Lecturas de la trigesimotercera semana durante el año

Año impar

Lunes - Martes - Miércoles - Jueves - Viernes - Sábado

 

Lunes

Una gran ira se descargó sobre Israel

Lectura del primer libro de los Macabeos     1, 10-15. 41-43. 54-57. 62-64
 
    En aquellos días:
    Surgió un vástago perverso, Antíoco Epífanes, hijo del rey Antíoco, que había estado en Roma como rehén y subió al trono el año ciento treinta y siete del Imperio griego. Fue entonces cuando apareció en Israel un grupo de renegados que sedujeron a muchos, diciendo: «Hagamos una alianza con las naciones vecinas, porque desde que nos separamos de ellas, nos han sobrevenido muchos males».
    Esta propuesta fue bien recibida, y algunos del pueblo fueron en seguida a ver al rey y este les dio autorización para seguir las costumbres de los paganos. Ellos construyeron un gimnasio en Jerusalén al estilo de los paganos, disimularon la marca de la circuncisión y, renegando de la santa alianza, se unieron a los paganos y se entregaron a toda clase de maldades.
    El rey promulgó un decreto en todo su reino, ordenando que todos formaran un solo pueblo y renunciaran a sus propias costumbres. Todas las naciones se sometieron a la orden del rey y muchos israelitas aceptaron el culto oficial, ofrecieron sacrificios a los ídolos y profanaron el sábado.
    El día quince del mes de Quisleu, en el año ciento cuarenta y cinco, el rey hizo erigir sobre el altar de los holocaustos la Abominación de la desolación. También construyeron altares en todos las ciudades de Judá. En las puertas de las casas y en las plazas se quemaba incienso. Se destruían y arrojaban al fuego los libros de la Ley que se encontraban, y al que se descubría con un libro de la Alianza en su poder, o al que observaba los preceptos de la Ley, se lo condenaba a muerte en virtud del decreto real.
    Sin embargo, muchos israelitas se mantuvieron firmes y tuvieron el valor de no comer alimentos impuros; prefirieron la muerte antes que mancharse con esos alimentos y quebrantar la santa alianza, y por eso murieron. Y una gran ira se descargó sobre Israel.
 
Palabra de Dios.
 
 
SALMO
    Sal 118, 53. 61. 134. 150. 155. 158 (R.: cf. 88)
 
R.
¡Dame vida, Señor, y guardaré tus mandamientos!
 
Me lleno de indignación ante los pecadores,
ante los que abandonan tu ley.
Los lazos de los malvados me rodean,
pero yo no me olvido de tu ley. R.
 
Líbrame de la opresión de los hombres,
y cumpliré tus mandamientos.
Se acercan a mí los que me persiguen con perfidia,
los que están alejados de tu ley. R.
 
La salvación está lejos de los impíos,
porque no buscan tus preceptos.
Veo a los pecadores y siento indignación,
porque no cumplen tu palabra. R.
 
 
ALELUIA     Jn 8, 12
 
Aleluia.
«Yo soy la luz del mundo.
El que me sigue tendrá la luz de la Vida», dice el Señor.
Aleluia.
 
 
EVANGELIO

¿Qué quieres que haga por ti? Señor, que yo vea otra vez

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     18, 35-43
 
    Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía. Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret. El ciego se puso a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!» Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!».
    Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó: «¿Qué quieres que haga por ti?».
    «Señor, que yo vea otra vez.»
    Y Jesús le dijo: «Recupera la vista, tu fe te ha salvado.» En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios.
 
Palabra del Señor.

