SAN AGUSTÍN
DEL GÉNESIS A LA LETRA
LIBRO I
CAPITULO I
Qué debe considerarse en la Sagrada Escritura
1. Toda la divina Escritura está dividida en dos partes conforme lo manifestó el Señor cuando dijo:
El Escriba instruido en el reino de Dios es semejante al padre de familias que saca de su tesoro cosas
nuevas y viejas1, las cuales se llaman también los dos Testamentos.
En todos los libros santos conviene inquirir qué cosas eternas se insinúen allí, qué hechos se narren, qué cosas
futuras se anuncien, y qué preceptos se manda o amonesta deban cumplirse. En la narración de las cosas hechas nos
preguntamos si todas se han de tomar únicamente en sentido figurado o han de aceptarse y defenderse también
conforme al histórico y literal. Ningún cristiano se atreverá a decir que no deben ser entendidas en sentido
figurado, si atiende al Apóstol que dice: todas estas cosas les sucedían a ellos en figuras
2, y a lo que está escrito en el Génesis, y serán dos en una carne
3; lo que el Apóstol expone como un gran sacramento, que tiene lugar
en Cristo y la Iglesia4.
2. Si, pues, en ambos sentidos
debe ser escudriñado el viejo Testamento, busquemos fuera del sentido
alegórico de qué modo se dijo: en el principio hizo Dios el cielo y la
tierra, si en el principio del tiempo, esto es, si antes de todas las
cosas fueron hechos el cielo y la tierra, o en el Principio, es decir, en
el Verbo, que es Hijo Unigénito de Dios. Inquiramos también cómo puede
demostrase que Dios, sin cambio alguno de su parte, es capaz de obrar
cosas mudables y temporales. Indaguemos también qué signifique el nombre
de cielo y tierra, es decir, si se tomó este vocablo para insinuar la
criatura espiritual y corporal del cielo y de la tierra; o solamente para
indicar la corporal, de tal manera que en este libro se omitió la criatura
espiritual, y así nombró el cielo y la tierra significando toda criatura
corporal superior inferior. O se llamó aquí cielo y tierra la materia
informe de las dos criaturas, espiritual y corporal; de modo que sea la
criatura espiritual aquella vida que sólo existe como puede existir en sí
misma, sin estar convertida al Creador, ya que por tal conversión se forma
y perfecciona, y si no se convierte permanece informe. Y si la criatura
corporal informe, supuesto que de algún modo nos podamos formar idea, está
privada de toda cualidad corpórea, la cual aparece en la materia formada,
cuando ya ha adquirido formas corporales perceptibles a la vista o a
cualquier otro sentido del cuerpo.
3. Se ha de entender por cielo, la
criatura espiritual, la cual siempre fue perfecta y bienaventurada, desde
el principio en que fue hecha; y por tierra, la materia corporal todavía
informe, puesto que se dice: la tierra era invisible e informe y las
tinieblas envolvían el abismo, cuyas palabras parecen significar la
informidad de la sustancia corporal. ¿O es que en estas últimas palabras
está significada la informidad de ambas, de la corporal, claramente por
aquello que se dijo: la tierra era invisible e informe; y de la
espiritual, por lo que se añadió: y las tinieblas envolvían el abismo? Y
así, exponiendo las palabras en sentido traslaticio entendemos que el
abismo tenebroso es la naturaleza de la vida informe, hasta tanto se
convierta al Creador, ya que por sólo este medio puede formarse y dejar de
ser abismo y ser iluminada para no ser tenebrosa. También indagaremos en
qué sentido se dijo: las tinieblas estaban sobre el abismo. ¿Acaso fue
para indicar que no existía la luz, pues si hubiera existido ciertamente
se vería encima y como derramada sobre la superficie, lo que se efectúa
en la criatura espiritual cuando se convierte a la luz incorporal e
inmutable, que es Dios?
CAPITULO
II
¿De qué modo dijo Dios «hágase la luz»;
por medio de una creatura, o por su eterno Verbo?
4.
