo han de recibir al mismo tiempo todos el denario de la recompensa11, o como el que tienen los hombres que aún no han dejado esta vida; de la cual él no salió por la muerte, sino por la transportación12. Cierto que Elías tiene un estado mejor que el que pudiera tener en esta vida, aunque no tenga aún el que habrá de tener al fin del mundo, después de esta vida pasada en justicia. Para nosotros se proveyeron otras cosas mejores y sin nosotros no serán completados los santos13. Si alguno piensa que Elías no hubiera podido merecer esto si hubiera tenido mujer y hubiera engendrado hijos, ya que se cree que no la tuvo, porque la Escritura no dijo nada de esto, aunque tampoco dijo nada de su celibato, ¿qué dirá de Enoch que engendró hijos y agradando a Dios no murió, sino que fue transportado14? Luego, ¿por qué Adán y Eva, viviendo en justicia y castidad y creando hijos, no pudieran sin morir ser trasladados a otro lugar mejor, cediendo el que tenían a sus sucesores? Si de Enoch y de Elías, que murieron en Adán y que llevan en su carne el germen de la muerte, se cree que han de regresar a esta vida a fin de pagar la condena, y por mucho que se difiera el tiempo de su venida han de morir15; pues ahora están en otra vida, en la que antes de la resurrección de la carne, antes de que se transforme el cuerpo animal en espiritual no padecen enfermedad ni vejez, ¿con cuánta más probabilidad y justicia a los primeros hombres que viviendo sin pecado alguno propio y de los padres, cediendo el puesto a los hijos engendrados por ellos, se les concedería un estado mejor, desde el cual terminado el siglo fueran trocados con toda la descendencia de santos, no por la muerte de la carne, sino por la virtud de Dios en el estado angélico mucho más bienaventurado?


CAPITULO VII

De dónde proviene que la virginidad y el matrimonio son laudables

12. Así, pues, no comprendo para qué otra ayuda del hombre fue creada la mujer si se prescinde de la causa de engendrar, la cual no entiendo por qué se ha de quitar. ¿De dónde le viene a la piadosa y fiel virginidad el grande y excelente mérito de honor que tiene delante de Dios, si no es porque en este tiempo el abstenerse ya del abrazo carnal lo suple la gran abundancia de hombres que existen de todas las naciones, para completar el número de los santos, y cuando el ardor de la torpe concupiscencia no reclama para sí esta acción, puesto que ya no lo exige la necesidad de una descendencia abundante? Por último, la debilidad de uno y otro sexo, que encamina a la ruina de la pureza, con utilidad es sustentada por la honestidad del matrimonio, a fin de que pueda ser un deber para los sanos y un remedio para los enfermos. Mas no porque la incontinencia sea un mal, por eso no ha de ser un bien la unión con que se estrechan los incontinentes en el matrimonio; aún más, no porque la incontinencia sea un mal es culpable este bien, sino que por este bien es venial aquel mal, pues aquello que tienen de bueno las bodas y por lo que es bueno el matrimonio, nunca puede ser pecado. Este bien está dividido en tres partes: la fe, la prole y el sacramento. La fe cuida de que no se una el varón y la mujer con otra u otro fuera de la unión conyugal. La prole atiende a que se reciban con amor los hijos, se les alimente con agrado y se les eduque religiosamente. El sacramento mira a que la unión sea irrompible, y el repudiado o repudiada no se una a otra persona ni aun por causa de los hijos. Esta es como la norma de las bodas por la cual o se hermosea la fecundidad de la naturaleza o se corrige la maldad de la incontinencia. Mas como ya disertamos suficientemente en aquel libro que acerca «Del bien conyugal» escribí hace poco, donde señalaba, según la dignidad de sus propios grados, la continencia de la viudez y la excelencia de la virginidad, no detengamos por más tiempo nuestra pluma escribiendo sobre esto.


CAPITULO VIII

La huida de los vicios hace caer en los contrarios

13. Ahora preguntamos, ¿para qué ayuda del hombre fue hecha la mujer, si no les era permitido unirse carnalmente en el paraíso con el fin de engendrar hijos? Los que piensen esto tal vez juzguen que es pecado toda unión carnal. Difícil es que estos hombres al querer perversamente impedir los vicios, no caigan perniciosamente en otros contrarios a éstos. Cuando no por la razón, sino por la opinión se miden los vicios, acontece que el que odia la avaricia se hace pródigo; el que tiene horror a la prodigalidad se convierte en usurero; se hace inquieto el que desecha lo pereza; se vuelve perezoso el que condena la inquietud; cae en la timidez el que comienza a aborrecer su audacia; se hace temerario, roto el lazo de prudencia, el que intenta no ser tímido. Así también detestan la unión corporal basada en la generación los que desconocen lo que se condena por derecho divino en los adulterios y fornicaciones.


