PSEUDO DIONISIO AREOPAGITA

 

TEOLOGÍA MÍSTICA

 

CAPÍTULO I: En qué consiste la divina tiniebla
CAPÍTULO II: Cómo debemos unirnos y alabar al Autor de todas las cosas, que está por encima de todo
CAPÍTULO III: Qué se entiende por teología afirmativa y teología negativa
CAPÍTULO IV: Que no es nada sensible la Causa trascendente a la realidad sensible
CAPÍTULO V: Que no es nada conceptual la Causa suprema de todo lo conceptual



CAPÍTULO I: En qué consiste la divina tiniebla.

¡Trinidad supraesencial.

más que divina y más que buena!

Maestra de la sabiduría divina de los cristianos,

guíanos más allá del no saber y de la luz,

hasta la cima más alta de las Escrituras místicas.

Allí los misterios de la Palabra de Dios

son simples, absolutos, inmutables

en las tinieblas más que luminosas

del silencio que muestra los secretos.

En medio de las más negras tinieblas,

fulgurantes de luz ellos desbordan.

Absolutamente intangibles e invisibles,

los misterios de hermosísimos fulgores

inundan nuestras mentes deslumbradas.

Esto pido, Timoteo, amigo mío, entregado por completo a la contemplación mística. Renuncia a los sentidos, a las operaciones intelectuales, a todo lo sensible y a lo inteligible. Despójate de todas las cosas que son y aun de las que no son. Deja de lado tu entender y esfuérzate por subir lo más que puedas hasta unirte con aquel que está más allá de todo ser y de todo saber. Porque por el libre, absoluto y puro apartamiento de ti mismo y de todas las cosas, arrojándolo todo y del todo, serás elevado espiritualmente hasta el divino Rayo de tinieblas de la divina Supraesencia.

Pero ten cuidado de que nada de esto llegue a oídos de ignorantes: los que son esclavos de las cosas mundanas. Se imaginan que no hay nada más allá de lo que existe en la naturaleza física, individual. Piensan, además, que con su razón pueden conocer a aquel que "puso su tienda en las tinieblas". Y si ésos no alcanzan a comprender la iniciación a los divinos misterios, ¿qué decir de quienes son aún más ignorantes, que describen la Causa suprema de todas las cosas por medio de los seres más bajos de la naturaleza y proclaman que nada es superior a los múltiples ídolos impíos que ellos mismos se fabrican?

En realidad, debemos afirmar que, siendo Causa de todos los seres, habrá de atribuírsele todo cuanto se diga del ser, porque es supraesencial a todos. Esto no quiere decir que la negación contradiga a las afirmaciones, sino que por sí misma aquella Causa trasciende y es supraesencial a todas las cosas, anterior y superior a las privaciones, pues está más allá de cualquier afirmación o negación.

3. Por lo cual seguramente dice San Bartolome que la Palabra de Dios es copiosa y mínima, y que si el Evangelio es amplio y abundante, es también conciso. Ami parecer, ha comprendido perfectamente que la misericordiosa Causa de todas las cosas es elocuente y silenciosa, en realidad callada. No hay en ella palabra ni razón, pues es supraesencial a todo ser. Verdaderamente se manifiesta sin velos, sólo a aquellos que dejan a un lado ritualismos de cosas impuras, y las que son puras, a quienes sobrepasan las cimas de santas montañas. A los desprendidos de luces divinas, voces y palabras celestiales, y se abisman en las Tinieblas donde, como dice la Escritura, tiene realmente su morada aquel que está más allá de todo ser.

No en vano el santo Moisés recibió órdenes de purificarse primero y luego apartarse de los no purificados. Acabada la purificación, oyó las trompetas de múltiples sonidos y vio muchas luces de rayos fulgurantes. Ya separado de la muchedumbre y acompañado de los sacerdotes escogidos, llega a la cumbre de la santa montaña. Pero todavía no encuentra al mismo Dios. Contempla no al Invisible, sino el lugar donde El mora.

