SEXTA SEMANA DE PASCUA
MARTES - MIÉRCOLES - JUEVES - VIERNES - SÁBADO
LUNES
Cuando abrazasteis la fe,
¿recibisteis el Espíritu Santo?
Lectura de los Hechos de los apóstoles
19, 1-8
Mientras Apolo permanecía en Corinto, Pablo atravesando la región interior,
llegó a Efeso. Allí encontró a algunos discípulos y les preguntó: «Cuando
ustedes abrazaron la fe, ¿recibieron el Espíritu Santo?»
Ellos le dijeron: «Ni siquiera hemos oído decir que hay un Espíritu Santo.»
«Entonces, ¿qué bautismo recibieron?», les preguntó Pablo.
«El de Juan», respondieron.
Pablo les dijo: «Juan bautizaba con el bautismo de penitencia, diciendo al
pueblo que creyera en el que vendría después de él, es decir, en Jesús.»
Al oír estas palabras, ellos se hicieron bautizar en el nombre del Señor Jesús.
Pablo les impuso las manos, y descendió sobre ellos el Espíritu Santo. Entonces
comenzaron a hablar en distintas lenguas y a profetizar. Eran en total unos doce
hombres.
Pablo fue luego a la sinagoga y durante tres meses predicó abiertamente,
hablando sobre el Reino de Dios y tratando de persuadir a los oyentes.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 67, 2-3. 4-5ac. 6-7ab (R.: 33a)
R. ¡Cantad al Señor, reinos de la tierra!
O bien:
Aleluia.
¡Se alza el Señor!
Sus enemigos se dispersan
y sus adversarios huyen delante de él.
Tú los disipas como se disipa el humo;
como se derrite la cera ante el fuego,
así desaparecen los impíos delante del Señor. R.
Los justos se regocijan,
gritan de gozo delante del Señor
y se llenan de alegría.
¡Canten al Señor,
entonen un himno a su Nombre!
Su Nombre es «el Señor.» R.
El Señor en su santa Morada
es padre de los huérfanos y defensor de las viudas:
él instala en un hogar a los solitarios
y hace salir con felicidad a los cautivos. R.
ALELUIA Col 3, 1
Aleluia.
Ya que ustedes han resucitado con Cristo,
busquen los bienes del cielo
donde Cristo está sentado a la derecha de Dios.
Aleluia.
EVANGELIO
Tened valor: yo he vencido al mundo
+
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 16, 29-33
Cumplo mi carrera y la misión que recibí del Señor Jesús
Lectura de los Hechos de los apóstoles 20, 17-27
Pablo, desde Mileto, mandó llamar a los presbíteros de la Iglesia de Efeso.
Cuando estos llegaron, Pablo les dijo:
«Ya saben cómo me he comportado siempre con ustedes desde el primer día que puse
el pie en la provincia de Asia. He servido al Señor con toda humildad y con
muchas lágrimas, en medio de las pruebas a que fui sometido por las insidias de
los judíos. Ustedes saben que no he omitido nada que pudiera serles útil; les
prediqué y les enseñé tanto en público como en privado, instando a judíos y a
paganos a convertirse a Dios y a creer en nuestro Señor Jesús. Y ahora, como
encadenado por el Espíritu, voy a Jerusalén sin saber lo que me sucederá allí.
Sólo sé que, de ciudad en ciudad, el Espíritu Santo me va advirtiendo cuántas
cadenas y tribulaciones me esperan. Pero poco me importa la vida, mientras pueda
cumplir mi carrera y la misión que recibí del Señor Jesús: la de dar testimonio
de la Buena Noticia de la gracia de Dios.
Y ahora sé que ustedes, entre quienes pasé predicando el Reino, no volverán a
verme. Por eso hoy declaro delante de todos que no tengo nada que reprocharme
respecto de ustedes. Porque no hemos omitido nada para anunciarles plenamente
los designios de Dios.»
Palabra de Dios.
SALMO Sal 67, 10-11. 20-21 (R.: 33a)
R. ¡Cantad al Señor, reinos de la tierra!
O bien:
Aleluia.
Tú derramaste una lluvia generosa, Señor:
tu herencia estaba exhausta y tú la reconfortaste;
allí es estableció tu familia,
y tú, Señor, la afianzarás
por tu bondad para con el pobre. R.
¡Bendito sea el Señor, el Dios de nuestra salvación!
El carga con nosotros día tras día;
él es el Dios que nos salva
y nos hace escapar de la muerte. R.