CAPITULO IX

la mujer fue creada para engendrar, aunque no hubiera sobrevenido la necesidad de morir a causa del pecado

14. Los que juzgan que fue dada la fecundidad por Dios a causa de la sucesión que exigía la muerte, no pueden conciliar lo que les dije, que nuestros primeros padres pudieron engendrar en el paraíso antes de pecar. Piensan que sólo pudieron unirse carnalmente para buscar sucesores suyos engendrando porque habían cometido el pecado por el que habían de morir. Consideren que si con razón pudieron buscar sucesores porque habían de morir, con más razón pudieran buscarse compañeros con los que siempre habrían de vivir. Ciertamente que una vez llena la tierra de hombres no se intentaría tener hijos, a no ser para suceder a los difuntos, mas para que la tierra se llenase de hombres por medio de estos dos primeros, era necesario se cumpliera el deber de sociedad engendrando. ¿O hay alguno tan obcecado que no vea cuánta hermosura no preste a la tierra el género humano, aun siendo pocos los que viven en ella con rectitud y honradamente, y cuánto sea el orden que ofrece a la república la ley de una paz terrena que doblega también a los malvados? No son tan depravados los hombres que sus semejantes no los antepongan a los animales y a los volátiles; de los cuales, sin embargo, ¿a quién no agrada considerar cómo todas sus especies adornan esta parte baja del mundo conforme a la condición de su lugar? Por lo tanto, ¿quién será tan insolente que juzgue que la tierra sería en menor grado embellecida si se poblase de hombres justos que no habían de morir?

15. La celestial ciudad angélica es numerosísima, por esto con razón no se unirán, porque no mueren. Previendo el Señor que esta multitud perfecta de hombres habría de asociarse en la resurrección a los ángeles, dice: En la resurrección ni se casarán los hombres ni las mujeres serán casadas, porque no comienzan a morir, sino que serán como los ángeles del cielo16. En esta vida, como la tierra debía llenarse de hombres, convenía se llenara proviniendo todos de uno, porque así lo aconsejaba de modo especialísimo el vínculo de la unidad y la necesidad de un más estrecho parentesco. Por lo tanto, ¿por qué otra cosa, según esto, se buscó una ayuda en el sexo femenino, sino para que sembrando el género humano en la naturaleza de la mujer, ésta, siendo como la fecundidad de la tierra, ayudara al nacimiento de los hombres?


CAPITULO X

La concupiscencia procede del pecado

16. Aunque mejor y con más elevado pensamiento puede creerse que el cuerpo animal de aquellos primeros hombres colocados en el paraíso, sin estar todavía condenados a la ley de la muerte, de tal modo fue entonces que no tenía el apetito de la concupiscencia de la carne, tal cual ahora le tienen estos cuerpos que ya provienen de la propagación de muerte, sin embargo, no puede decirse que nada sucedió en sus cuerpos al comer del árbol prohibido, ya que Dios no había dicho: «Si comiereis, moriréis con muerte», sino: en el día que comiereis moriréis con muerte17. Por lo tanto, en aquel día sucedió en ellos esto mismo, de lo cual el Apóstol se queja cuando dice: Me deleito con la ley de Dios que se halla en el interior del hombre, mas veo otra ley en mis miembros que lucha en contra de la ley de mi mente y que me tiene cautivo en la ley del pecado que se halla en mis miembros; soy un hombre infeliz, ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? La gracia de Dios por medio de Jesucristo Señor nuestro18. No le hubiera bastado decir: «quién me librará de este cuerpo mortal» sino que escribe: ¿quién me librará de este cuerpo de muerte? También dijo el cuerpo ciertamente está muerto por el pecado19, no dijo el cuerpo es mortal, sino que está muerto, porque ciertamente ya era mortal porque había de morir. Así, pues, no se ha creer que aquellos cuerpos de los primeros padres antes del pecado estaban muertos, pues aunque animales y aún no espirituales, sin embargo, no estaban muertos, es decir, no tenían la necesidad de morir, la cual les sobrevino el día que tocaron el árbol contra lo prohibido por Dios.

17. De nuestros mismos cuerpos se dice que gozan de una cierta salud apropiada a su consecución; sin embargo, cuando es perturbada esta salud por una mortal enfermedad que corrompe sus entrañas, si al examinarla los médicos diagnostican su muerte inminente, decimos que el cuerpo está condenado a la muerte, pero lo decimos en otro sentido que cuando estaba sano, porque sin duda en algún tiempo ha de morir. Igualmente aquellos hombres, llevando cuerpos verdaderamente animales, que no habían de morir a no ser que pecasen, recibirían la forma angélica y la condición celeste, pero tan pronto como traspasaron el precepto se concibió la muerte en sus miembros como si fuera una enfermedad mortal, y se mudó aquella cualidad por la que de tal modo se dominaba el cuerpo, que no podía decirse veo otra ley en mis miembros opuesta a la ley de mi mente. (Se dice esto) porque si todavía no era espiritual, sino cuerpo animal, sin embargo aún no residía en él esta muerte de la que y con la que nacemos ahora. ¿Qué más diré si no es que comenzamos a existir desde que nacemos, es más, desde el mismo momento de nuestra concepción con una cierta enfermedad por la que necesariamente hemos de morir? Ni los hidrópicos, ni los disentéricos, ni los leprosos están tan condenados a la muerte por sus enfermedades como lo está el que comenzó la vida dotado de este cuerpo en el que todos los hombres por naturaleza son hechos hijos de ira20, puesto que esta condena de muerte la ocasionó sólo la pena del pecado.