Martes

Dejaré un noble ejemplo,
al morir con entusiasmo por las santas leyes

Lectura del segundo libro de los Macabeos     6, 18-31
 
    Eleazar, uno de los principales maestros de la Ley, de edad muy avanzada y de noble aspecto, fue forzado a abrir la boca para comer carne de cerdo. Pero él, prefiriendo una muerte honrosa a una vida infame, marchó voluntariamente al suplicio, después de haber escupido la carne, como deben hacerlo los que tienen el valor de rechazar lo que no está permitido comer, ni siquiera por amor a la vida.
    Los que presidían este banquete ritual contrario a la Ley, como lo conocían desde hacía mucho tiempo, lo llevaron aparte y le rogaron que hiciera traer carne preparada expresamente para él y que le estuviera permitido comer. Asimismo le dijeron que fingiera comer la carne del sacrificio, conforme a la orden del rey. Obrando de esa manera, se libraría de la muerte y sería tratado humanitariamente por su antigua amistad con ellos. Pero él, tomando una noble resolución, digna de su edad, del prestigio de su vejez, de sus venerables canas, de la vida ejemplar que había llevado desde su infancia y, sobre todo, de la santa legislación establecida por Dios, se mostró consecuente consigo mismo, pidiendo que lo enviaran de inmediato a la morada de los muertos.
    «A nuestra edad, decía, no está bien fingir. De lo contrario, muchos jóvenes creerán que Eleazar, a los noventa años, se ha pasado a las costumbres paganas.
    Entonces también ellos, a causa de mi simulación y de mi apego a lo poco que me resta de vida, se desviarán por culpa mía, y yo atraeré sobre mi vejez la infamia y el deshonor. Porque, aunque ahora me librara del castigo de los hombres, no podría escapar, ni vivo ni muerto, de las manos del Todopoderoso. Por eso, me mostraré digno de mi vejez entregando mi vida valientemente. Así dejaré a los jóvenes un noble ejemplo, al morir con entusiasmo y generosidad por las venerables y santas leyes».
    Dicho esto, se encaminó resueltamente al suplicio. Al oír estas palabras, que consideraban una verdadera locura, los que lo conducían cambiaron en crueldad la benevolencia que antes le habían demostrado.
    Pero él, a punto ya de morir bajo los golpes, dijo entre gemidos: «El Señor, que posee el santo conocimiento, sabe muy bien que, pudiendo librarme de la muerte, soporto crueles dolores en mi cuerpo azotado; pero mi alma los padece gustosamente por temor a Él».
    De este modo, Eleazar dejó al morir, no sólo a los jóvenes, sino a la nación entera, su propia muerte como ejemplo de generosidad y como recuerdo de virtud.
 
Palabra de Dios.
 
 
SALMO
    Sal 3, 2-3. 4-5. 6-8b (R.: 6b)
 
R.
¡Levántate, Señor, y sálvame!
 
Señor, ¡qué numerosos son mis adversarios,
cuántos los que se levantan contra mí!
¡Cuántos son los que dicen de mí:
«Dios ya no quiere salvarlo»! R.
 
Pero tú eres mi escudo protector y mi gloria,
tú mantienes erguida mi cabeza.
Invoco al Señor en alta voz,
y él me responde desde su santa Montaña. R.
 
Yo me acuesto y me duermo,
y me despierto tranquilo porque el Señor me sostiene.
No temo a la multitud innumerable,
apostada contra mí por todas partes. R.
 
 
ALELUIA     1Jn 4, 10b
 
Aleluia.
Dios nos amó primero y envió a su Hijo
como víctima propiciatoria por nuestros pecados.
Aleluia.
 
 
EVANGELIO

El Hijo del hombre vino a buscar y a salvar
lo que estaba perdido

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     19, 1-10
 
    Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era el jefe de los publicanos. El quería ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicomoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí.
    Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: «Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.» Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría.
    Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Se ha ido a alojar en casa de un pecador.» Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: «Señor, voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le daré cuatro veces más».Y Jesús le dijo: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido».
 
Palabra del Señor.