ALELUIA Jn 14, 16
Aleluia.
Yo rogaré al Padre, y él les dará otro Paráclito,
para que esté siempre con ustedes.
Aleluia.
EVANGELIO
Padre, glorifica a tu Hijo
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
17, 1-11a.
Jesús levantó los ojos al cielo, diciendo:
«Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a
ti, ya que le diste autoridad sobre todos los hombres, para que él diera Vida
eterna a todos los que tú les has dado. Esta es la Vida eterna: que te conozcan
a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo.
Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste.
Ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía contigo antes
que el mundo existiera.
Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos
y me los diste, y ellos fueron fieles a tu palabra. Ahora saben que todo lo que
me has dado viene de ti, porque les comuniqué las palabras que tú me diste:
ellos han reconocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me
enviaste.
Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son
tuyos. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado.
Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y yo vuelvo a ti.»
Palabra del Señor.
Os encomiendo al Señor,
que tiene poder para construir el edificio
y daros la parte de la herencia
Lectura de los Hechos de los apóstoles
20, 28-38
Pablo decía a los principales de la Iglesia de Efeso:
«Velen por ustedes, y por todo el rebaño sobre el cual el Espíritu Santo los ha
constituido guardianes para apacentar a la Iglesia de Dios, que él adquirió al
precio de su propia sangre. Yo sé que después de mi partida se introducirán
entre ustedes lobos rapaces que no perdonarán al rebaño. Y aun de entre ustedes
mismos, surgirán hombres que tratarán de arrastrar a los discípulos con
doctrinas perniciosas.
Velen, entonces, y recuerden que durante tres años, de noche y de día, no he
cesado de aconsejar con lágrimas a cada uno de ustedes.
Ahora los encomiendo al Señor y a la Palabra de su gracia, que tiene poder para
construir el edificio y darles la parte de la herencia que les corresponde, con
todos los que han sido santificados.
En cuanto a mí, no he deseado ni plata ni oro ni los bienes de nadie. Ustedes
saben que con mis propias manos he atendido a mis necesidades y a las de mis
compañeros. De todas las maneras posibles, les he mostrado que así, trabajando
duramente, se debe ayudar a los débiles, y que es preciso recordar las palabras
del Señor Jesús: "La felicidad está más en dar que en recibir."»
Después de decirles esto, se arrodilló y oró junto a ellos. Todos se pusieron a
llorar, abrazaron a Pablo y lo besaron afectuosamente, apenados sobre todo
porque les había dicho que ya no volverían a verlo. Después lo acompañaron hasta
el barco.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 67, 29-30. 33-35a. 35b-36c (R.: 33a)
R. Cantad al Señor, reinos de la tierra!
O bien:
Aleluia.
Tu Dios ha desplegado tu poder:
¡sé fuerte, Dios, tú que has actuado por nosotros!
A causa de tu Templo, que está en Jerusalén,
los reyes te presentarán tributo. R.
¡Canten al Señor, reinos de la tierra,
entonen un himno al Señor,
al que cabalga por el cielo,
por el cielo antiquísimo!
El hace oír su voz poderosa,
¡reconozcan el poder del Señor! R.
Su majestad brilla sobre Israel
y su poder, sobre las nubes.
¡Bendito sea Dios! R.
ALELUIA Cf. Jn 17, 17ba
Aleluia.
Tu palabra, Señor, es verdad; conságranos en la verdad.
Aleluia.
EVANGELIO
Que sean uno, como nosotros
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
17, 11b-19
Jesús levantó los ojos al cielo, y oró diciendo:
«Padre santo, cuida en tu Nombre a aquellos que me diste, para que sean uno,
como nosotros. Mientras estaba con ellos, cuidaba en tu Nombre a los que me
diste; yo los protegía y no se perdió ninguno de ellos, excepto el que debía
perderse, para que se cumpliera la Escritura.
Pero ahora voy a ti, y digo esto estando en el mundo, para que mi gozo sea el de
ellos y su gozo sea perfecto.
Yo les comuniqué tu palabra, y el mundo los odió porque ellos no son del mundo,
como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los
preserves del Maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Conságralos en la verdad: tu palabra es verdad. Así como tú me enviaste al
mundo, yo también los envío al mundo. Por ellos me consagro, para que también
ellos sean consagrados en la verdad.»
Palabra del Señor.