18. Siendo las cosas así, ¿por qué no creeremos que aquellos hombres antes del pecado pudieron imperar sobre los miembros genitales para engendrar a los hijos, como imperan sobre los otros, que el alma mueve en cualquier acto sin molestia alguna, sino más bien con cierto placer de alegría? Si el Creador omnipotente que en todas sus obras, aun en las más pequeñas, es grande y digno de ser alabado inefablemente, ha dado a las abejas que efectúen la generación como hacen el jugo de la miel y la cera, ¿por qué ha de parecer increíble que concediese tales cuerpos a los primeros hombres, de modo que si no pecasen y no contrajesen inmediatamente cierta enfermedad por la cual morirían, imperasen, como mueven los pies cuando caminan a propia voluntad, los miembros reproductores mediante los cuales se engendran los hijos, de modo que sin ardor seminaran y concibieran sin dolor? Ahora, quebrantado el precepto, merecieron soportar en sus miembros de muerte adquirida el movimiento de aquella ley que lucha contra la ley del espíritu. A cuyo movimiento regula el matrimonio y retiene y refrena la continencia, para que así como del pecado se hizo un castigo, así también del castigo se consiga un mérito.


CAPITULO XI

El sexo femenino fue amoldado para engendrar.
Si el hombre no hubiera pecado no engendraría con la concupiscencia carnal

19. Quien dude que la mujer fue hecha para el varón y del varón en aquel sexo y en aquella forma y diferencia de los miembros por los que se distingue la mujer, la cual parió a Caín y Abel y a todos sus hermanos; y entre ellos también a Seth21 del que descendió Abraham y todo el pueblo de Israel con toda su descendencia conocidísima de todas las naciones; y por medio de los hijos de Noé todos los pueblos del mundo; quien dude estas cosas, repito, arruinará la fe y, por lo tanto, ha de ser apartado lo más lejos posible del trato con fieles. Si se me pregunta para qué ayuda del hombre fue hecho aquel sexo, considerando todas las cosas con la mayor diligencia que puedo, no se me ocurre otro motivo, sino el de la prole, para que la tierra se llenase por la estirpe de ellos. (En el estado de gracia) no engendrarían a los hijos en la misma condición que ahora son engendrados los hombres, cuando llevan en sus miembros la ley del pecado que lucha contra la ley de la mente, aunque esta condición se supere por la virtud, mediante la gracia de Dios, pues se ha de creer que esto no pudo suceder sino sólo en un cuerpo de muerte, el cual ahora es cuerpo muerto por el pecado. ¿Y qué cosa más justa que esta pena por la que el cuerpo, es decir, el siervo, no obedece a la voz del alma, así como ella tampoco se sometió a su Señor? (Y esto) ya sea que Dios cree a ambos de los padres, es decir, al cuerpo procediendo del cuerpo, y al alma del alma, o que haga de otro modo las almas. No crea Dios a los hombres para un obra imposible, ni para una pequeña recompensa, pues cuando el alma sometida a Dios por la piedad ha vencido por la gracia a esta ley del pecado, que lleva clavada en los miembros de este cuerpo de muerte que recibió el primer hombre en castigo a su desobediencia, percibirá con mayor gloria el premio celeste, demostrando cuán grande sea la recompensa de la obediencia, la cual por su virtud pudo superar al castigo de la desobediencia ajena.


CAPITULO XII

Los animales fueron realmente presentados a Adán para que les impusiera nombres, pero este hecho prefigura otra cosa