¿De qué manera dijo Dios hágase la luz, temporalmente o en la eternidad
del Verbo? Si temporalmente, sin duda lo dijo mudablemente, pues no puede
entenderse que así lo dijera Dios, si no es por intermedio de alguna
criatura, ya que El es ciertamente inmutable. Pero si mediante una
criatura dijo Dios hágase la luz, ¿cómo es la luz la primera criatura, si
ya existía otra criatura por la cual Dios dijera hágase la luz? ¿O es que
es la luz la primera criatura, puesto que anteriormente había dicho en el
principio hizo Dios el cielo y la tierra, y por lo mismo pudiera muy bien
mediante la criatura celeste hacerse una voz temporal y mudable, por la
cual se dijera hágase la luz? Si así es, esta luz temporal que vemos con
los ojos del cuerpo fue hecha diciendo Dios hágase la luz por medio de la
criatura espiritual, a la que Dios ya había hecho, cuando hizo en el
principio el cielo y la tierra. También pudo decir perfectamente hágase la
luz por medio de un movimiento interior y oculto de tal criatura.
5. ¿Sonó acaso también
corporalmente la voz de Dios que decía hágase la luz, como corporalmente
sonó su voz al decir
tú eres mi hijo el amado5, y por
lo mismo se efectuó este sonido por una criatura corporal, que Dios había
hecho, cuando en el principio hizo el cielo y la tierra, antes de hacer la
luz, la que fue hecha por esta voz sonante? Todavía no existía la
diversidad de lenguas; fue después en la edificación de la torre de Babel,
pasado el diluvio
6, cuando tuvo lugar esta
diversidad. ¿Cuál fue, entonces, aquella lengua única y sola en la que
dijo Dios hágase la luz? ¿Existía alguno que la oyese y entendiese a
quien se dirigía la voz? ¿O es que este pensamiento y conjetura es carnal
y absurdo?
6. ¿Qué diremos, pues?, ¿que
aquello que se entiende por sonido de la voz, cuando se dice hágase la
luz, no es ciertamente el mismo sonido corporal, sino más bien la voz de
Dios? ¿Entenderemos igualmente que esta voz pertenece a la naturaleza de
su Verbo, del cual se dice en el principio era el Verbo y el Verbo era con
Dios y el Verbo era Dios?, ya que cuando de El se dice,
y todas las
cosas fueron hechas por El7, claramente
se demuestra que la luz fue hecha por El, al decir Dios hágase la luz. Si
ello es así, aunque la criatura temporal es hecha por Dios, diciendo esto
en el Verbo Eterno, eterno es lo que dijo Dios, hágase la luz, porque el
Verbo de Dios es Dios con Dios, Hijo Unigénito de Dios y coeterno al
Padre. Cuando nosotros decimos, refiriéndonos a algo, en qué tiempo o en
algún tiempo, sin duda las palabras pertenecen al tiempo; sin embargo,
cuándo y en qué tiempo deba ser hecha alguna cosa es eterno en el Verbo de
Dios; y entonces se hace cuando en el Verbo está determinado eternamente
que debió hacerse; en cuyo Verbo no existe cuándo ni en qué tiempo, porque
todo ello es Verbo eterno.
CAPITULO
III
Qué sea aquella luz, y por qué no se dijo «hágase el cielo» como se dijo
«hágase la luz»
7.
¿Pero qué cosa es la luz aquella que fue hecha? ¿Es algo espiritual o
corporal? Si es espiritual, ella puede ser la primera criatura, la cual
primeramente fue llamada cielo cuando se dijo en el principio hizo Dios el
cielo y la tierra, de tal modo que al decir Dios hágase la luz, y la luz
fue hecha, fue hecha perfecta, porque se entiende que por estas palabras
la llamó hacia sí el Creador, y convirtiéndose a El fue por El iluminada.
8. ¿Por qué se dijo así: en el
principio hizo Dios el cielo y la tierra, y no se dijo, en el
principio‚«dijo Dios‚» hágase el cielo y la tierra, como se cuenta de la
luz, de la cual se dice: dijo Dios hágase la luz y la luz fue hecha? ¿Es
queprimeramente bajo el nombre general de cielo y tierra, debía ser
comprendida y presentada toda la creación de Dios, y después debía ser
llevada a cabo por partes como lo hizo cuando se dice para cada obra dijo
Dios, es decir, que todo lo que hizo lo hizo por su Verbo?