Esto significa, creo yo, que las cosas más santas y sublimes percibidas por nuestros ojos y razón son apenas medios por los que podemos conocer la presencia de aquel que todo lo trasciende. A través de ellos, sin embargo, se hace manifiesta su inimaginable presencia, al andar sobre las alturas de aquellos santos lugares donde por lo menos la mente puede elevarse. Entonces, cuando libre el espíritu, y despojado de todo cuanto ve y es visto, penetra (Moisés) en las misteriosas Tinieblas del no-saber. Allí, renunciado todo lo que pueda la mente concebir, abismado totalmente en lo que no percibe ni comprende, se abandona por completo en aquel que está más allá de todo ser. Allí, sin pertenecerse a sí mismo ni a nadie, renunciando a todo conocimiento, queda unido por lo más noble de su ser con Aquel que es totalmente incognoscible. Por lo mismo que nada conoce, entiende sobre toda inteligencia.


CAPÍTULO II: Cómo debemos unirnos y alabar al Autor de todas las cosas, que está por encima de todo

¡Que podamos también nosotros penetrar en esta más que luminosa oscuridad! ¡Renunciemos a toda visión y conocimiento para ver y conocer lo invisible e incognoscible: a Aquel que está más allá de toda visión y conocimiento!

Porque ésta es la visión y conocimiento verdaderos: alabar sobrenaturalmente al Supraesencial renunciando a todas las cosas. Como los escultores esculpen las estatuas. Quitan todo aquello que a modo de envoltura impide ver claramente la forma encubierta. Basta este simple despojo para que se manifieste la oculta y genuina belleza.

Conviene, pues, a mi entender, alabar la negación de modo muy diferente a la afirmación. Afirmar es ir poniendo cosas a partir de los principios, bajando por los medios y llegar hasta los últimos extremos. Por la negación, en cambio, es ir quitándolas desde los últimos extremos y subir a los principios. Quitamos todo aquello que impide conocer desnudamente al Incognoscible, conocido solamente a través de las cosas que lo envuelven.

Miremos, por tanto, aquella oscuridad supraesencial que no dejan ver las luces de las cosas.


CAPÍTULO III: Qué se entiende por teología afirmativa y teología negativa

En mis Representaciones teológicas y dejé ya claro cuáles sean las nociones más propias de la teología afirmativa; en qué sentido el Bien de naturaleza divina es Uno y Trino; cómo se entiende Paternidad y Filiación; qué significa la denominación divina del Espíritu; cómo estas cordiales luces de bondad han brotado del Bien inmaterial e indivisible y cómo al difundirse han permanecido en él inseparables desde su coeterno fundamento. He hablado de Jesús, que, siendo supraesencial, se revistió sustancialmente de verdadera naturaleza humana. En las Representaciones teológicas alabé también otros misterios conforme a las Santas Escrituras.

En el tratado sobre los Nombres de Dios he explicado en qué sentido decimos que Dios es el Bien, Ser, Vida, Sabiduría, Poder y todo cuanto pueda convenir a la naturaleza espiritual de Dios. En la Teología simbólica he tratado de las analogías que puedan tener con Dios los seres que nosotros observamos. He hablado de las cosas sensibles con relación a El, de formas y figuras, de ministros, lugares sagrados y ornamentos; de su enojo, penas y resentimiento; del sentido que en El tienen las palabras de embriaguez y entusiasmo, juramentos, maldiciones, sueños, vigilias. Y de otras imágenes con que simbólicamente nos representamos a Dios.

Supongo habrás notado cómo los últimos libros son más extensos que los primeros, pues no era conveniente que las Representaciones teológicas y el tratado sobre los Nombres de Dios fuesen tan amplios como la Teología simbólica. El hecho es que cuanto más alto volamos, menos palabras necesitamos, porque lo inteligible se presenta cada vez más simplificado. Por tanto, ahora, a medida que nos adentramos en aquella Oscuridad que el entendimiento no puede comprender, llegamos a quedarnos no sólo cortos en palabras. Más aún, en perfecto silencio y sin pensar en nada.

En aquellos escritos, el discurso procedía desde lo más alto o lo más bajo. Por aquel sendero descendente aumentaba el caudal de las ideas, que se multiplicaban a cada paso. Más ahora que escalamos desde el suelo más bajo hasta la cumbre, cuanto más subimos más escasas se hacen las palabras. Al coronar la cima reina un completo silencio. Estamos unidos por completo al Inefable.