20. Como traté suficientemente, en cuanto creo, para qué ayuda del hombre fue hecha la mujer, ahora veamos por qué le fueron presentados a Adán todos los animales del campo y todos los volátiles del cielo con el fin de imponerles nombres, y de este modo advertiremos cómo se origina una cierta necesidad de crear para él una mujer de su costado, al no hallar entre aquellos animales una ayuda semejante a él. Me parece que a pesar de haber sucedido en la realidad, esto se hizo teniendo un sentido profético y, por lo tanto, se permite además una libre interpretación figurada. En efecto, ¿qué quiere decir el que Adán impusiera nombres a todos los animales que andan por la tierra y vuelan por el cielo, mas no a los peces y a todos los animales que nadan? Si consultamos las lenguas de todas las naciones, todos estos seres son llamados con los nombres que les impusieron los hombres al hablar. No sólo estos seres que están en las aguas y en la tierra, sino también la misma tierra y el cielo y todas las cosas que se ven y no se ven en el cielo, pero que se cree que existen allí, son denominadas con diferentes nombres, según la diversidad de las lenguas de los distintos pueblos. Aprendimos que en un principio, antes de que la soberbia de los fabricadores de aquella torre construida después del diluvio dividiera la sociedad humana22 en diversas lenguas, hubo sólo una lengua. Cuál fuera ella, ¿qué importa saberlo? En todo caso ella era la que hablaba Adán, y en ella, si aún existe hasta ahora, se pronuncian los nombres que impuso el primer hombre a los animales de la tierra y a los volátiles del cielo. ¿Por ventura será en algún modo creíble, que en la misma lengua impusiera Dios el nombre a los peces, y no el hombre, el cual aprendiera después estos nombres enseñándole Dios? Si de este modo fue hecho, debemos preguntar por qué se hizo así, pues sin duda entrañaría algún sentido místico. Mas se ha de creer que los peces poco a poco, a medida que iban conociéndose recibían sus nombres. (Es decir que Adán) pudo imponerles nombres si no lo había hecho cuando los animales, las bestias y los volátiles fueron presentados al hombre para que, estando junto a él congregados y separados por familias, se les impusiera a éstos, sin duda, poco a poco, pero más pronto que a los peces. ¿Cuál fue el motivo de esto?; la razón de algún simbolismo que predijese hechos futuros, pues a esto parece que principalmente atiende el orden de esta narración.

21. ¿Acaso ignoraba Dios que no había creado entre las naturalezas de los animales la que pudiera ser una ayuda semejante al hombre? ¿O era necesario que esto fuera conocido por el hombre, y por ello estimara a su mujer de un modo especial, porque entre toda la carne creada debajo del cielo y que vivía como él de este aire, nada encontraba que fuera semejante a él? Me maravillo que esto no lo pudiera saber a no ser que tuviese delante de sí y viese a todos los animales. Si creía en Dios, el mismo Dios pudiera manifestarle esto, del modo que le dio el precepto y le llamó y le juzgó al pecar. Si no creía, sin duda tampoco pudiera saber si Dios, a quien no creía, le había presentado todos los animales o quizá le había escondido en otros lugares remotísimos algunos animales semejantes a él que no hubiera querido enseñarle. Así, pues, creo que no se puede dudar que este hecho tenga algún sentido profético, pero teniendo siempre en cuenta que también sucedió como lo cuenta la historia.

22. No he tomado a mi cargo el trabajo de indagar en esta obra el sentido oculto y profético, sino el de recomendar la fe de las cosas acaecidas conforme al sentido histórico, de suerte que, según mis fuerzas y en cuanto el Señor me ayude, demostraré que no es imposible ni opuesto, lo que puede aparecer imposible a los vanos e incrédulos, o que se opone a la misma autoridad de la santa Escritura. Y lo que aparece posible y no tiene asomos de discrepancia, sino que es como superfino y puede representarse a muchos como vano y de poca importancia; haré ver disputando que no tuvo lugar según el orden natural o habitual de las cosas, para que preferida por muchos corazones la autoridad que no engaña de la divina Escritura, creamos ya que no puede contener nada carente de sentido, que encierra uno místico, aunque la exposición del pasaje o su búsqueda ya en otra ocasión la hayamos tratado, o la retardemos para estudiarlas en otro tiempo más a propósito.


CAPITULO XIII

La formación de la mujer se llevó a cabo de la manera que se narra, aunque prefigura otra cosa

23. ¿Qué quiere decir el que la mujer haya sido hecha del costado del varón y para él? Concedemos que convino se hiciera esto así para demostrarnos la fuerza de unión que debe existir entre el hombre y la mujer. Pero ¿acaso pedía la razón o exigía la necesidad que se hiciera la mujer del hombre estando en sueños, de suerte que habiéndole sacado la costilla se reemplazara aquel lugar con carne? ¿O es que no pudo arrancar un trozo de carne para formar de ella la mujer como de cosa más conforme a la debilidad del sexo femenino? ¿O quizá con tantos órganos como tiene el cuerpo humano pudo Dios hacer de la costilla una mujer y no pudo hacerla de la carne, quien hizo al mismo hombre del polvo de la tierra? Pero si debía de haber sido arrancada la costilla, ¿por qué no fue sustituida por otra? ¿Por qué no se dijo «formó» o «hizo» como en la creación de todas las cosas anteriores, sino que se dijo edificó el Señor Dios aquella costilla como si fuera no un cuerpo humano sino un edificio? No puede dudarse que estas cosas que fueron hechas como se narran y que no carecen de sentido, fueron hechas para figurar algún evento, y que Dios conocedor de todo colocaba misericordiosamente en sus primeras obras el provecho para generaciones futuras desde el origen del género humano, a fin de que en determinado tiempo estas cosas fueran reveladas y relatadas a sus siervos, ya por una sucesión de hombres, ya por su Espíritu o por el ministerio de los ángeles, dando así un testimonio de las futuras cosas prometidas y un reconocimiento de las que se habían de cumplir, lo que aparecerá sobremanera claro en los capítulos siguientes.