CAPITULO
IV
Otra respuesta distinta a la cuestión anterior
9.
Primero, cuando se hacía la materia informa, ya espiritual o corporal, no
debía decirse dijo Dios hágase la luz, porque la imperfección, siendo
como es diferente do aquel que es el principio y el fin sumo, por su
informidad tiende a la nada y no imita la forma del Verbo. El Verbo
siempre está unido al Padre, y por Él el Padre pronuncia eternamente todas
las cosas, no con sonido de voz, ni por un pensamiento que transcurre en
el tiempo, sino por la luz de su Sabiduría engendrada por El, y coeterna
a El. Esta imperfección sólo imita la forma del Verbo, siempre inmutable y
unido al Padre, cuando ella según su capacidad se convierte a Aquel que
verdaderamente y siempre existe, es decir, que toma la forma y se hace
criatura perfecta, cuando se dirige al Creador de su sustancia. Aquello
que cuenta la Escritura, dijo Dios, hágase, debemos entender que fue un
dicho incorpóreo de Dios, pronunciado en la naturaleza de su Verbo
coeterno, con el que llamaba hacia sí a la imperfección de la criatura,
pura que no permaneciera informe, sino que se formara según la naturaleza
de toda criatura, cuya formación se llevaba a cabo por orden. En esta
conversión y formación cada criatura imita a su modo al Verbo de Dios, es
decir, al Hijo de Dios, siempre unido al Padre por absoluta semejanza e
idéntica esencia, por la que El y el Padre son una misma cosa
8.
La creatura no imita a esta forma del Verbo si permanece informe e
imperfecta, apartada de su Creador. Cuando se dice en el principio hizo
Dios el cielo y la tierra no se hace mención del Hijo porque sea Verbo,
sino sólo porque es Principio. Entonces únicamente se insinúa el origen de
la creatura, existente todavía en la informidad de la imperfección. Se
hace, pues, mención del Hijo, porque entonces aparece como Verbo, en
aquello que está escrito, dijo Dios hágase. Por lo que tiene de Principio
insinúa el nacimiento, debido a El, de la creatura existente y aún
imperfecta. Y por lo que es Verbo manifiesta la perfección de la creatura
llamada hacia El, a fin de que se formara uniéndose íntimamente al
Creador, e imitando según su capacidad la forma que está unida eterna e
inmudablemente al Padre, por quien permanentemente es lo que es el Padre.
CAPITULO
V
La criatura intelectual es informe, si no se perfecciona convirtiéndole
al divino Verbo.
Por qué se dijo que el Espíritu Santo era llevado sobre el agua antes
de haberse escrito que Dios dijo «hágase la luz»
10.
El Verbo, Hijo de Dios, no tiene una vida informe, pues en El no sólo el
ser es lo mismo que el vivir, sino también el verdadero vivir, que es el
vivir sabia y bienaventuradamente. La creatura, aunque sea espiritual e
intelectual o racional, la cual parece ser más semejante al Verbo, puede
tener vida informe, porque si ciertamente para ella es lo mismo el ser que
el vivir, no es lo mismo el vivir que el vivir sabia y
bienaventuradamente, porque apartada de la Sabiduría inmutable, necia y
miserablemente vive, lo que es su propia informidad. Se forma cuando se
convierte a la luz inmutable de la Sabiduría, para vivir sabia y
bienaventuradamente, es decir, cuando se convierte al Verbo de Dios, por
el cual también subsiste de cualquier modo que exista y viva. El Principio
ciertamente de la criatura intelectual es la Sabiduría Eterna; cuyo
Principio, permaneciendo invariable en Sí, de ningún modo cesa de hablar
a la criatura, para la cual es Principio, por la voz secreta de la
inspiración, a fin de que se vuelva hacia a aquel de quien procede, pues
de otro modo no puede ser formada ni perfecta. Por eso siendo interrogado
Jesucristo sobre quién fuese El, respondió:
El Principio que a vosotros
hablo9.
11. Lo que habla el Hijo, lo habla
el Padre, porque hablando el Padre se llama Verbo y esto es ser Hijo.
