DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
1. En este día la Iglesia conmemora la entrada
de Cristo, el Señor, en Jerusalén para dar cumplimiento a su misterio pascual.
Por esta razón, en todas las Misas se recuerda este ingreso del Señor, por medio
de la procesión o entrada solemne antes de la Misa principal, o por medio de la
entrada simple antes de las otras Misas. La entrada solemne, pero no la
procesión, puede repetirse antes de aquellas Misas que se celebran con gran
asistencia de fieles.
Cuando no se pueda celebrar la Misa, es conveniente que se haga una celebración
de la Palabra sobre la entrada mesiánica y la Pasión del Señor, ya sea el sábado
por la tarde, ya el domingo en una hora oportuna.
Conmemoración de la entrada del Señor en Jerusalén
Primera forma: Procesión
2. A la hora indicada el pueblo se reúne en
una iglesia menor o en otro lugar apto, pero fuera del templo hacia el cual se
dirigirá la procesión. Los fieles tienen los ramos en sus manos.
3. El sacerdote y los ministros, revestidos con los ornamentos
rojos requeridos para la Misa, se dirigen al lugar donde el pueblo se encuentra
congregado. El sacerdote puede usar la capa pluvial roja que dejará, una vez
concluida la procesión, para revestir la casulla.
4. Mientras tanto, se canta la siguiente antífona u otro
cántico adecuado:
Antífona Cf. Mt 21, 9
Hosanna al Hijo de David.
Bendito el que viene en nombre del Señor, el Rey de Israel.
Hosanna en las alturas.
5. El sacerdote y los fieles hacen la señal de la cruz,
mientras el sacerdote dice: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo. Después saluda al pueblo de la manera
acostumbrada.
Seguidamente, el sacerdote hace una breve monición en la que invita a los fieles
a participar activa y conscientemente en la celebración de este día. Puede
hacerlo con estas palabras u otras semejantes:
Queridos hermanos:
Después de haber preparado nuestros corazones
desde el comienzo de la Cuaresma,
por medio de la penitencia, la oración y las obras de caridad,
hoy nos congregamos para iniciar con toda la Iglesia,
la celebración del misterio pascual de nuestro Señor.
Este sagrado misterio se realiza por su muerte y resurrección;
para ello, Jesús ingreso en Jerusalén, la ciudad santa.
Nosotros, llenos de fe y con gran fervor,
recordando esta entrada triunfal,
sigamos al Señor para que, por la gracia que brota de su cruz,
lleguemos a tener parte en su resurrección y en su vida.
6. Después de esta monición, el sacerdote, para bendecir los
ramos, dice una de las siguientes oraciones, con las manos extendidas.
Oremos.
Dios todopoderoso y eterno,
santifica con tu bendición + estos ramos
para que, cuantos seguimos con aclamaciones a Cristo Rey,
podamos llegar por él a la Jerusalén celestial.
Que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
O bien:
Oremos.
Dios nuestro, aumenta la fe de cuantos esperamos en ti
y escucha nuestras súplicas,
para que, quienes hoy llevamos estos ramos
en honor de Cristo victorioso,
te presentemos el fruto de las buenas obras, unidos a él.
Que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Y rocía los ramos con agua bendita, en silencio.
7. Luego el diácono, o en su defecto el mismo sacerdote,
proclama el Evangelio de la manera acostumbrada. Se toma el texto
correspondiente al ciclo dominical en curso. Según las circunstancias, puede
usarse el incienso.
«Bendito el que viene en nombre del Señor»
AÑO A:
+
Salmo 23
Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella,
el mundo y todos sus habitantes,
porque él la fundó sobre los mares,
él la afirmó sobre las corrientes del océano.
(Se repite la antífona)
¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor
y permanecer en su recinto sagrado?
El que tiene las manos limpias y puro el corazón;
el que no rinde culto a los ídolos ni jura falsamente.
(Se repite la antífona)
Él recibirá la bendición del Señor,
la recompensa de Dios, su salvador.
Así son los que buscan al Señor,
los que buscan tu rostro, Dios de Jacob.
(Se repite la antífona)
¡Puertas, levanten sus dinteles,
levántense, puertas eternas,
para que entre el Rey de la gloria!
¿Y quién es ese Rey de la gloria?
Es el Señor, el fuerte, el poderoso,
el Señor poderoso en los combates.
(Se repite la antífona)
¡Puertas, levanten sus dinteles,
levántense, puertas eternas,
para que entre el Rey de la gloria!
¿Y quién es ese Rey de la gloria?
El Rey de la gloria
es el Señor de los ejércitos.