Miércoles

El Creador del universo les devolverá el espíritu y la vida

Lectura del Segundo libro de los Macabeos     7, 1. 20-31
 
    Fueron detenidos siete hermanos, junto con su madre. El rey, flagelándolos con azotes y tendones de buey, trató de obligarlos a comer carne de cerdo, prohibida por la Ley.
    Incomparablemente admirable y digna del más glorioso recuerdo fue aquella madre que, viendo morir a sus siete hijos en un solo día, soportó todo valerosamente, gracias a la esperanza que tenía puesta en el Señor. Llena de nobles sentimientos, exhortaba a cada uno de ellos, hablándoles en su lengua materna. Y animando con un ardor varonil sus reflexiones de mujer, les decía: «Yo no sé cómo ustedes aparecieron en mis entrañas; no fui yo la que les dio el espíritu y la vida ni la que ordenó armoniosamente los miembros de su cuerpo. Pero sé que el Creador del universo, el que plasmó al hombre en su nacimiento y determinó el origen de todas las cosas, les devolverá misericordiosamente el espíritu y la vida, ya que ustedes se olvidan ahora de sí mismos por amor de sus leyes».
    Antíoco pensó que se estaba burlando de él y sospechó que esas palabras eran un insulto. Como aún vivía el más joven, no sólo trataba de convencerlo con palabras, sino que le prometía con juramentos que lo haría rico y feliz, si abandonaba las tradiciones de sus antepasados. Le aseguraba asimismo que lo haría su Amigo y le confiaría altos cargos.
    Pero como el joven no le hacía ningún caso, el rey hizo llamar a la madre y le pidió que aconsejara a su hijo, a fin de salvarle la vida. Después de mucho insistir, ella accedió a persuadir a su hijo.
    Entonces, acercándose a él y burlándose del cruel tirano, le dijo en su lengua materna: «Hijo mío, ten compasión de mí, que te llevé nueve meses en mis entrañas, te amamanté durante tres años y te crié y eduqué, dándote el alimento, hasta la edad que ahora tienes. Yo te suplico, hijo mío, que mires al cielo y a la tierra, y al ver todo lo que hay en ellos, reconozcas que Dios lo hizo todo de la nada, y que también el género humano fue hecho de la misma manera. No temas a este verdugo: muéstrate más bien digno de tus hermanos y acepta la muerte, para que yo vuelva a encontrarte con ellos en el tiempo de la misericordia».
    Apenas ella terminó de hablar, el joven dijo: «¿Qué esperan? Yo no obedezco el decreto del rey, sino las prescripciones de la Ley que fue dada a nuestros padres por medio de Moisés. Y tú, que eres el causante de todas las desgracias de los hebreos, no escaparás de las manos de Dios».
 
Palabra de Dios.
 
 
SALMO
    Sal 16, 1. 5-6. 8b y 15 (R.: 15b)
 
R.
¡Me saciaré de tu presencia, Señor!
 
Escucha, Señor, mi justa demanda,
atiende a mi clamor;
presta oído a mi plegaria,
porque en mis labios no hay falsedad. R.
 
Mis pies se mantuvieron firmes en los caminos señalados:
¡mis pasos nunca se apartaron de tus huellas!.
Yo te invoco, Dios mío, porque tú me respondes:
inclina tu oído hacia mí y escucha mis palabras. R.
 
Escóndeme a la sombra de tus alas.
Pero yo, por tu justicia, contemplaré tu rostro,
y al despertar,
me saciaré de tu presencia. R.
 
 
ALELUIA     Cf. Jn 15, 16
 
Aleluia.
«Yo los elegí del mundo, para que vayan y den fruto,
y ese fruto será duradero», dice el Señor.
Aleluia.
 
 
EVANGELIO

¿Por qué no entregaste mi dinero en préstamo?