CAPITULO XIV

Cómo fueron presentados los animales a Adán

24. Veamos, pues, conforme lo intentamos en esta obra, de qué modo pueden tomarse, no como prefigurando cosas futuras, ni en sentido alegórico, sino tomando los hechos en su realidad, estas palabras: Y formó Dios aún de la tierra todas las bestias del campo y todas las aves del cielo. Sobre esto ya dijimos lo que nos pareció significaba y cuanto entendimos que debía decirse23. Y presentó todos estos animales a Adán a fin de ver cómo los había de llamar. Para no entender carnalmente la forma de presentar Dios a Adán estos animales, debe ayudarnos lo que dijimos en el libro anterior sobre la doble manera de obrar de la divina Providencia. No se ha de creer que se hizo esta presentación por Dios como los cazadores ojean y obligan a meterse en las trampas a los animales que cazan o los que están en acecho en las redes. Ni tampoco que fue hecha de una nube la voz que mandaba a estos animales con palabras semejantes a las que oídas por las almas racionales son entendidas y obedecidas. Las bestias y las aves no recibieron la facultad de poder obrar de esta manera, pues ellas obedecen a Dios cada una en su especie, no con la libertad racional de la libre voluntad, sino como mueve El en tiempo debido todas las cosas, permaneciendo El temporalmente inmovible, por medio de los ángeles, que perciben en su Verbo todo lo que en cualquier tiempo debe ser hecho; y así, sin moverse El temporalmente, todas las cosas son movidas en el tiempo a fin de que cumplan sus órdenes en aquellos seres que también le están sujetos a El.

25. Toda alma viviente, no sólo la racional como la de los hombres, sino también la irracional como la de las bestias, volátiles y peces, se mueve por la visión. Pero el alma racional, dotada de libre voluntad, acepta o no las visiones; la irracional carece de esta facultad de elección, mas cada una según su especie y conforme a su naturaleza es impelida a obrar por la percepción de alguna visión. No es potestativo de alma alguna que se le presenten aquellas visiones, ya sea a los sentidos del cuerpo, ya al interior del espíritu, con las cuales se mueva el instinto de cualquier animal. Por lo tanto, cuando estas visiones sobrevienen procediendo de lo alto, por intermedio de los ángeles, llega la orden de Dios no sóloa los hombres, a los animales y a las aves, sino también a los seres que están ocultos en las aguas, como llegó al pez que tragó a Jonás24; y no sólo hasta estos animales grandes, sino también hasta los gusanos más pequeñitos, pues leemos que a uno de ellos llegó el divino mandato para que royera la raíz de la yedra bajo cuya sombra descansaba el profeta25. Si Dios ha concedido al hombre, tendiendo una mirada de amor sobre él, que aún después de llevar una carne de pecado pueda coger y amansar no sólo a los animales y jumentos que tiene sometidos para sus necesidades y a las aves domésticas, sino también a las que vuelan libremente, y domeñar a cualquiera clase de fieras salvajes dominándolas de un modo admirable con el poder de la razón y no del cuerpo, de forma que captando sus apetitos y dolores, unas veces las atrae poco a poco con halagos y otras las sujeta dándoles cierta moderada libertad, despojándolas así de las costumbres salvajes y revistiéndolas como de hábitos humanos, ¿cuánto más los ángeles, contemplando la Verdad inmutable, la que siempre ven, moviéndose ellos en el tiempo y moviendo a los cuerpos en el tiempo y en el espacio, podrán, por mandato de Dios, con admirable agilidad presentar al alma viviente visiones por las que ella sea movida, y excitar el apetito de la necesidad de la carne a fin de que sea conducida, sin saberlo, a donde es necesario que vaya?


CAPITULO XV

La formación de la mujer fue hecha solamente por Dios

26. Veamos ya de qué modo tuvo lugar la formación de la mujer, de la cual también se dijo en sentido místico que fue edificada. La naturaleza de la mujer no fue creada por algún movimiento de las naturalezas ya existentes, aunque procedió de la naturaleza del varón que ya existía. Los ángeles no pueden absolutamente crear naturaleza alguna, pues sólo Dios, es decir, la misma Trinidad Padre, Hijo y Espíritu Santo es el creador de cualquier naturaleza sea grande o pequeña. Luego lo que se pregunta es otra cosa, a saber, de qué manera se durmió Adán y cómo fue arrancada la costilla de la trabazón del cuerpo sin dolor. Tal vez digan que pudo hacerse esto por medio de los ángeles. Mas formar o fabricar una costilla transformándola en mujer, solamente puede hacerlo Dios por quien existen todas las cosas. Así, pues, yo creo que ni aun llenar de carne el lugar que ocupó la costilla en el cuerpo del varón pudo ser hecho por los ángeles, como no pudieron hacer al hombre del polvo de la tierra, no porque sean nulas las acciones de los ángeles en la creación de las cosas, sino porque no son creadores. A los agricultores tampoco les llamamos creadores de las mieses y de los árboles; para esto nada es el que planta o el que riega, sino sólo Dios que da el incremento26. A este incremento pertenece en el cuerpo humano suplir con carne el lugar de donde fue extraída la costilla. Esta acción se ejecuta mediante aquella obra por la cual establece que las naturalezas sean como son, y por la que también creó a los mismos ángeles.