Antífona 2
Los niños hebreos extendían sus mantos por el camino
y aclamaban diciendo:
Hosanna al Hijo de David
Bendito el que viene en nombre del Señor
Según las circunstancias, esta antífona puede alternarse con
los versículos del salmo 46.
Salmo 46
Aplaudan, todos los pueblos,
aclamen al Señor con gritos de alegría;
porque el Señor, el Altísimo, es temible,
es el soberano de toda la tierra.
(Se repite la antífona)
Él puso a los pueblos bajo nuestro yugo,
y a las naciones bajo nuestros pies;
Él eligió para nosotros una herencia,
que es el orgullo de Jacob, su predilecto.
El Señor asciende entre aclamaciones,
asciende al sonido de trompetas.
(Se repite la antífona)
Canten, canten a nuestro Dios,
canten, canten a nuestro Rey.
El Señor es el Rey de toda la tierra,
cántenle un hermoso himno.
(Se repite la antífona)
El Señor reina sobre las naciones,
el Señor se sienta en su trono sagrado.
Los nobles de los pueblos se reúnen
con el pueblo del Dios de Abrahám;
del Señor son los poderosos de la tierra,
y él se ha elevado inmensamente.
(Se repite la antífona)
Himno a Cristo Rey
Coro: Gloria, alabanza y honor a ti,
Cristo,
nuestro Rey y Redentor,
a quien los niños con júbilo cantaban: Hosanna
Todos: Gloria, alabanza y honor a ti, Cristo,
nuestro Rey y Redentor,
a quien los niños con júbilo cantaban: Hosanna
Coro: Tú eres el Rey de Israel,
noble descendiente de David,
Rey bendito que vienes en nombre del Señor.
Todos: Gloria, alabanza...
Coro: Los ángeles te alaban en el Cielo;
también los hombres y todo el universo.
Todos: Gloria, alabanza...
Coro: El pueblo hebreo salió a tu encuentro
con palmas en las manos:
aquí estamos nosotros con himnos,
ofrendas y plegarias.
Todos: Gloria, alabanza...
Coro: Ellos te aclamaban cuando ibas a morir,
ahora que reinas, nosotros te cantamos.
Todos: Gloria, alabanza...
Coro: Ellos te agradaron;
acepta también nuestro homenaje,
Rey bueno, Rey piadoso,
que te complaces con todo lo bueno.
Todos: Gloria, alabanza...
10. Al entrar la procesión en la iglesia, se canta el
siguiente responsorio u otro cántico alusivo a la entrada de Señor en Jerusalén:
Responsorio
V. Al entrar el Señor en la ciudad santa,
los niños hebreos con palmas en las manos
anunciaban la resurrección de Cristo, diciendo:
*Hosanna en el cielo
R. Al enterarse de que Jesús llegaba a Jerusalén,
el pueblo salió a su encuentro
y con palmas en las manos, aclamaba:
*Hosanna en el cielo
11. Al llegar al altar, el sacerdote lo venera y, según las circunstancias, lo inciensa. Luego se dirige a la sede; si usó la capa pluvial, la deja, y se coloca la casulla. Omitidos los ritos iniciales y, según el caso, también el Señor, ten piedad, pronuncia la oración colecta de la Misa como conclusión de la procesión, y continúa como de costumbre.
Segunda forma: Entrada solemne
12. Cuando no es posible hacer la procesión
fuera de la iglesia, la entrada del Señor se celebra dentro del templo en forma
solemne, antes de la Misa principal.
13. Los fieles se reúnen ante la puerta del templo, o bien
dentro de éste, con los ramos en sus manos. El sacerdote, los ministros y un
grupo de fieles se dirigen a un sitio adecuado del templo, fuera del
presbiterio, desde donde la mayor parte de los fieles pueda ver el desarrollo
del rito.
14. Mientras el sacerdote se dirige al lugar elegido, se canta
la antífona Hosanna (n.4) u otro canto
adecuado. En este lugar se bendicen los ramos y se proclama el Evangelio de la
entrada del Señor en Jerusalén, como se ha indicado más arriba (nn. 5-7) Después del Evangelio, el sacerdote con los ministros y un grupo de fieles
que lo acompañó más de cerca, se dirigen solemnemente por la iglesia hacia el
presbiterio, mientras se canta el responsorio: Al entrar el Señor
(núm. 10) u otro canto apropiado.
15. Al llegar al altar, el sacerdote lo venera. Luego se
dirige a la sede. Omitiendo los ritos iniciales y, según el caso, también el
Señor, ten piedad, pronuncia la oración colecta de la
Misa como de costumbre.