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     19, 11-28
 
    Jesús dijo una parábola, porque estaba cerca de Jerusalén y la gente pensaba que el Reino de Dios iba a aparecer de un momento a otro.
    El les dijo: «Un hombre de familia noble fue a un país lejano para recibir la investidura real y regresar en seguida. Llamó a diez de sus servidores y les entregó cien monedas de plata a cada uno, diciéndoles: "Háganlas producir hasta que yo vuelva." Pero sus conciudadanos lo odiaban y enviaron detrás de él una embajada encargada de decir "No queremos que este sea nuestro rey".
    Al regresar, investido de la dignidad real, hizo llamar a los servidores a quienes había dado el dinero, para saber lo que había ganado cada uno. El primero se presentó y le dijo: "Señor, tus cien monedas de plata han producido diez veces más." "Está bien, buen servidor, le respondió, ya que has sido fiel en tan poca cosa, recibe el gobierno de diez ciudades".
    Llegó el segundo y le dijo: "Señor, tus cien monedas de plata han producido cinco veces más." A él también le dijo: "Tú estarás al frente de cinco ciudades."
    Llegó el otro y le dijo: "Señor, aquí tienes tus cien monedas de plata, que guardé envueltas en un pañuelo. Porque tuve miedo de ti, que eres un hombre exigente, que quieres percibir lo que no has depositado y cosechar lo que no has sembrado." El le respondió: "Yo te juzgo por tus propias palabras, mal servidor. Si sabías que soy un hombre exigente, que quiero percibir lo que no deposité y cosechar lo que no sembré, ¿por qué no entregaste mi dinero en préstamo? A mi regreso yo lo hubiera recuperado con intereses."
    Y dijo a los que estaban allí: "Quítenle las cien monedas y dénselas al que tiene diez veces más."
    "¡Pero, señor, le respondieron, ya tiene mil!"
    Les aseguro que al que tiene, se le dará; pero al que no tiene, se le quitará aún lo que tiene. En cuanto a mis enemigos, que no me han querido por rey, tráiganlos aquí y mátenlos en mi presencia.»
    Después de haber dicho esto, Jesús siguió adelante, subiendo a Jerusalén.
 
Palabra del Señor.

Jueves

Nos mantendremos fieles a la Alianza de nuestros padres

Lectura del primer libro de los Macabeos     2, 15-29
 
    En aquellos días:
    Los delegados del rey, encargados de imponer la apostasía, llegaron a la ciudad de Modín para exigir que se ofrecieran los sacrificios. Se presentaron muchos israelitas, pero Matatías y sus hijos se agruparon aparte. Entonces los enviados del rey fueron a decirle: «Tú eres un jefe ilustre y gozas de autoridad en esta ciudad, respaldado por hijos y hermanos. Sé el primero en acercarte a ejecutar la orden del rey, como lo han hecho todas las naciones, y también los hombres de Judá y los que han quedado en Jerusalén. Así tú y tus hijos, serán contados entre los Amigos del rey y gratificados con plata, oro y numerosos regalos.»
    Matatías respondió en alta voz: «Aunque todas las naciones que están bajo el dominio del rey lo obedezcan y abandonen el culto de sus antepasados para someterse a sus órdenes, yo, mis hijos y mis hermanos nos mantendremos fieles a la Alianza de nuestros padres. El Cielo nos libre de abandonar la Ley y los preceptos. Nosotros no acataremos las órdenes del rey desviándonos de nuestro culto, ni a la derecha ni a la izquierda.»
    Cuando acabó de pronunciar estas palabras un judío se adelantó a la vista de todos, para ofrecer un sacrificio sobre el altar de Modín, conforme al decreto del rey. Al ver esto, Matatías se enardeció de celo y se estremecieron sus entrañas; y dejándose llevar por una justa indignación, se abalanzó y lo degolló sobre el altar. Ahí mismo mató al delegado real que obligaba a ofrecer los sacrificios y destruyó el altar. Así manifestó su celo por la Ley, como lo había hecho Pinjás con Zimrí, hijo de Salú.
    Luego comenzó a gritar por la ciudad con todas sus fuerzas: «Todo el que sienta celo por la Ley y quiera mantenerse fiel a la Alianza, que me siga.» Y abandonando todo lo que poseían en la ciudad, él y sus hijos huyeron a las montañas.
    Entonces muchos judíos, amantes de la justicia y el derecho, se retiraron al desierto para establecerse allí.
 
Palabra de Dios.
 
 
SALMO
    Sal 49, 1-2. 5-6. 14-15 (R.: 23b)
 
R.
El que va por el buen camino verá al Señor.
 
El Dios de los dioses, el Señor,
habla para convocar a la tierra
    desde la salida del sol hasta el ocaso.
El Señor resplandece desde Sión,
que es el dechado de toda hermosura. R.
 
«Reúnanme a mis amigos,
a los que sellaron mi alianza con un sacrificio.»
¡Que el cielo proclame su justicia, porque el Señor
es el único Juez! R.
 