27 Obra del agricultor es conducir las aguas al regar. Pero no es obra de él que el agua se deslice hacia abajo siguiendo el declive, sino de Aquel que ordenó todas las cosas en número, medida y peso27. También es obra del agricultor arrancar el retoño de un árbol y trasplantarlo en la tierra, mas no es obra de él que el árbol absorba la savia, que brote el germen, que se afiance en el suelo para echar raíces sólo cierta parte de él, y otra brote y se encamine hacia la atmósfera para que robustezca el tronco y extienda las ramas. Todo esto es obra de Aquel que da el incremento. El médico, asimismo, aplica alimentos al enfermo y receta medicinas al cuerpo herido; con todo, no emplea las cosas que él creó, sino las que encontró ya hechas por el Creador; y así, con ellas puede preparar y suministrar la comida o la bebida, hacer el emplasto y aplicar el medicamento a la parte enferma. Pero ¿acaso puede obrar y crear las fuerzas o la carne de las cosas que él aplicó? Esto sólo lo ejecuta la naturaleza por un vigor y movimiento interno, el que a nosotros es ocultísimo. Y si Dios aparta de la naturaleza el vigor de la operación interna por la cual esta naturaleza se sostiene y obra, al momento, como inerte, se destruye.

28. Por lo tanto, gobernando Dios los movimientos tanto naturales como voluntarios de los seres, mediante la doble operación de su divina Providencia, sobre la que hablamos en el libro anterior28, ningún ángel puede crear naturaleza alguna, lo mismo que tampoco es capaz de crearse a sí mismo. La voluntad angélica sometida en obediencia voluntaria a Dios puede en cierto modo, al estilo del médico o del agricultor, ejecutando la orden de Dios, gobernar la materia de los seres sometidos a ella, obrando en los movimientos naturales de las cosas, de suerte que en el tiempo se ejecute algo por ella, o conforme a aquellas razones principales que existen increadas en el Verbo de Dios, o según aquellas otras creadas en forma de razones causales en las obras de los seis días primeros. ¿Quién se atreverá a afirmar y a demostrar cuál fue el concurso que prestaron los ángeles a Dios en la formación de la mujer? Diré sin titubeos que la sustitución de la carne en el lugar de la costilla; la formación del cuerpo y alma de la mujer; de sus miembros, de todas sus vísceras, de sus sentidos y de todo lo que constituye el que ella sea una creatura, hombre o mujer, es todo obra de Dios, no ejecutada por medio de los ángeles, sino directamente por Sí mismo. Y no lo hizo y lo abandona, sino que de tal modo continúa obrando, que ninguna naturaleza de cualquiera clase que sea, ni la de los mismos ángeles, subsistiría si Dios no obrara continuamente en ella.


CAPITULO XVI

La torpeza de la inteligencia humana no consigue vislumbrar las grandezas de las obras de Dios

29. Mas porque solamente, según la debilidad de nuestra inteligencia, podemos comprender un tanto la naturaleza de las cosas, por eso únicamente conocemos el nacimiento de la carne dotada de vida y de sensibilidad, la cual procede o de estos elementos materiales, como son el agua y la tierra, o de los troncos y frutos de los árboles; o, también, de las carnes de otros animales, como son innumerables especies de gusanos y reptiles; o, en fin, de la unión carnal de los progenitores. Ignoramos que haya nacido carne alguna de la carne de cualquier clase de animal, la cual haya sido tan semejante a él que únicamente se distinga por el sexo. Por esto buscamos en los seres la semejanza de esta creación, con la que fue hecha la mujer del costado del varón, y no la podemos encontrar. La buscamos porque conocemos de qué modo obran los hombres en la tierra, pero ignoramos de qué manera los ángeles, por decirlo así, cultiven este mundo. Si la acción de la naturaleza produjera las diferentes clases de árboles sin el trabajo de los hombres, sólo conoceríamos que nacen de la tierra árboles y hierbas, y que de sus semillas caídas en el suelo vuelven a nacer otras plantas semejantes. Pero ¿conoceríamos acaso qué valor tiene el injerto, el cual hace que un árbol con raíz propia lleve frutos de otro y por la estrecha unión en que se han unido ambos, ya vienen también a ser frutos como suyos? Estas cosas las sabemos por el trabajo de los agricultores. No son ellos creadores de los árboles, sólo prestan su trabajo e industria a la acción ordinaria de la naturaleza, la cual fue por Dios creada. De ningún modo se produciría esto por el trabajo del agricultor si en la obra de Dios no existiera como íntima virtud natural puesta por El. ¿Por qué nos maravillamos al no entender de qué modo fue hecho un hombre de la costilla de otro hombre, siendo así que ignoramos de qué manera concurren los ángeles en las obras del Dios Creador, y cuando igualmente no podríamos conocer de qué modo del brote de un árbol injertado en el tronco de otro se forma otro nuevo, si ignorásemos en qué forma ayudan los agricultores a estas obras creadas por Dios?