Tercera forma: Entrada simple
16. En todas las demás Misas de este domingo
en las que no se hace la entrada solemne, se conmemora la entrada del Señor en
Jerusalén por medio de una entrada simple.
17. Mientras el sacerdote se dirige al altar, se canta la
antífona de entrada con su salmo (n. 18) u otro canto similar. El
sacerdote, al llegar al altar, lo venera y se dirige a la sede. Después de la
señal de la cruz, saluda al pueblo. Luego, la Misa continúa como de costumbre.
En las Misas en las que no es posible hacer el canto de entrada, el sacerdote
llega al altar, lo venera, saluda al pueblo, lee la antífona de entrada y
prosigue la Misa de la manera acostumbrada.
18. Antífona de entrada Cf. Jn 12,1.12-13; Sal 23, 9-10
Seis días antes de la solemnidad de la Pascua,
cuando el Señor entraba a la ciudad de Jerusalén,
los niños salieron a su encuentro con palmas en sus manos
y aclamaban con toda su voz:
*Hosanna en las alturas. Bendito tú, que has venido
lleno de misericordia.
Puertas, levanten sus dinteles.
Ábranse, puertas eternas, para que entre el Rey de la gloria.
¿Y quién es el Rey de la gloria?
El Rey de la gloria es el Señor de los ejércitos.
*Hosanna en las alturas. Bendito tú, que has venido
lleno de misericordia.
Misa
19. Después de la procesión o de la entrada
solemne, el sacerdote comienza la Misa con la oración colecta:
20. Oración colecta
Dios todopoderoso y eterno,
tú mostraste a los hombres
el ejemplo de humildad de nuestro Salvador,
que se encarnó y murió en la cruz;
concédenos recibir las enseñanzas de su Pasión,
para poder participar un día de su gloriosa resurrección.
Él que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
21. Para la lectura de la Pasión, no se llevan cirios ni se
inciensa; se omite el saludo y la signación del libro. La lectura está a cargo
de un diácono o, en su defecto, del mismo sacerdote. Sin embargo, es
recomendable confiar a otros lectores las distintas partes según indica el
Leccionario, y reservar al diácono o al sacerdote la parte correspondiente a
Cristo. Solamente los diáconos que intervienen en la proclamación piden la
bendición del sacerdote, como se hace antes del Evangelio.
22. Después de la proclamación de la Pasión, si se cree
oportuno, hágase una breve homilía. Puede hacerse también un momento de
silencio.
Se dice Credo y se reza la Oración Universal.
23. Oración sobre las ofrendas
Por la Pasión de tu Hijo unigénito
danos, Señor, tu perdón
y aunque no lo merecen nuestras obras,
haz que lo recibamos de tu misericordia
por este sacrificio.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
24. PREFACIO:
De la Pasión del Señor
V. El Señor está con ustedes.
R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Jesucristo, Señor nuestro.
Él que era inocente,
quiso padecer por los pecadores
y fue condenado injustamente para salvar a los culpables;
al morir, borró nuestros pecados
y al resucitar, nos obtuvo la salvación.
Por eso, con todos los ángeles,
te alabamos, diciendo con alegría:
Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.
25. Antífona de comunión Mt 26, 42
Padre mío, si no puede pasar este cáliz
sin que yo lo beba, que se haga tu voluntad.
26. Oración después de la comunión
Alimentados con tu sagrados dones,
te pedimos, Padre, que así como por la muerte de tu Hijo
nos haces esperar lo que creemos,
por su resurrección lleguemos a la gloria que anhelamos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
27. Oración sobre el pueblo
Padre, dirige tu mirada sobre esta familia tuya,
por la cual nuestro Señor Jesucristo
no dudó en entregarse a las manos de los verdugos
y sufrir el suplicio de la cruz.
Él que vive y reina por los siglos de los siglos.
Antífona de entrada Cf. Sal 34, 1-2; Sal
139, 8
Combate, Señor, a los que me atacan,
pelea contra los que me hacen la guerra;
toma el escudo y la armadura, levántate y ven en mi ayuda,
Señor, mi ayuda poderosa.
Oración colecta
Dios todopoderoso, concede
a quienes desfallecemos a causa de nuestra fragilidad,
ser confortados por la Pasión de tu único Hijo.
Que vive y reina contigo en la unida del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Mira con bondad, Señor,
los sagrados misterios que celebramos,
y lo que tu amor providente instituyó para destruir nuestro pecado,
produzca en nosotros frutos de vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio II de Pasión.
Antífona de comunión Cf. Sal 101, 3
No me ocultes tu rostro en el momento del peligro;
inclina hacia mí tu oído, respóndeme pronto, cuando te invoco.