Hablando Dios de manera eterna, si es lícito usar la palabra manera,
tenemos el Verbo coeterno. A Dios es inherente la suma, la santa, la justa
benignidad, y ciertamente este amor se proyecta en sus obras, no por
necesidad, sino por bondad; por consiguiente, antes de escribirse dijo
Dios hágase la luz, precedió en la sagrada Escritura el inciso que dice: y
el Espíritu de Dios era llevado sobre el agua. Quizá quiere designar con
el nombre de agua a toda la materia corporal, puesto que vemos que todas
las cosas de la tierra se forman y crecen mediante la naturaleza del agua,
a fin de insinuar de este modo de dónde habían sido hechas y formadas
todas las cocas, las que no podemos distinguir y conocer en sus distintos
géneros; quizá designa bajo el nombre de agua a cierta vida espiritual,
que vivía como fluctuante antes de recibir la forma por la conversión a
Dios; ciertamente esta materia soportaba al Espíritu de Dios, porque todo
lo que ella fuera, ya incoado para ser formado y perfeccionado, estaba
sometido a la voluntad del Creador. De tal modo estaba sometido, que
diciendo Dios en su Verbo hágase la luz, permaneciera lo que había sido
hecho, según la capacidad de su género, en la perfección que Dios le quiso
dar, es decir, en el beneplácito de Dios, y por esto justo es que agradase
a Dios, conforme lo dice la Escritura, y fue hecha la luz, y vio Dios que
era buena.
CAPITULO
VI
Se insinúa la Trinidad en la incoación y en la perfecciónde la creatura
12.
En el mismo principio de la incoada criatura, de la que había de salir
todo lo perfecto, y que está comprendida bajo el nombre de cielo y tierra,
se insinúa la Trinidad del Creador; porque reconocemos la referencia
completa de la Trinidad, pues al decir la Escritura en el principio hizo
Dios el cielo y la tierra, entendemos que el Padre está incluido en el
nombre de Dios, y el Hijo en el de Principio, el cual es Principio, no
para el Padre, sino en primer término y principalmente para la creatura
espiritual, creada por Él y, por consiguiente, para toda creatura, y el
Espíritu Santo en lo que dice la Escritura, y el Espíritu de Dios era
llevado sobre el agua. Así también en la conversión y perfección de la
creatura se insinúa igualmente la misma Trinidad, por la que se realizan
las formas de las cosas. Se insinúa el Verbo de Dios, y el Engendrador del
Verbo, cuando se dice dijo Dios, y se menciona la Santa Bondad cuando se
dice vio Dios que era bueno, en cuya Bondad agrada a Dios todo lo que es
perfecto según la medida de su naturaleza creada.
CAPITULO
VII
Por qué se dijo que el Espíritu de Dios era llevado sobre el agua
13. ¿Por qué siendo la creatura
imperfecta se conmemora antes que el Espíritu de Dios?; pues primeramente
dice la Escritura y
la tierra era invisible e informe, y las tinieblas
estaban sobre el abismo, e inmediatamente sin dar tiempoarespirar
añade:
y el Espíritu de Dios era llevado sobre el agua. ¿Acaso fue
porque ama el amor como un pobre o un necesitado, de tal modo que se
sujeta a las cosas que ama? No; pues cuando se menciona el Espíritu de
Dios en el cual se encierran su Santa Benevolencia y Amor, se dijo, «que
sobrellevaba», para que no se juzgase que anhelaba Dios más bien hacer sus
obras por necesidad de pobreza que por una exuberancia de bondad.
Acordándose el Apóstol de esto, al hablar de la caridad exclama que él va
a enseñar un camino excelentísimo, el amor
10; y en otro lugar dice:
conocer la caridad de Cristo es lo más excelente de la ciencia11.
Luego como era conveniente dar a conocer que el Espíritu de Dios
sobrellevaba, se creyó más oportuno insinuar algo incoado a lo que se
dijera que sobrellevaba, no de un lugar a otro, sino por su poder que
excede y sobrepasa a todo lo creado.
CAPITULO
VIII
El amor de Dios hacia las creaturas las da el ser y lapermanencia en el
ser
14.