«Ofrece al Señor un sacrificio de alabanza
y cumple tus votos al Altísimo;
invócame en los momentos de peligro:
yo te libraré, y tú me glorificarás.» R.
 
 
ALELUIA     Cf. Sal 94, 7d. 8ab
 
Aleluia.
Escuchen la voz del Señor, no endurezcan su corazón.
Aleluia.
 
 
EVANGELIO

¡Si hubieras comprendido el mensaje de paz!

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     19, 41-44
 
    Cuando estuvo cerca y vio la ciudad, se puso a llorar por ella, diciendo: «¡Si tú también hubieras comprendido en este día el mensaje de paz! Pero ahora está oculto a tus ojos.
    Vendrán días desastrosos para ti, en que tus enemigos te cercarán con empalizadas, te sitiarán y te atacarán por todas partes. Te arrasarán junto con tus hijos, que están dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, porque no has sabido reconocer el tiempo en que fuiste visitada por Dios».
 
Palabra del Señor.

Viernes

Celebraron la dedicación del altar,
ofreciendo con alegría holocaustos

Lectura del primer libro de los Macabeos     4, 36-37. 52-59
 
    Judas Macabeo y sus hermanos dijeron: «Nuestros enemigos han sido aplastados; subamos a purificar el Santuario y a celebrar su dedicación.» Entonces se reunió todo el ejército y subieron al monte Sión.
    El día veinticinco del noveno mes, llamado Quisleu, del año ciento cuarenta y ocho, se levantaron al despuntar el alba y ofrecieron un sacrificio conforme a la Ley, sobre el nuevo altar de los holocaustos que habían erigido. Este fue dedicado con cantos, cítaras, arpas y címbalos, justamente en el mismo mes y en el mismo día en que los paganos lo habían profanado. Todo el pueblo cayó con el rostro en tierra y adoraron y bendijeron al Cielo que les había dado la victoria. Durante ocho días celebraron la dedicación del altar, ofreciendo con alegría holocaustos y sacrificios de comunión y de acción de gracias. Adornaron la fachada del Templo con coronas de oro y pequeños escudos, restauraron las entradas y las salas, y les pusieron puertas. En todo el pueblo reinó una inmensa alegría, y así quedó borrado el ultraje infligido por los paganos.
    Judas, de acuerdo con sus hermanos y con toda la asamblea de Israel, determinó que cada año, a su debido tiempo y durante ocho días a contar del veinticinco del mes de Quisleu, se celebrara con júbilo y regocijo el aniversario de la dedicación del altar.
 
Palabra de Dios.
 
 
SALMO
    1Crón 29, 10. 11ab. 11d-12a. 12bcd (R.: 13b)
 
R.
¡Alabamos tu Nombre glorioso, Señor!
 
¡Bendito seas, Señor,
Dios de nuestro padre Israel,
desde siempre y para siempre! R.
 
Tuya, Señor, es la grandeza, la fuerza,
la gloria, el esplendor y la majestad;
porque a ti pertenece
todo lo que hay en el cielo y en la tierra. R.
 
Tuyo, Señor, es el reino;
tú te elevas por encima de todo.
De ti proceden la riqueza y la gloria. R.
 
Tú lo gobiernas todo,
en tu mano están el poder y la fuerza,
y es tu mano la que engrandece y afianza todas las cosas. R.
 
 
ALELUIA     Jn 10, 27
 
Aleluia.
«Mis ovejas escuchan mi voz,
Yo las conozco y ellas me siguen», dice el Señor.
Aleluia.
 
 
EVANGELIO

Han convertido la casa de Dios en una cueva de ladrones

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     19, 45-48
 
    Jesús al entrar al Templo, se puso a echar a los vendedores, diciéndoles: «Está escrito: "Mi casa será una casa de oración, pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones"».
    Y diariamente enseñaba en el Templo. Los sumos sacerdotes, los escribas y los más importantes del pueblo, buscaban la forma de matarlo. Pero no sabían cómo hacerlo, porque todo el pueblo lo escuchaba y estaba pendiente de sus palabras.
 
Palabra del Señor.

