23. POR LOS PRISIONEROS
POR LOS PRESOS
Lecturas del Antiguo Testamento
Pueden utilizarse las lecturas de la Misa para cualquier necesidad:
1
Cambia nuestro duelo en alegría
Lectura del libro de Ester 4, 17b- 17e. 17i- 17l
Mardoqueo, recordando todas las obras del Señor, le dirigió esta oración:
«Señor, Señor, Rey todopoderoso, todo está sometido a tu poder y no hay nadie
que pueda oponerse a ti, si tú quieres salvar a Israel. Porque tú has hecho el
cielo y la tierra y todas las maravillas que hay bajo el cielo; tú eres el Señor
de todas las cosas, y no hay nadie que te resista, Señor. Tú lo conoces todo, y
sabes muy bien, Señor, que no ha sido por arrogancia, ni por soberbia o amor
propio, que yo me negué a postrarme ante el orgulloso Amán:
Y ahora, Señor, Dios y Rey, Dios de Abraham, perdónale la vida a tu pueblo,
porque están mirando cómo destruirnos y ansían exterminar la herencia que ha
sido tuya desde siempre. No menosprecies tu porción escogida, la que has
rescatado para ti del país de Egipto. Presta atención a mi plegaria, muéstrate
propicio con tu heredad, cambia nuestro duelo en alegría, para que vivamos y
cantemos himnos a tu Nombre, Señor. ¡No hagas enmudecer la boca de los que te
alaban!»
Palabra de Dios.
2
Es bueno esperar en silencio
la salvación que viene del Señor
Lectura del libro de las Lamentaciones 3, 17-26
Ya no hay paz para mi alma, me olvidé de la felicidad. Por eso dije: «Se ha
agotado mi fuerza y la esperanza que me venía del Señor.»
Recordar mi opresión y mi vida errante es ajenjo y veneno. Mi alma no hace más
que recordar y se hunde dentro de mí; pero me pongo a pensar en algo y esto me
llena de esperanza: la misericordia del Señor no se extingue ni se agota su
compasión; ellas se renuevan cada mañana, ¡qué grande es tu fidelidad!
El Señor es mi parte, dice mi alma, por eso espero en él.
El Señor es bondadoso con los que esperan en él, con aquellos que lo buscan. Es
bueno esperar en silencio la salvación que viene del Señor.
Palabra de Dios.
3
Líbranos conforme a tus obras maravillosas
Lectura de la profecía de Daniel 3, 25. 34-43
Azarías, de pie en medio del fuego, tomó la palabra y oró así:
«No nos abandones para siempre a causa de tu Nombre, no anules tu Alianza, no
apartes tu misericordia de nosotros, por amor a Abraham, tu amigo, a Isaac, tu
servidor, y a Israel, tu santo, a quienes prometiste una descendencia numerosa
como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar.
Señor, hemos llegado a ser más pequeños que todas las naciones, y hoy somos
humillados en toda la tierra a causa de nuestros pecados. Ya no hay más en este
tiempo, ni jefe, ni profeta, ni príncipe, ni holocausto, ni sacrificio, ni
oblación, ni incienso, ni lugar donde ofrecer las primicias, y así, alcanzar tu
favor.
Pero que nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humillado nos hagan
aceptables como los holocaustos de carneros y de toros, y los millares de
corderos cebados; que así sea hoy nuestro sacrificio delante de ti, y que
nosotros te sigamos plenamente, porque no quedan confundidos los que confían en
ti.
Y ahora te seguimos de todo corazón, te tememos y buscamos tu rostro. No nos
cubras de vergüenza, sino trátanos según tu benignidad y la abundancia de tu
misericordia. Líbranos conforme a tus obras maravillosas, y da gloria a tu
Nombre, Señor.»
Palabra de Dios.
Lecturas del Nuevo Testamento
1
Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo aman
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Roma 8, 18-30
Hermanos:
Yo considero que los sufrimientos del tiempo presente no pueden compararse con
la gloria futura que se revelará en nosotros. En efecto, toda la creación espera
ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios. Ella quedó sujeta a la
vanidad, no voluntariamente, sino por causa de quien la sometió, pero
conservando una esperanza. Porque también la creación será liberada de la
esclavitud de la corrupción para participar de la gloriosa libertad de los hijos
de Dios.
Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de
parto. Y no sólo ella: también nosotros, que poseemos las primicias del
Espíritu, gemimos interiormente anhelando que se realice la redención de nuestro
cuerpo. Porque solamente en esperanza estamos salvados.
Ahora bien, cuando se ve lo que se espera, ya no se espera más: ¿acaso se puede
esperar lo que se ve? En cambio, si esperamos lo que no vemos, lo esperamos con
constancia.
Igualmente, el mismo Espíritu viene en ayuda de nuestra debilidad porque no
sabemos orar como es debido; pero el Espíritu intercede por nosotros con gemidos
inefables. Y el que sondea los corazones conoce el deseo del Espíritu y sabe que
su intercesión en favor de los santos está de acuerdo con la voluntad divina.
Sabemos, además, que Dios dispone todas las cosas para el bien de los que lo
aman, de aquellos que él llamó según su designio.
En efecto, a los que Dios conoció de antemano, los predestinó a reproducir la
imagen de su Hijo, para que él fuera el Primogénito entre muchos hermanos; y a
los que predestinó, también los llamó; y a los que llamó, también los justificó;
y a los que justificó, también los glorificó.
Palabra de Dios.
2
Ni la muerte ni la vida podrá separarnos jamás del amor de Dios
Lectura de la carta del apóstol san Pablo
a los cristianos de Roma 8, 31b-39
Hermanos:
Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? El que no escatimó a
su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos concederá con él
toda clase de favores? ¿Quién podrá acusar a los elegidos de Dios? Dios es el
que justifica. ¿Quién se atreverá a condenarlos? ¿Será acaso Jesucristo, el que
murió, más aún, el que resucitó, y está a la derecha de Dios e intercede por
nosotros?
¿Quién podrá entonces separarnos del amor de Cristo? ¿Las tribulaciones, las
angustias, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada? Como
dice la Escritura: Por tu causa somos entregados continuamente a la muerte; se
nos considera como a ovejas destinadas al matadero. Pero en todo esto obtenemos
una amplia victoria, gracias a aquel que nos amó.
Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los
principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo
alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de
Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor.
Palabra de Dios.
3
Feliz el hombre que soporta la prueba
Lectura de la carta del apóstol Santiago 1, 2-4. 12
Hermanos, alégrense profundamente cuando se vean sometidos a cualquier clase de
pruebas, sabiendo que la fe, al ser probada, produce la paciencia. Y la
paciencia debe ir acompañada de obras perfectas, a fin de que ustedes lleguen a
la perfección y a la madurez, sin que les falte nada.
Feliz el hombre que soporta la prueba, porque después de haberla superado,
recibirá la corona de Vida que el Señor prometió a los que lo aman.
Palabra de Dios.
4
No habrá más pena, ni queja, ni dolor
Lectura del libro del Apocalipsis 21, 1-5a. 6b-7
Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la
primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe más.
Vi la Ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo y venía de Dios,
embellecida como una novia preparada para recibir a su esposo.
Y oí una voz potente que decía desde el trono: «Esta es la morada de Dios entre
los hombres: él habitará con ellos, ellos serán su pueblo, y el mismo Dios
estará con ellos. El secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena,
ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó.»
Y el que estaba sentado en el trono dijo: «Yo hago nuevas todas las cosas. Yo
soy el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin. Al que tiene sed, yo le daré de
beber gratuitamente de la fuente del agua de la vida. El vencedor heredará estas
cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo.»
Palabra de Dios.
Salmos responsoriales
1 SALMO 79, 2ac. 3b.
5-7
R. Que brille tu rostro, Señor, y seremos salvados.
Escucha, Pastor de Israel,
tú que tienes el trono sobre los querubines,
reafirma tu poder y ven a salvarnos. R.
Señor de los ejércitos, ¿Hasta cuándo durará tu enojo,
a pesar de las súplicas de tu pueblo?
Les diste de comer un pan de lágrimas,
les hiciste beber lágrimas a raudales;
nos entregaste a las disputas de nuestros vecinos,
y nuestros enemigos se burlan de nosotros. R.