Así, pues, habiendo sido ya perfeccionadas y formadas las cosas que
procedieron de aquella informidad, se dijo: vio Dios que era bueno, es
decir, le agradó lo que hizo, con aquella misma bondad que le agradó para
crearlo informe. Dos son ciertamente los motivos por los que ama Dios a su
creatura, el de la existencia y el de su permanencia en ella. Luego para
que existiera lo que había de permanecer se dijo: el Espíritu de Dios
era llevado sobre el agua, y para que permaneciera lo existente: vio Dios
que era bueno. Lo que se dijo de la luz se dice también de todas las
creaturas. Permanecen, pues, algunas excediendo a toda temporal
volubilidad, sujetas al poder de Dios, y encumbradas a excelentísima
santidad, permanecen otras según la medida de sus tiempos mientras se teje
la hermosura de los siglos, muriendo unas y naciendo otras.
CAPITULO
IX
¿Se dijo «hágase la luz» en el tiempo o sin tiempo?
15.
Lo que dijo Dios: hágase la luz y la luz fue hecha, ¿lo dijo Dios en algún
día o antes de todo día? Si lo dijo por su Verbo coeterno ciertamente lo
dijo sin tiempo; mas si temporalmente lo dijo, no lo dijo por su Verbo
coeterno, sino por alguna creatura temporal; y, por lo tanto, no será la
luz la primera creatura, porque ya existía otra por la que temporalmente
se dijo hágase la luz. También aquello que se dijo: en el principio hizo
Dios el cielo y la tierra, debemos creer que se hizo antes de todo día,
de tal modo que se entienda, bajo el nombre del cielo, la criatura
espiritual ya hecha y formada, como siendo cielo de este cielo, el cual
ocupa el lugar más prominente entre los cuerpos. En el segundo día fue
hecho el firmamento, al que de nuevo llamó cielo. También debemos entender
que bajo el nombre de tierra invisible e informe y abismo tenebroso está
significada la imperfección de la creatura corporal, de donde se harían
todas las cosas temporales, de las cuales la primera es la luz.
16. Es cosa difícil de explicar
cómo pudo decirse temporalmente hágase la luz, por la creatura que hiciera
Dios antes de los tiempos, porque no entiendo que se dijera con voz
sonante, puesto que lo que se dice así es corpóreo. ¿O acaso hizo de la
informidad de la materia corporal alguna voz corpórea, por la cual se
produjera el sonido, hágase la luz? Pero entonces fue creado y formado
algún cuerpo vocal antes de la luz. Y si es así, ya existía el tiempo en
el cual transcurrió la voz, y pasaron sucediéndose los espacios de tiempo
y de sonido. Y si ya existía el tiempo antes de que fuera hecha la luz,
¿en qué tiempo se habría hecho la voz que sonó hágase la luz; y a qué
día pertenecía este tiempo? Porque uno sólo es el día en el que fue
hecha la luz, y este es el primero que comienza a ser llamado día. ¿O
también pertenece al mismo día todo el espacio de tiempo en el que fue
hecho aquel cuerpo parlante, por el que sonó hágase la luz, y el tiempo en
el que fue hecha esta luz? Mas toda voz como tal se profiere por el que
habla para el sentido corporal del que oye, ya que el sentido está
constituido de tal modo, que, herido el aire, oiga. ¿Tenía, pues, tal
oído todo aquello que era invisible e informe, de modo que para ello Dios
hiciera resonar y decir hágase la luz? Lejos de nosotros pensar tal
absurdo.
17. ¿O debemos entender que era un
movimiento espiritual, pero temporal, por el que se dijo hágase la luz,
producido por Dios eterno, mediante el Verbo coeterno, en la creatura
espiritual, a la que había ya hecho cuando se dijo: en el principio hizo
Dios el cielo y la tierra, es decir, impreso en aquel cielo del cielo? ¿O
se entiende esta locución como dicha, no sólo sin sonido alguno, sino
también sin ningún movimiento temporal de la creatura espiritual, grabada
en cierto modo en su mente y razón e impresa por el Verbo coeterno al
Padre, según la cual aquella inferior y tenebrosa imperfección de la
naturaleza corporal, se movería y convertiría a recibir la forma, y de
este modo se haría la luz? Pero es dificilísimo en extremo comprender de
qué modo se hable, mandando Dios no temporalmente, y sin que temporalmente
oiga esto la criatura, la cual en la contemplación de la verdad excede a
todos los tiempos, es decir, de qué modo se hable intelectualmente,
imprimiendo en la creatura espiritual las razones mediante la Sabiduría
de Dios como si fueran locuciones inteligibles, a fin de transmitir a los
seres inferiores tales locuciones, y obrar de este modo los movimientos
temporales en las cosas temporales que habían de ser formadas y
gobernadas. Si, pues, también se ha de entender que la luz, a la que
primeramente se dijo que se hiciera y se hizo, tiene la primacía de la
creatura, entonces ella es la vida intelectual, la cual a no ser que se
convierta al Creador para ser iluminada, fluctuaría informe. Cuando se
convirtió e iluminó se hizo lo que se dijo en el Verbo de Dios: hágase la
luz.