30. Por lo tanto, de ningún modo dudamos que sólo Dios es el creador de los hombres y de los árboles. Creemos también firmemente que la mujer fue hecha del varón sin intervención de concurso carnal, aunque la costilla del hombre tal vez fuera extraída del costado del varón por el ministerio de los ángeles, y presentada a Dios para que el Creador formara la mujer, así como creemos firmemente que un varón fue hecho sin auxilio de comercio carnal, cuando el germen de Abraham fue colocado en las manos del Creador por intermedio de los ángeles29. Ambas cosas son increíbles para los infieles. Mas para los fieles, ¿ha de aparecer creíble tomar al pie de la letra lo que de Cristo se dice aconteció, y sólo en sentido figurado lo que está escrito de Eva? ¿O es que pudo hacerse sin unión carnal el hombre de la mujer, y no pudo sin esta unión ser hecha la mujer del varón? ¿O se dirá que para ser formado el hombre se contaba con un seno virgíneo, y no contaba la mujer con un costado viril de donde pudiera ser hecha, siendo así que ahora nace el Señor de una esclava, y entonces se formaba la esclava de un siervo? Muy bien pudiera haber tomado el Señor su carne de una costilla o de otro miembro cualquiera de la Virgen; mas el que podía demostrar en su cuerpo haber hecho lo que hizo la primera vez, demostró con más utilidad en el cuerpo de su madre que nada hay deshonesto donde reina la castidad.


CAPITULO XVII

¿Persistía la razón de la formación de la mujer en aquella creación causal del hombre que perteneció al día sexto?

31. Ahora, pues, se pregunta, ¿cómo fue aquella creación causal, en la que Dios hizo al primer hombre a su imagen y semejanza, puesto que allí se dice varón y mujer los hizo30. Preguntamos si ya aquella razón que Dios creó e insertó en las primeras obras del mundo, llevaba en sí misma el que según ella «fuera necesario» se hiciera la mujer del costado del varón, ¿o solamente encerraba «la posibilidad de ser hecha», mas el que fuera necesario ser hecha de esta manera no estaba creado allí, sino que estaba escondido en los secretos de Dios? Si se pregunta esto diré lo que a mí me parece, pero sin afirmar temerariamente. Tal vez los que están imbuidos de la fe cristiana, considerando prudentemente estas cosas, aunque por primera vez las conozcan ahora, juzgarán que no debe dudarse de ellas, como yo las expongo.

32. Todo este obrar ordinario de la naturaleza tiene ciertas leyes naturales propias, según las cuales también el espíritu de vida, que es una creatura, tiene en cierto modo sus propias y determinadas inclinaciones, las que no puede sobrepasar una mala voluntad. También los elementos de este mundo corpóreo encierran en sí una fuerza definida y una cualidad particular, las que determinan qué cosa pueda o no pueda obrar cada uno de ellos, y qué pueda o no pueda hacerse de cada uno. Todo lo que se engendra de estos como gérmenes primordiales de las cosas, recibe en un determinado tiempo el nacimiento y el crecimiento, el fin para lo que fue creado y la muerte, conforme a su género. ¿De dónde proviene que del grano de trigo no nazca el haba, o del haba el trigo; de un animal el hombre o del hombre un animal? Sobre este movimiento y curso natural de las cosas el poder del Creador tiene en sí mismo la facultad de hacer de todas estas cosas otras distintas, cuyo poder viene o ser como la razón seminal para que se haga esto. Sin embargo, no hace lo que no colocó en ellas para que de ellas se hiciese, o se pudiera hacer esto por El. Porque no es omnipotente con poder temerario, sino con potencia de sabiduría, y por esto, sólo hace de cada cosa, en su tiempo apropiado, lo que hizo antes en ella, para que pudiera ser hecho. Uno es el modo por el que una hierba germina de esta manera y la otra de otra; una edad engendra y la otra no engendra; el hombre puede hablar y la bestia no. Las razones de estas cualidades y de otras semejantes no sólo se hallan en Dios, sino también se encuentran introducidas y concreadas por El en las cosas creadas. Pero que un árbol arrancado de la tierra, seco, despojado de ramas, sin raíz, sin agua y sin tierra florezca al instante y dé frutos31; que una mujer estéril durante la juventud engendre en la vejez32; que una burra hable33, y si alguna otra cosa de esta especie de hechos existe, sin duda que Dios fue el que concedió a las naturalezas que creó el que de ellas se pudiera hacer estas cosas, porque no hiciera El de ellas lo que El mismo había predeterminado que no pudiera hacerse, puesto que no es en sí mismo más potente que El mismo. Sin embargo, esto lo dio de otro modo; lo dio de tal forma que no lo tuvieran en su capacidad natural, sino en aquella por lo que de tal manera habían sido creadas las cosas, que la naturaleza de ellas estuviera sometida a una voluntad mucho más poderosa.