2 SALMO 84, 2-8
R. Manifiéstanos, Señor, tu misericordia,
y danos tu salvación.
Fuiste propicio, Señor, con tu tierra,
cambiaste la suerte de Jacob;
perdonaste la culpa de tu pueblo,
lo absolviste de todos sus pecados;
reprimiste toda tu indignación
y aplacaste el ardor de tu enojo. R.
¡Restáuranos, Dios, salvador nuestro;
olvida tu aversión hacia nosotros!
¿Vas a estar enojado para siempre?
¿Mantendrás tu ira eternamente? R.
¿No volverás a darnos la vida,
para que tu pueblo se alegre en ti?
¡Manifiéstanos, Señor, tu misericordia
y danos tu salvación! R.
3 SALMO 122, 1-2
R. ¡Ten piedad, Señor, ten piedad de nosotros!
Levanto mis ojos hacia ti,
que habitas en el cielo.
Como los ojos de los servidores
están fijos en las manos de su señor. R.
Como los ojos de la servidora
están en las manos de su dueña:
así miran nuestros ojos al Señor, nuestro Dios,
hasta que se apiade de nosotros. R.
Aleluia y Aclamaciones antes del Evangelio
1 Sal 32, 22
Señor, que tu amor descienda sobre nosotros,
conforme a la esperanza que tenemos en ti.
2 2Cor 1, 3b-4a
Bendito sea el Padre de las misericordias
y Dios de todo consuelo,
que nos reconforta en todas nuestras tribulaciones.
3 Sant 1, 12
Feliz el hombre que soporta la prueba,
porque después de haberla superado,
recibirá la corona de Vida.
EVANGELIOS
1
El que pide recibe
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 7, 7-11
Jesús dijo a sus discípulos:
«Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. Porque todo
el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá.
¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide
un pez, le da una serpiente? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a
sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se
las pidan!»
Palabra del Señor.
2
¿Quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 4, 35-41
Al atardecer de aquel día, Jesús dijo a sus discípulos: «Crucemos a la otra
orilla.»
Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había
otras barcas junto a la suya.
Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se
iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo
despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?.»
Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: «¡Silencio! ¡Cállate!.» El
viento se aplacó y sobrevino una gran calma.
Después les dijo: «¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?.» Entonces
quedaron atemorizados y se decían unos a otros: «¿Quién es este, que hasta el
viento y el mar le obedecen?»
Palabra del Señor.
3
Dios hará justicia a sus elegidos que claman a él
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 18, 1-8
Jesús enseñó a sus discípulos con una parábola que era necesario orar siempre
sin desanimarse:
«En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; y
en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: "Te ruego que
me hagas justicia contra mi adversario."
Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: "Yo no temo a Dios ni
me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para
que no venga continuamente a fastidiarme."»
Y el Señor dijo: «Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia
a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? Les
aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia
Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?»
Palabra del Señor.
4
Estaba preso, y me viniste a ver
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 25, 31-46
Jesús dijo a sus discípulos:
«Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se
sentará en su trono glorioso. Todas las naciones serán reunidas en su presencia,
y él separará a unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos,
y pondrá a aquellas a su derecha y a estos a su izquierda.
Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: "Vengan, benditos de mi
Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo
del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me
dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron;
enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver."
Los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de
comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos;
desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?"
Y el Rey les responderá: "Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más
pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo."
Luego dirá a los de su izquierda: "Aléjense de mí, malditos; vayan al fuego
eterno que fue preparado para el demonio y sus ángeles, porque tuve hambre, y
ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; estaba de
paso, y no me alojaron; desnudo, y no me vistieron; enfermo y preso, y no me
visitaron."
Estos, a su vez, le preguntarán: "Señor, ¿cuando te vimos hambriento o sediento,
de paso o desnudo, enfermo o preso, y no te hemos socorrido?"
Y él les responderá: "Les aseguro que cada vez que no lo hicieron con el más
pequeño de mis hermanos, tampoco lo hicieron conmigo."
Estos irán al castigo eterno, y los justos a la Vida eterna.»
Palabra del Señor.