Mensaje del Papa para la Jornada
Mundial de las Comunicaciones Sociales
2008
«Los medios: en la
encrucijada entre protagonismo y
servicio. Buscar la Verdad para
compartirla»
CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 24 enero
2008
Mensaje que ha escrito
Benedicto XVI con motivo de la XLII
Jornada Mundial de las Comunicaciones
Sociales, que se celebrará el 4 de mayo
de 2008 en torno al tema: «Los
medios: en la encrucijada entre
protagonismo y servicio. Buscar la
Verdad para compartirla».
Queridos hermanos y hermanas
1. El tema de la próxima Jornada
Mundial de las Comunicaciones Sociales,
«Los medios: en la encrucijada entre
protagonismo y servicio. Buscar la
Verdad para compartirla», señala la
importancia del papel que estos
instrumentos tienen en la vida de las
personas y de la sociedad. En efecto, no
existe ámbito de la experiencia humana
-más aún si consideramos el amplio
fenómeno de la globalización- en el que
los medios no se hayan convertido en
parte constitutiva de las relaciones
interpersonales y de los procesos
sociales, económicos, políticos y
religiosos. A ese respecto escribía en
mi
Mensaje para la Jornada Mundial de la
Paz del pasado 1 de enero: «los
medios de comunicación social, por las
potencialidades educativas de que
disponen, tienen una responsabilidad
especial en la promoción del respeto por
la familia, en ilustrar sus esperanzas y
derechos, en resaltar su belleza»
(n.5).
2. Gracias a una vertiginosa
evolución tecnológica, estos medios han
logrado potencialidades extraordinarias,
lo cual plantea al mismo tiempo nuevos e
inéditos interrogantes. Es innegable la
aportación que pueden dar al flujo de
noticias, al conocimiento de los hechos
y a la difusión del saber. Han
contribuido de manera decisiva, por
ejemplo, a la alfabetización y la
socialización, como también al
desarrollo de la democracia y al diálogo
entre los pueblos. Sin su aportación
sería realmente difícil favorecer y
mejorar la comprensión entre las
naciones, dar alcance universal a los
diálogos de paz, garantizar al hombre el
bien primario de la información,
asegurando a la vez la libre circulación
del pensamiento, en orden sobre todo a
los ideales de solidaridad y justicia
social. Ciertamente, los medios en su
conjunto no solamente son medios para la
difusión de las ideas, sino que pueden y
deben ser también instrumentos al
servicio de un mundo más justo y
solidario. No obstante, existe el riesgo
de que en vez de ello se transformen en
sistemas dedicados a someter al hombre a
lógicas dictadas por los intereses
dominantes del momento. Éste es el caso
de una comunicación usada para fines
ideológicos o para la venta de bienes de
consumo mediante una publicidad
obsesiva. Con el pretexto de representar
la realidad, se tiende de hecho a
legitimar e imponer modelos
distorsionados de vida personal,
familiar o social. Además, para ampliar
la audiencia, la llamada audience,
a veces no se duda en recurrir a la
trasgresión, la vulgaridad y la
violencia. Puede suceder también que a
través de los medios se propongan y
sostengan modelos de desarrollo que, en
vez de disminuir el abismo tecnológico
entre los países pobres y los ricos, lo
aumentan.
3. La humanidad se encuentra hoy ante
una encrucijada. También para los medios
es válido lo que escribí en la Encíclica
Spe salvi sobre la ambigüedad
del progreso, que ofrece posibilidades
inéditas para el bien, pero abre al
mismo tiempo enormes posibilidades de
mal que antes no existían (cf. n.22).
Por lo tanto, es necesario preguntarse
si es sensato dejar que los medios de
comunicación se subordinen a un
protagonismo indiscriminado o que acaben
en manos de quien se vale de ellos para
manipular las conciencias. ¿No se
debería más bien hacer esfuerzos para
que permanezcan al servicio de la
persona y del bien común, y favorezcan «la
formación ética del hombre, el
crecimiento del hombre interior»?
(cf. ibíd.). Su extraordinaria
incidencia en la vida de las personas y
de la sociedad es un dato ampliamente
reconocido, pero hay que tomar
conciencia del viraje, diría incluso del
cambio de rol que los medios están
afrontando. Hoy, de manera cada vez más
marcada, la comunicación parece tener en
ocasiones la pretensión no sólo de
representar la realidad, sino de
determinarla gracias al poder y la
fuerza de sugestión que posee. Se
constata, por ejemplo, que sobre algunos
acontecimientos los medios no se
utilizan para una adecuada función de
informadores, sino para «crear» los
eventos mismos. Este arriesgado cambio
en su papel es percibido con
preocupación por muchos Pastores.