Te extrañas, quizá, de que, partiendo de lo más alto por vía de afirmación, comencemos ahora desde lo más bajo

Con estos ejemplos, el autor esclarece las nociones de vía afirmativa y vía negativa en teología. Las afirmaciones se hacen con atributos divinos, menos propios de Dios a medida que se alejan de la simplicidad y unidad de la Deidad y se van haciendo multiplicidad. Es el método de los Nombres de Dios, que se puede decir de la teología escolástica, o científica, como gustan de decir ahora. Inferior en cierto punto es el símbolo, que parte de una realidad concreta para discurrir sobre lo divino, si bien puede ser más sublime cuando el corazón, apoyado en la fe, sin necesidad de reflexión culta, se lanza directamente a Dios. Es el valor de la devoción popular, llena de fe, que se expresa por la liturgia o Jerarquía eclesiástica. Por eso la Teología simbólica está más al alcance de los principiantes, de la gran masa o pueblo fiel, los que tienen que "ver y tocar" de algún modo, como el apóstol Tomás. Pero, repetimos, el símbolo puede ser también, por su sencillez, el medio más propio para llevar a la cumbre de contemplación a personas llenas de fe y sencillez de corazón. La Teología conceptual o racional, como los Nombres de Dios, representa el camino de reflexión, comúnmente dicho de los teólogos, analiza las verdades reveladas, como quien se para a mirar los rayos del sol para vivir en la luz. Pero no son el sol, por luminosos que sean. Es la vía afirmativa. En ella hay grados, según sea la distancia en relación con Dios: purgativa, iluminativa, proficiente o de perfectos. La vía negativa no admite grados, porque en nada se distancia, pues sólo y exclusivamente se adhiere a Dios, se unifica con el Uno. A toda criatura dice igualmente nada hasta coronar la cima de la creación, y al transponerse sólo desde allí dirá TODO. Sin embargo, señala el Areopagita, podemos decir que con referencia a las nadas las hay más o menos distantes por vía de negación. La razón es ésta: cuando afirmamos algo de aquel a quien ninguna afirmación alcanza, necesitamos que se basen nuestros asertos en lo que esté próximo de El. Mas ahora, al hablar por vía de negación de aquel que trasciende toda negación, se comienza por negarle las cualidades que le sean más lejanas. ¿No es cierto que es más conforme a realidad afirmar que Dios es vida y bien que no aire o piedra? ¿No es verdad que Dios está más distante de ser embriaguez y enojo que de ser nombrado y entendido?


CAPÍTULO IV: Que no es nada sensible la Causa trascendente a la realidad sensible

Decimos, pues, que la Causa universal está por encima de todo lo creado. No carece de esencia, ni de vida, ni de razón, ni de inteligencia. No tiene cuerpo, ni figura, ni cualidad, ni cantidad, ni peso. No está en ningún lugar. Ni la vista ni el tacto la perciben. Ni siente ni la alcanzan los sentidos. No sufre desorden ni perturbación procedente de pasiones terrenas. No carece de poder ni la alteran acontecimientos imprevistos. No necesita luz. No experimenta mutación, ni corrupción, ni decaimiento. No se le añade ser, ni haber, ni cosa alguna que caiga bajo el dominio de los sentidos.


CAPÍTULO V: Que no es nada conceptual la Causa suprema de todo lo conceptual

En escala ascendente ahora añadimos. Esta Causa no es alma ni inteligencia; no tiene imaginación, ni expresión, ni razón ni entendimiento. No es palabra por sí misma ni tampoco entendimiento. No podemos hablar de ella ni entenderla. No es número ni orden, ni magnitud ni pequeñez, ni igualdad ni semejanza ni desemejanza. No es móvil ni inmóvil, ni descansa. No tiene potencia ni es poder. No es luz, ni vive ni es vida. No es sustancia ni eternidad ni tiempo. No puede el entendimiento comprenderla, pues no es conocimiento ni verdad. No es reino, ni sabiduría, ni uno, ni unidad. No es divinidad, ni bondad, ni espíritu en el sentido que nosotros lo entendemos. No es filiación ni paternidad ni nada que nadie ni nosotros conozcamos. No es ninguna de las cosas que son ni de las que no son. Nadie la conoce tal cual es ni la Causa conoce a nadie como es. No tiene razón, ni nombre, ni conocimiento. No es tiniebla ni luz, ni error ni verdad. Absolutamente nada se puede afirmar ni negar de ella.

Cuando negamos o afirmamos algo de cosas inferiores a la Causa suprema, nada le añadimos ni quitamos, porque nada puede añadir la afirmación a la que es perfecta y única Causa de todo cuanto es. Y toda negación se queda corta ante la trascendencia de quien es absolutamente simple y despojado de toda limitación. Nada puede alcanzarlo.