Oración después de la comunión
Visita a tu pueblo, Padre,
y protege a quienes has santificado
por estos sagrados misterios,
para que conserven los auxilios de la salvación eterna
que han recibido de tu misericordia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oración sobre el pueblo (Facultativa)
Te pedimos, Padre, que asistas a los humildes
y protejas a quienes confían en tu misericordia,
para que no sólo celebren las fiestas pascuales
con la observancia penitencial,
sino que sean renovados con un alma pura.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de entrada (Sal 26, 12)
No me entregues, Señor, a la furia de mis adversarios,
porque se levantan contra mí testigos falsos,
hombres que respiran violencia.
Oración colecta
Dios todopoderoso y eterno,
concédenos celebrar de tal manera
los misterios de la Pasión del Señor,
que merezcamos alcanzar tu misericordia.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Señor nuestro, mira con bondad la ofrenda de tu familia
y a quienes invitas a participar de tus sagrados dones
concédeles llegar a su plenitud en la vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio de Pasión II.
Antífona de comunión (Rom 8, 32)
Dios no perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros.
Oración después de la comunión
Saciados con el don de la salvación,
imploramos, Padre, tu misericordia,
para que, por este mismo sacramento
con el que sostienes nuestra vida temporal,
nos hagas participes de la vida eterna.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oración sobre el pueblo (Facultativa)
Tu misericordia, Dios nuestro,
libre a tu pueblo de la antigua malicia del pecado
y le haga abrazar la novedad de la vida santa.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de entrada Cf. Flp 2, 10.8.11
Al nombre de Jesús toda rodilla se doble,
en el cielo, en la tierra y en los abismos:
porque el Señor se hizo obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Por eso, el Señor Jesucristo está en la gloria de Dios Padre.
Oración colecta
Dios nuestro, que para librarnos del poder del demonio,
entregaste a tu Hijo a la muerte de cruz;
te pedimos, nos concedas alcanzar la gracia de la resurrección.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Recibe, Señor, las ofrendas que te presentamos,
y concédenos los frutos de la Pasión de tu Hijo,
que ahora celebramos.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio de la Pasión II
Antífona de comunión Mt 20, 28
El Hijo del hombre no vino para ser servido sino para servir
y dar su vida en rescate por una multitud.
Oración después de la comunión
Dios todopoderoso,
concédenos reafirmar nuestra fe
que, por la muerte de tu Hijo en la cruz
celebrada en estos santos misterios,
tú nos has dado la vida eterna;
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Oración sobre el pueblo (Facultativa)
Padre, concede a tus hijos
participar siempre de los sacramentos pascuales
y esperar con fervor los bienes prometidos,
para que, renacidos por estos misterios,
alcancen una vida nueva.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
1. Conforme a la antigua tradición de la Iglesia, hoy no se permite celebrar la Misa sin pueblo.
Misa Crismal
2. El obispo realiza la bendición del óleo de los enfermos
y del óleo de los catecúmenos, y la consagración del crisma en este día, según
la costumbre, en la Misa propia que ha de celebrarse por la mañana. Se utiliza
para ello el rito establecido en el Pontifical Romano.
3. Pero si el clero y el pueblo no pueden reunirse fácilmente
con el obispo en este día, la Misa crismal puede anticiparse a un día cercano a
la Pascua.
4. Esta Misa, que el obispo concelebra con su presbiterio,
expresa la comunión que existe entre los presbíteros y su obispo. Es
conveniente, por tanto, que todos los presbíteros, en cuanto sea posible,
participen de ella y reciban la comunión bajo las dos especies. Para significar
la unidad del presbiterio diocesano, procúrese que los presbíteros que
concelebran con su obispo sean de las diversas zonas de la diócesis.
5. Según la costumbre tradicional, la bendición del óleo de
los enfermos se hace antes de finalizar la Plegaria eucarística; la bendición
del óleo de los catecúmenos y la consagración del crisma, después de la
comunión. Con todo, por razones pastorales, es lícito realizar todo el rito de
estas bendiciones después de la Liturgia de la Palabra.
6. Antífona de entrada Ap 1, 6
Jesucristo hizo de nosotros un reino sacerdotal para Dios, su Padre.
A él sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
Se dice Gloria
7. Oración colecta
Dios nuestro,
que al ungir con el Espíritu Santo a tu Hijo unigénito
lo hiciste Señor y Mesías,
concede bondadosamente
a quienes participamos de su misma consagración
ser ante el mundo testigos de la Redención.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
8. Después de la proclamación del Evangelio, el obispo
pronuncia la homilía inspirándose en los textos de la Liturgia de la Palabra,
hablando al pueblo y a sus presbíteros acerca de la unción sacerdotal,
exhortando a los presbíteros a conservar la fidelidad a su ministerio e
invitándolos a renovar públicamente sus promesas sacerdotales.