CAPITULO
X
De qué modo se perfeccionó un día, ya en la misma creación, ya después
de la creación de la luz
18.
Así como se dijo sin tiempo hágase la luz, pues el tiempo no tiene lugar
en el Verbo coeterno al Padre, tal vez pregunte alguno si también
igualmente fue hecha sin tiempo. De qué modo pueda esto entenderse dígalo
la Escritura, la cual dice, después de haber sido hecha y dividida la luz
de las tinieblas e impuestos los nombres de día y noche, fue hecha la
tarde y fue hecha la mañana un día. Por donde aparece que aquella obra de
Dios fue hecha en el espacio del día, transcurrido el cual vino la tarde,
la que es el comienzo de la noche. Asimismo transcurrido el espacio de la
noche se completó todo un día, de tal modo que la mañana siguiente se
acopló en otro día distinto, en el que Dios convenientemente crea otra
cosa.
19. Aún más, igualmente es digno
de gran admiración por qué empleara Dios tanto espacio de tiempo para
hacer la luz, pues fue preciso que pasara el espacio de un día para hacer
la tarde cuando Dios, sin espacio de tiempo para pronunciar las sílabas,
dice por la razón eterna de su Verbo, hágase la luz. O es que tal vez en
un instante fue hecha la luz, pero empleó el espacio de un día en
separarla de las tinieblas y en designar a ambas, ya separadas, con su
nombre propio. Me maravillo, si pudo emplearse por Dios tanto tiempo
cuanto es el que gastamos nosotros en decirlo, ya que la separación de la
luz y de las tinieblas se efectuó en la misma operación de hacerse la luz,
porque no puede existir la luz a no estar separada de las tinieblas.
20. ¿Cuánto tiempo pudo
transcurrir en decir llamó Dios a la luz día y a las tinieblas noche,
aunque esto lo pronunciara palabra por palabra mediante el sonido de voz?
Tanto cuanto nosotros tardamos en decir que la luz se llama día y las
tinieblas noche. A no ser que quizá sea alguno tan insensato que juzgue,
puesto que Dios está sobre todas las cosas, que pronunciadas por la boca
de Dios estas palabras, aunque pocas, pudieron alargarse por todo el
espacio del día. Pero aquí acontece que en el Verbo coeterno al Padre,
es decir, en las internas y eternas razones de la Inmutable Sabiduría no
llamó Dios a la luz día y a las tinieblas noche con sonido de voz. Si
llamó con palabras que usamos nosotros, de nuevo se pregunta y no se da la
respuesta, ¿en qué lengua fue? ¿Pero qué necesidad había de voces
pasajeras, donde no había oído corporal alguno?
