El debate de la enseñanza religiosa en las escuelas públicas de Salta, que hoy se
dirime en la Corte Suprema de Justicia, excede el tema en sí mismo. La cuestión de
la enseñanza religiosa es de actualidad en Occidente y en las organizaciones
internacionales de la ciencia, la educación y la cultura.
En el siglo pasado, los Estados han menospreciado el valor del fenómeno religioso.
El mundo tuvo que esperar la expansión del daño de los fundamentalismos para
advertir la necesidad de analizar el asunto. El estudio y la enseñanza de las
religiones son útiles para comprender y actuar en un contexto de amenazas virtuales
y cotidianas de grupos extremistas y atentados masivos en el mundo.
Enseñar religión en el sistema educativo formal público no debe implicar adherir a
una religión en particular ni enseñar un culto, sino que es otorgarle la dimensión
real que tiene para las personas y la sociedad el hecho religioso en sus distintas
expresiones y cultos.
Una tradición fuertemente laicista nos limita en el abordaje de lo
religioso al identificar la implementación de una currícula confesional
con el estudio cultural de las religiones, cercenando así el abordaje
histórico y filosófico de una parte central de la historia de la
humanidad y de los interrogantes frente a los cuales una amplia mayoría
de las personas convergen a diario.
Habitamos un mundo religioso, que expresa la inquietud del hombre ante su ser, la
trascendencia e infinitud. La última encuesta de WiN/Gallup arrojó que el 62% de
las personas en el mundo se definen a sí mismas como religiosas, el 74% creen que
tenemos un alma, el 71% creen en Dios y sólo el 9% se consideran ateas. En la
Argentina, una investigación de UBA-Conicet constató que el 91% de los argentinos
creen en Dios.
La religiosidad se manifiesta hoy en las más diversas formas que rebasan los cultos
tradicionales e institucionalizados, conviviendo en naciones de variada talla poblacional,
composición étnica y cultural e importancia económica.
Durante la Edad Media, se creyó que la fe bastaba para comprender el mundo.
La Edad Moderna trajo consigo, también erróneamente, la creencia de que la
razón todo lo podía. Hoy sabemos que ni una ni la otra son suficientes por sí
solas, sino que ambas se necesitan. Juan Pablo II introduce en la encíclica
Fides et ratio este dilema. Benedicto XVI, en su debate con Jürguen
Habermas, continúa en esta línea planteando la necesidad de mantener "abierta
la mirada hacia las dimensiones más amplias de la verdad de la existencia humana,
de las que la ciencia sólo permite mostrar aspectos parciales". Lo complementa
Habermas al proponer "entender la secularización cultural y social como un doble
proceso de aprendizaje que obligue tanto a las tradiciones de la ilustración como
a las doctrinas religiosas a reflexionar acerca de sus límites".
El diálogo entre razón y fe en un mundo global,
secularizado y multirreligioso se transita por dos caminos. Uno de
ellos, de la fe a la razón -en los que tienen el don de ella-, como
surge de Von Balthazar. Desde otro punto de vista, como lo plantea Hans
Küng, en los que la buscan, desde la razón hacia la fe, con la esperanza
de obtenerla como derecho humano. Küng asevera en ese sentido: "La
fuerza de las convicciones religiosas tiene que orientarse a la
superación de los retos globales de la humanidad [?] De llegar a esto la
fuerza de las religiones fluirá en el bien de toda la humanidad".
En
el artículo "Teología e historia de las religiones en la universidad:
una propuesta" nos preguntamos por el estudio de la religión en las
universidades y lo planteamos como una necesidad por la importancia que
tienen estos temas en la formación del discurso cultural y en los
debates sobre los problemas de nuestra sociedad.
Con esa
inquietud, relevamos las propuestas de enseñanza de algunas de las
principales universidades laicas del mundo (Cambridge, Oxford, Harvard,
Yale, Princeton, Chicago y Heidelberg, entre otras) y descubrimos que
efectivamente está presente su preocupación por la enseñanza de la
historia de las religiones y la teología.
La inclusión de estudios
culturales-religiosos permite tener una visión integral del hombre. El
diálogo entre culturas y religiones diversas, enriquecido por el
estudio, la investigación y el debate en las casas de altos estudios, en
un contexto de libertad y pluralidad, da valor a la formación en toda
su dimensión humana. En ese sentido, son observables en el mundo actual
una creciente acción y un diálogo entre las tres grandes religiones
monoteístas (judaísmo, islam, catolicismo) en busca de un tronco común,
también proyectándose a los no creyentes en el necesario marco de una
sana laicidad política.
Su santidad el papa Francisco, al cierre
del encuentro de Oración por la Paz el año pasado en Asís, recordó que,
pese a que nuestras tradiciones religiosas son distintas, "hoy no hemos
orado unos contra otros, como ha pasado por desgracia en ocasiones a lo
largo de la historia", sino que las diversas religiones "hemos orado
unos junto a otros, los unos por los otros".
En esa ocasión,
Francisco afirmó que debemos congregarnos como humanidad: "No nos
cansamos de repetir que el nombre de Dios nunca puede justificar la
violencia. ¡Sólo la paz es santa y no la guerra!".
Para la
incorporación de los estudios religiosos en la educación se requiere una
sana laicidad. Este concepto refiere al rol de un Estado no confesional
que activamente posibilite las condiciones que den lugar a la
diversidad de identidades religiosas-culturales, promoviendo los valores
comunes que garanticen la existencia de esa diversidad.
La
relación entre Estado y religión debe ser repensada a partir de una
"desacralización" del Estado como entidad suprasocial. Eso determina su
reconfiguración como garante de las diversas manifestaciones culturales
de los hombres.
El divorcio, aún existente, entre la sociedad
política y la religión significó perder el valor histórico cultural dado
por el aporte de la impronta religiosa desde los orígenes de la
humanidad.
En Francia, en 2002, una comisión presidida por el
filósofo Régis Debrays, investigó la importancia de la enseñanza del
"hecho religioso" en las escuelas públicas. El informe muestra la
imposibilidad de comprender algunos de los sucesos globales recientes
sin atender las discusiones religiosas. Es el caso del 11 de septiembre
de 2001 o de la división yugoslava, entre otros.
El caso francés
es uno más entre muchos otros en el mundo, donde los gobiernos han
encarado el debate y la implementación de la enseñanza de la religión en
las escuelas públicas (Reino Unido, Finlandia y Grecia).
En
Estados Unidos también se plantea un abordaje interesante. Allí, los
estudiantes tienen la posibilidad en muchas instituciones, públicas y
privadas, de realizar como materias optativas algunas relacionadas con
el estudio de las religiones. Como expresa la American Academy of
Religion: "En las escuelas puede enseñarse sobre religión, pero no
religión".
Estos casos presentados en nuestro trabajo "La
enseñanza de lo religioso en la escuela primaria pública de Estados
Unidos y Francia" nos permitieron concluir que no se encontraban razones
académicas válidas para que los sistemas educativos descarten el
estudio de las religiones y que esto podía ser un paso más hacia el
mejor entendimiento entre todos los hombres.
* Miembro del Departamento de Pastoral Universitaria del Episcopado