Tendrás que dar testimonio de mí,
también en Roma
Lectura de los Hechos de los apóstoles
22, 30; 23, 6-11
Queriendo saber con exactitud de qué lo acusaban los judíos, el tribuno le hizo
sacar las cadenas, y convocando a los sumos sacerdotes y a todo el Sanedrín,
hizo comparecer a Pablo delante de ellos.
Pablo, sabiendo que había dos partidos, el de los saduceos y el de los fariseos,
exclamó en medio del Sanedrín: «Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos, y
ahora me están juzgando a causa de nuestra esperanza en la resurrección de los
muertos.»
Apenas pronunció estas palabras, surgió una disputa entre fariseos y saduceos, y
la asamblea se dividió. Porque los saduceos niegan la resurrección y la
existencia de los ángeles y de los espíritus; los fariseos, por el contrario,
admiten una y otra cosas.
Se produjo un griterío, y algunos escribas del partido de los fariseos se
pusieron de pie y protestaron enérgicamente: «Nosotros no encontramos nada de
malo en este hombre. ¿Y si le hubiera hablado algún espíritu o un ángel...?»
Como la disputa se hacía cada vez más violenta, el tribuno, temiendo por la
integridad de Pablo, mandó descender a los soldados para que lo sacaran de allí
y lo llevaran de nuevo a la fortaleza.
A la mañana siguiente, el Señor se apareció a Pablo y le dijo: «Animo, así como
has dado testimonio de mí en Jerusalén, también tendrás que darlo en Roma.»
Palabra de Dios.
SALMO Sal 15, 1-2a y 5. 7-8. 9-10. 11 (R.: 1)
R. Protégeme, Dios mío, porque me refugio en ti.
O bien:
Aleluia.
Protégeme, Dios mío,
porque me refugio en ti.
Yo digo al Señor: «Señor, tú eres mi bien.»
El Señor es la parte de mi herencia y mi cáliz,
¡tú decides mi suerte! R.
Bendeciré al Señor que me aconseja,
¡hasta de noche me instruye mi conciencia!
Tengo siempre presente al Señor:
él está a mi lado, nunca vacilaré. R.
Por eso mi corazón se alegra,
se regocijan mis entrañas
y todo mi ser descansa seguro:
porque no me entregarás la Muerte
ni dejarás que tu amigo vea el sepulcro. R.
Me harás conocer el camino de la vida,
saciándome de gozo en tu presencia,
de felicidad eterna a tu derecha. R.
ALELUIA Jn 17, 21
Aleluia.
Dice el Señor: Que todos sean uno,
como tú, Padre, estás en mí y yo en ti,
para que el mundo crea que tú me enviaste.
Aleluia.
EVANGELIO
Que sean perfectamente uno
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
17, 20-26
Jesús levantó los ojos al cielo y oró diciendo:
«Padre santo, no ruego solamente por ellos, sino también por los que, gracias a
su palabra, creerán en mí. Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo
en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me
enviaste.
Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno, como nosotros somos
uno -yo en ellos y tú en mí- para que sean perfectamente uno y el mundo conozca
que tú me has enviado, y que yo los amé cómo tú me amaste.
Padre, quiero que los que tú me diste estén conmigo donde yo esté, para que
contemplen la gloria que me has dado, porque ya me amabas antes de la creación
del mundo.
Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te conocí, y ellos reconocieron
que tú me enviaste. Les di a conocer tu Nombre, y se lo seguiré dando a conocer,
para que el amor con que tú me amaste esté en ellos, y yo también esté en ellos.»
Palabra del Señor.
Jesús que murió y que Pablo asegura que vive
Lectura de los Hechos de los apóstoles 25, 13b-21
El rey Agripa y Berenice llegaron a Cesarea y fueron a saludar a Festo. Como
ellos permanecieron varios días, Festo expuso al rey el caso de Pablo, diciéndole:
«Félix ha dejado a un prisionero, y durante mi estadía en Jerusalén, los sumos
sacerdotes y los ancianos de los judíos, presentaron quejas pidiendo su condena.
Yo les respondí que los romanos no tienen la costumbre de entregar a un hombre
antes de enfrentarlo con sus acusadores y darle la oportunidad de defenderse.
Ellos vinieron aquí, y sin ninguna demora, me senté en el tribunal e hice
comparecer a ese hombre al día siguiente. Pero cuando se presentaron los
acusadores, estos no alegaron contra él ninguno de los cargos que yo sospechaba.