Justamente porque se trata de realidades
que inciden profundamente en todas las
dimensiones de la vida humana (moral,
intelectual, religiosa, relacional,
afectiva, cultural), poniendo en juego
el bien de la persona, es necesario
reafirmar que no todo lo que es
técnicamente posible es también
éticamente realizable. El impacto de los
medios de comunicación en la vida de las
personas contemporáneas plantea, por lo
tanto, interrogantes ineludibles y
espera decisiones y respuestas
inaplazables.
4. El papel que los medios de
comunicación han adquirido en la
sociedad debe ser considerado como parte
integrante de la cuestión antropológica,
que se plantea como un desafío crucial
del tercer milenio. De manera similar a
lo que sucede en el campo de la vida
humana, del matrimonio y la familia, y
en el ámbito de los grandes temas
contemporáneos sobre la paz, la justicia
y la tutela de la creación, también en
el sector de la comunicación social
están en juego dimensiones constitutivas
del ser humano y su verdad. Cuando la
comunicación pierde las raíces éticas y
elude el control social, termina por
olvidar la centralidad y la dignidad
inviolable del ser humano, y corre el
riesgo de incidir negativamente sobre su
conciencia y sus opciones, condicionando
así la libertad y la vida misma de las
personas. Precisamente por eso es
indispensable que los medios defiendan
celosamente a la persona y respeten
plenamente su dignidad. Más de uno
piensa que es necesaria en este ámbito
una «info-ética», así como existe la bio-ética
en el campo de la medicina y de la
investigación científica sobre la vida.
5. Se ha de evitar que los medios se
conviertan en megáfono del materialismo
económico y del relativismo ético,
verdaderas plagas de nuestro tiempo. Por
el contrario, pueden y deben contribuir
a dar a conocer la verdad sobre el
hombre defendiéndola ante los que
tienden a negarla o destruirla. Se puede
decir incluso que la búsqueda y la
presentación de la verdad sobre el
hombre son la más alta vocación de la
comunicación social. Utilizar para este
fin todos los lenguajes, cada vez más
bellos y refinados, de los que los
medios disponen, es una tarea
entusiasmante confiada, en primer lugar,
a los responsables y operadores del
sector. Es una tarea que, sin embargo,
nos corresponde en cierto modo a todos,
porque en esta época de globalización
todos somos usuarios y a la vez
operadores de la comunicación social.
Los nuevos medios, en particular la
telefonía e Internet, están modificando
el rostro mismo de la comunicación y tal
vez ésta es una maravillosa ocasión para
rediseñarlo y hacer más visibles, como
decía mi venerado predecesor Juan Pablo
II, las líneas esenciales e
irrenunciables de la verdad sobre la
persona humana (cf. Carta ap.
El rápido desarrollo, 10).
6. El hombre tiene sed de verdad,
busca la verdad; así lo demuestran
también la atención y el éxito que
tienen tantos productos editoriales y
programas de ficción de calidad
en los que se reconocen y son
adecuadamente representadas la verdad,
la belleza y la grandeza de la persona,
incluyendo su dimensión religiosa. Jesús
dijo: «Conoceréis la verdad y la verdad
os hará libres» (Jn 8,32). La
verdad que nos hace libres es Cristo,
porque sólo Él puede responder
plenamente a la sed de vida y de amor
que existe en el corazón humano. Quien
lo ha encontrado y se apasiona por su
mensaje, experimenta el deseo
incontenible de compartir y comunicar
esta verdad: «Lo que existía desde el
principio, lo que hemos oído, lo que
hemos visto con nuestros propios ojos
-escribe San Juan-, lo que contemplamos
y palparon nuestras manos: la Palabra de
Vida [...], os lo anunciamos para que
estéis unidos con nosotros en esa unión
que tenemos con el Padre y con su Hijo
Jesucristo. Os escribimos esto para que
nuestra alegría sea completa» (1 Jn
1, 1-3).
Invoquemos al Espíritu Santo para que
no falten comunicadores valerosos y
testigos auténticos de la verdad que,
fieles al mandato de Cristo y
apasionados por el mensaje de la fe, «se
hagan intérpretes de las actuales
exigencias culturales, comprometiéndose
a vivir esta época de la comunicación no
como tiempo de alienación y extravío,
sino como un tiempo oportuno para la
búsqueda de la verdad y el desarrollo de
la comunión entre las personas y los
pueblos» (Juan Pablo II,
Discurso al Congreso Parábolas
mediáticas, 9 noviembre
2002, 2).
Con estos deseos os imparto con
afecto mi bendición.
Vaticano, 24 de enero 2008, Fiesta
de San Francisco de Sales.
BENEDICTUS PP. XVI