Sábado

Por los males que causé en Jerusalén, muero de pesadumbre

Lectura del primer libro de los Macabeos     6, 1-13
 
    El rey Antíoco recorría las provincias de la meseta. Allí se enteró de que en Persia había una ciudad llamada Elimaida, célebre por sus riquezas, su plata y su oro. Ella tenía un templo muy rico, donde se guardaban armaduras de oro, corazas y armas dejadas allí por Alejandro, hijo de Filipo y rey de Macedonia, el primero que reinó sobre los griegos.
    Antíoco se dirigió a esa ciudad para apoderarse de ella y saquearla, pero no lo consiguió, porque los habitantes de la ciudad, al conocer sus planes, le opusieron resistencia. El tuvo que huir y se retiró de allí muy amargado para volver a Babilonia.
    Cuando todavía estaba en Persia, le anunciaron que la expedición contra el país de Judá había fracasado. Le comunicaron que Lisias había ido al frente de un poderoso ejército, pero había tenido que retroceder ante los judíos, y que estos habían acrecentado su poder, gracias a las armas y al cuantioso botín tomado a los ejércitos vencidos. Además, habían destruido la Abominación que él había erigido sobre el altar de Jerusalén y habían rodeado el Santuario de altas murallas como antes, haciendo lo mismo con Betsur, que era una de las ciudades del rey.
    Al oír tales noticias, el rey quedó consternado, presa de una violenta agitación, y cayó en cama enfermo de tristeza, porque las cosas no le habían salido como él deseaba. Así pasó muchos días, sin poder librarse de su melancolía, hasta que sintió que se iba a morir. Entonces hizo venir a todos sus amigos y les dijo: «No puedo conciliar el sueño y me siento desfallecer. Yo me pregunto cómo he llegado al estado de aflicción y de amargura en que ahora me encuentro, yo que era generoso y amado mientras ejercía el poder. Pero ahora caigo en la cuenta de los males que causé en Jerusalén, cuando robé los objetos de plata y oro que había allí y mandé exterminar sin motivo a los habitantes de Judá. Reconozco que por eso me suceden todos estos males y muero de pesadumbre en tierra extranjera».
 
Palabra de Dios.
 
 
SALMO
    Sal 9, 2-3. 4 y 6. 16 y 19 (R.: 15b)
 
R.
¡Me alegraré por tu victoria, Señor!
 
Te doy gracias, Señor, de todo corazón
y proclamaré todas tus maravillas.
Quiero alegrarme y regocijarme en ti,
y cantar himnos a tu Nombre, Altísimo. R.
 
Cuando retrocedían mis enemigos,
tropezaron y perecieron delante de ti.
Escarmentaste a las naciones,
destruiste a los impíos
y borraste sus nombres para siempre. R.
 
Los pueblos se han hundido en la fosa que abrieron,
su pie quedó atrapado en la red que ocultaron.
Porque el pobre no será olvidado para siempre
ni se malogra eternamente la esperanza del humilde. R.
 
 
ALELUIA     Cf. 2Tim 1, 10b
 
Aleluia.
Nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte
e hizo brillar la vida mediante el la Buena Noticia.
Aleluia.
 
 
EVANGELIO

No es un Dios de muertos, sino de vivientes

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas     20, 27-40
 
    Se acercaron a Jesús algunos saduceos, que niegan la resurrección, y le dijeron: «Maestro, Moisés nos ha ordenado: Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda, y luego el tercero. Y así murieron los siete sin dejar descendencia. Finalmente, también murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?»
    Jesús les respondió: «En este mundo los hombres y las mujeres se casan, pero los que sean juzgados dignos de participar del mundo futuro y de la resurrección, no se casarán. Ya no pueden morir, porque son semejantes a los ángeles y son hijos de Dios, al ser hijos de la resurrección.
    Que los muertos van a resucitar, Moisés lo ha dado a entender en el pasaje de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Porque él no es un Dios de muertos, sino de vivientes; todos, en efecto, viven para Él».
    Tomando la palabra, algunos escribas le dijeron: «Maestro, has hablado bien.» Y ya no se atrevían a preguntarle nada.
 
Palabra del Señor.