Lo que había entre ellos eran no sé qué discusiones sobre su religión, y sobre
un tal Jesús que murió y que Pablo asegura que vive.
No sabiendo bien qué partido tomar en un asunto de esta índole le pregunté a
Pablo si quería ir a Jerusalén para ser juzgado allí. Pero como este apeló al
juicio de Su Majestad imperial, yo ordené que lo dejaran bajo custodia hasta que
lo enviara al Emperador.»
Palabra de Dios.
SALMO Sal 102, 1-2. 11-12. 19-20ab (R.: 19a)
R. El Señor puso su trono en el cielo.
O bien:
Aleluia.
Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios. R.
Cuanto se alza el cielo sobre la tierra,
así de inmenso es su amor por los que lo temen;
cuanto dista el oriente del occidente,
así aparta de nosotros nuestros pecados. R.
El Señor puso su trono en el cielo,
y su realeza gobierna el universo.
¡Bendigan al Señor, todos sus ángeles,
los fuertes guerreros que cumplen sus órdenes! R.
ALELUIA Jn 14, 26
Aleluia.
El Espíritu Santo les enseñará todo
y les recordará lo que les he dicho.
Aleluia.
EVANGELIO
Apacienta mis corderos,
apacienta mis ovejas
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
21, 15-19
Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer,
dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?»
El le respondió: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.»
Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos.»
Le volvió a decir por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?»
El le respondió: «Sí, Señor, saber que te quiero.»
Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.»
Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?»
Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le
dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero.»
Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.
Te aseguro que cuando eras joven tú mismo te vestías e ibas a donde querías.
Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a
donde no quieras.»
De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después
de hablar así, le dijo: «Sígueme.»
Palabra del Señor.
Vivió en Roma, predicando el Reino de Dios
Lectura de los Hechos de los apóstoles 28, 16-20. 30-31
Cuando llegamos a Roma, recibió autorización para alojarse en una casa particular
con un soldado que lo custodiara.
Tres días después convocó a los judíos principales, y cuando se reunieron les
dijo: «Hermanos, sin haber hecho nada contra el pueblo ni contra las costumbres
de nuestros padres, fui arrestado en Jerusalén y puesto en manos de los romanos.
Después de interrogarme, quisieron dejarme en libertad, porque no encontraban en
mí nada que mereciera la muerte; pero ante la oposición de los judíos, me vi
obligado a apelar al Emperador, sin querer por esto acusar en nada a mi pueblo.
Por eso he querido verlos y hablarles, ya que a causa de la esperanza de Israel
llevo estas cadenas.»
Pablo vivió dos años enteros por sus propios medios, recibiendo a todos los que
querían verlo, proclamando el Reino de Dios, y enseñando con toda libertad y sin
encontrar ningún obstáculo, lo concerniente al Señor Jesucristo.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 10, 4. 5 y 7 (R.: cf. 7b)
R. Los que son rectos verán tu rostro, Señor.
O bien:
Aleluia.
El Señor está en su santo Templo,
el Señor tiene su trono en el cielo.
Sus ojos observan el mundo,
sus pupilas examinan a los hombres. R.
El Señor examina al justo y al culpable,
y odia al que ama la violencia.
Porque el Señor es justo y ama la justicia,
y los son rectos verán su rostro. R.
ALELUIA Cf. Jn 16, 7. 13
Aleluia.
Dice el Señor: Les enviaré el Espíritu de la verdad;
él les hará conocer toda la verdad.
Aleluia.
EVANGELIO
Este mismo discípulo ha escrito estas cosas,
y su testimonio es verdadero
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan
21, 20-25
Pedro, volviéndose, vio que lo seguía el discípulo al que Jesús amaba, el mismo
que durante la Cena se había reclinado sobre Jesús y le había preguntado:
«Señor, ¿quién es el que te va a entregar?»
Cuando Pedro lo vio, preguntó a Jesús: «Señor, ¿y qué será de este?»
Jesús le respondió: «Si yo quiero que él quede hasta mi venida, ¿qué importa?
Tú sígueme.»
Entonces se divulgó entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no
moriría, pero Jesús no había dicho a Pedro: «El no morirá», sino: «Si yo quiero
que él quede hasta mi venida, ¿qué te importa?»
Este mismo discípulo es el que da testimonio de estas cosas y el que las ha
escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero.
Jesús hizo también muchas otras cosas. Si se las relata detalladamente, pienso
que no bastaría todo el mundo para contener los libros que se escribirían.
Palabra del Señor.