CAPITULO XVIII

La razón de la formación de la mujer persistía de tal forma que era un misterio conveniente

33. Dios tiene en Sí mismo escondidas las causas de ciertos hechos, que no insertó en las cosas creadas; las cuales no realiza por aquella obra de la divina Providencia con la que constituye las naturalezas para que existan, sino con la otra, mediante la cual gobierna como quiere a las que creó comió quiso. Entre ellas está la gracia por la que los pecadores se salvan. La naturaleza depravada por su propia voluntad no tiene en sí misma el remedio para poder restaurarse; sólo mediante la gracia de Dios es ayudada y restaurada. Mas no deben desesperar los hombres ante aquella sentencia:

Todos los que caminan por la iniquidad no volverán34, pues esto se dijo atendiendo a la gravedad de su propia iniquidad, para que si alguno vuelve al camino de Dios, este tal no se lo atribuya a sí mismo ni a sus obras, sino a la gracia de Dios, no sea que se envanezca y caiga otra vez35.

34. Por eso el Apóstol dijo que el misterio de la gracia está oculto, no en el mundo, donde se hallan escondidas las razones causales de todas las cosas que naturalmente han de nacer, así como estaba escondido Leví en las entrañas de Abraham cuando Leví pagó el diezmo36, sino en Dios que creó todas las cosas. Por lo tanto, todas las cosas que se hicieron para simbolizar esta gracia, no fueron hechas por un movimiento natural, sino milagroso, y sus causas estuvieron escondidas en Dios. Quizá a uno de estos misterios pertenecía el que la mujer fuera hecha, como lo fue, del costado de Adán además estando dormido, a fin de que así ella fuera más fuerte, puesto que estaba como consolidada por el hueso de él, viniendo a ser él débil por causa de ella, ya que en el sitio de la costilla no fue colocada otra costilla, sino un trozo de carne; entonces esto no se realizó en la primera creación de las cosas cuando en el día sexto se dijo «varón y mujer los hizo». Si al hacerse la mujer de esta forma fue un misterio de gracia, no se halló su razón causal en la primera creación de las cosas. Sólo se hallaba esto, el que pudiera ser hecha de esta manera, a fin de que no se hiciera algo con voluntad mudable, en contra de las cosas que Dios instituyó voluntariamente. Estaba oculto en Dios, que creó el universo, que es lo que había de hacerse a fin de que en absoluto no fuese otra cosa de lo que debía ser.

35. Así estaba escondido en Dios, como dijo el Apóstol, el misterio de la gracia de Dios (o sea Cristo) a fin de que se manifestara ahora la multiforme sabiduría de Dios37 a los principados y a las potestades en las regiones celestes por medio de la Iglesia; probablemente se cree que así como aquel germen que se prometió a Abraham fue dispuesto por medio de los ángeles en las manos del Creador, así también todas las cosas que se hacen fuera del curso ordinario de la naturaleza, de un modo milagroso para predecir y anunciar en la naturaleza de las cosas la venida del mismo germen, se hicieron por el ministerio de los ángeles. Pero teniendo siempre en cuenta que en todo tiempo en todas las partes es sólo el Creador o Reparador de las creaturas el que da el incremento, cualquiera que sea el sembrador o el regador38.


CAPITULO XIX

Éxtasis de Adán

36. Puede entenderse rectamente que aquel éxtasis que Dios infundió a Adán, a fin de que apoderándose de él se durmiese, le fue enviado para que su mente, por medio del éxtasis, se hiciera como coparticipante del coro angélico y entrando en el santuario de Dios entendiera las últimas cosas de la creación39. Porque despertando después como lleno de espíritu profético, al ser presentada ante él su costilla y verla convertida en su propia mujer, inmediatamente prorrumpió con aquellas palabras a las que llama el Apóstol gran sacramento40: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne, y se llamará mujer porque de su varón fue tomada. Y por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se juntará a su mujer y serán dos en una carne. Afirma el Antiguo Testamento que tales palabras fueron pronunciadas por el primer hombre; no obstante, en el Evangelio declara el Señor qué fueron proferidas por Dios, pues dice el Señor: ¿No leísteis que el que los hizo en un principio, los hizo varón y mujer, y dijo: por esto dejará el hombre al padre y a la madre y se unirá a su mujer, y serán dos en una carne41? Con razón dijo esto el Señor para que entendiésemos que por causa del éxtasis que había tenido anteriormente Adán pudo haber dicho esto como profeta al ser inspirado por Dios. Pero ya me agrada poner fin a este libro, para que las cosas que a continuación se digan, planteando un nuevo problema, renueven la atención del lector.