Renovación de las promesas sacerdotales
9. Finalizada la homilía, el obispo dialoga con los
presbíteros con estas palabras u otras semejantes:
Obispo:
Queridos hijos:
La santa Iglesia conmemora (hoy)
la primera Eucaristía,
en la cual Cristo, nuestro Señor,
comunicó su sacerdocio a los apóstoles y a nosotros.
¿Quieren renovar, ante su Obispo y el santo Pueblo de Dios,
las promesas sacerdotales que un día formularon?
Los presbíteros, conjuntamente, responden a la vez: Sí,
quiero.
Obispo:
¿Quieren unirse y conformarse más estrechamente al Señor Jesús,
renunciando a ustedes mismos
y cumpliendo los sagrados deberes que,
movidos por el amor de Cristo, para servicio de su Iglesia,
asumieron con alegría el día de su ordenación sacerdotal?
Presbíteros: Sí, quiero.
Obispo:
¿Quieren ser fieles administradores de los misterios de Dios
en la celebración eucarística y en las demás acciones litúrgicas,
y cumplir fielmente el sagrado deber de enseñar,
siguiendo a Cristo, Cabeza y Pastor,
movidos, no por la codicia de los bienes terrenos,
sino sólo por el amor a las almas?
Presbíteros: Sí, quiero.
Seguidamente, dirigiéndose al pueblo, el Obispo prosigue:
Y ustedes, amadísimos hijos, recen por sus presbíteros:
que el Señor derrame abundantemente sobre ellos sus dones
de manera que, siendo fieles ministros de Cristo, Sumo Sacerdote,
los conduzcan hasta él que es la fuente de la salvación.
Pueblo: Cristo, óyenos. Cristo, escúchanos.
Obispo:
Recen también por mí, para que sea fiel a la misión apostólica,
que sin merecerlo me fue encomendada,
y pueda reflejar entre ustedes
una imagen más viva y perfecta de Cristo sacerdote,
buen Pastor, Maestro y Servidor de todos.
Pueblo: Cristo, óyenos. Cristo, escúchanos.
Obispo:
El Señor nos proteja con su amor
y nos conduzca a todos, pastores y ovejas, a la vida eterna.
Todos: Amén.
10. Se omite el Credo y la Oración universal.
11. Oración sobre las ofrendas
Te pedimos, Padre, que la fuerza de este sacrificio
nos purifique de los pecados de la vida pasada,
renueve nuestras vidas y nos alcance la salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
12. PREFACIO:
El sacerdocio de Cristo y el ministerio de los sacerdotes
V. El Señor esté con ustedes
R. Y con tu espíritu.
V. Levantemos el corazón.
R. Lo tenemos levantado hacia el Señor.
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
R. Es justo y necesario.
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno.
Tú constituiste a tu único Hijo
Pontífice de la Alianza nueva y eterna
por la unción del Espíritu Santo
y determinaste, en tu designio salvífico,
que su único sacerdocio se perpetuara en la Iglesia.
Él no sólo enriquece con el sacerdocio real
al pueblo de los bautizados,
sino también, con amor fraterno, elige a algunos hombres
para hacerlos participar de su ministerio
mediante la imposición de las manos.
Tus sacerdotes, Padre, renuevan en nombre de Cristo
el sacrificio de la redención humana,
preparan a tus hijos el banquete pascual,
guían en la caridad a tu pueblo santo,
lo alimentan con tu palabra y lo fortalecen con tus sacramentos.
Ellos, al entregar su vida por ti, Padre,
y por la salvación de los hermanos,
deben configurarse a Cristo
y dar testimonio constante de fidelidad y de amor.
Por eso, Padre, con todos los ángeles y santos
te alabamos, cantamos con alegría:
Santo, Santo, Santo es el Señor
Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.
13. Antífona de comunión Sal 88, 2
Cantaré eternamente el amor del Señor,
proclamaré tu fidelidad por todas las generaciones.
14. Oración después de la comunión
Concédenos, Dios todopoderoso,
que después de restaurarnos con tus sacramentos,
merezcamos ser la fragancia de Cristo.
Que vive y reina por los siglos de los siglos.
15. La recepción y entrega de los santos óleos puede hacerse
en los diversos lugares de la diócesis, antes de la celebración de la Misa
vespertina de la Cena del Señor o en otro momento oportuno.