21. ¿O se ha de decir que tan
pronto como fue llevada a cabo esta obra de Dios permaneció, mientras que
transcurría el tiempo diurno, quieta la luz, sin sucederle la noche e
igualmente permaneció, mientras pasaba el espacio nocturno, quieta la
noche, que sucede a la luz; y así se hizo la mañana del día siguiente,
habiendo transcurrido hasta entonces el primero y único día, el de la
luz? Pero si esto dijere temo que rían, no sólo los que conocen con toda
verdad, sino también los que pueden advertir facilísimamente que todo el
tiempo que la luz está con nosotros ilumina con su presencia a aquellas
otras partes del mundo, desde las que el sol vuelve del occidente al
oriente, y por esto durante las veinticuatro horas no falta un momento en
todo el círculo de giro solar, donde no sea en una parte día y en la
opuesta noche. ¿Por ventura hemos de colocar a Dios en alguna parte, en la
que haya hecho una tarde para El, apartando la luz de aquella región a
otra? En el libro llamado Eclesiastés se escribe así: nace el sol y se
pone, y vuelve a su lugar, es decir, al lugar donde nació: y prosigue y
dice:
y naciendo se dirige al mediodía y da vuelta hacia el aquilón12. Luego
cuando el sol está en la parte austral tenemos día; y cuando al dar
vuelta llega a la parte del aquilón, tenemos la noche. En cualquiera parte
donde se halle presente el sol allí es día, a no ser que tal vez dejemos
vagar a nuestra fantasía por los sueños poéticos y creamos que el sol se
sumerge en el mar, de donde por la parte opuesta se levanta por la mañana
lavado. Con todo, aunque así fuese, el abismo se iluminaría con la
presencia del sol, y allí habría día, puesto que puede iluminar las
aguas cuando por ellas no puede ser apagado. Mas sospechar esto es
increíble. ¿Y qué diremos entonces cuando aún el sol no existía?
22. Pero si en el primer día fue
hecha la luz espiritual, ¿acaso se oculta para que a ella le suceda la
noche? Mas si es corporal esta luz, ¿qué clase de luz es aquella que
después del ocaso del sol no podemos ver?, porque ni aun existía la luna
ni las estrellas. O si permanece siempre en la misma parte del cielo, en
la que está el sol, de tal modo que no sea ella luz del sol, sino como
compañera de él, y unida a él de suerte que no puede separarse ni
diferenciarse, entonces se vuelve a la misma dificultad de la cuestión que
intentamos solucionar; porque esta luz, del mismo modo que el sol, como
compañera de él, vuelve dando la vuelta del ocaso al nacimiento, y
necesariamente está en la otra parte del mundo durante el tiempo que esta
otra parte, en la que habitamos nosotros, se entenebrece haciéndose noche.
Esto obliga, y lejos de nosotros tal cosa, a creer que Dios estuvo en una
parte del mundo, de la cual se alejó esta luz con el fin de que pudiera
hacerse la tarde para El. ¿O es que tal vez hizo la luz en aquella parte
en la que había de hacer al hombre y, por lo tanto, al apartarse la luz
de aquel sitio se dice que fue hecha la tarde, y al presentarse de nuevo
en el otro lugar de donde se había apartado, completada la vuelta,
comenzara la mañana siguiente?
CAPITULO
XI
Del oficio del sol y nueva dificultad en la manera de hablar
anteriormente
23.
¿Para qué fue hecho el sol señor del día
13 con el fin de iluminar
la tierra, si aquella luz era suficiente para constituir el día, la cual
también se llamó día? ¿O acaso ella iluminaba primeramente las regiones
superiores y remotas del mundo, de tal modo que no podía ser percibida en
la tierra, y por ende convenía hacer el sol por el que apareciese el día
en las partes inferiores del mundo? También puede decirse esto: que
añadido el sol se acrecentó el fulgor del día, de suerte que se crea
haber sido el día con aquella sola luz, menos refulgente que el actual.
Conozco también que se ha dicho por alguno que primeramente fue creada la
naturaleza de la luz en la obra del Creador cuando se dijo: hágase la luz
y la luz fue hecha. Y que después, cuando se trata de los luminares, se
conmemoró lo que se hizo de aquella luz en el orden de los días, en cuyo
orden vio el Creador que habían de ser hechas. Adonde fuera esta luz,
hecha la tarde, a fin de que alternativamente formara las noches, ni aquel
sujeto lo dijo ni juzgo que fácilmente lo pueda descubrir. Pues no se ha
de creer, que se apagó para que sucedieran las tinieblas nocturnas, y que
de nuevo se encendió para hacer la mañana antes de que el sol cumpliera
este oficio, el que comenzó a cumplir, según lo atestigua la Escritura, el
cuarto día.
CAPITULO
XII
Dificultad sobre la sucesión de los tres días y noches antes de la
creación del sol. Cómo se efectuó la reunión de las aguas
24.
Si se ha de entender que antes de ser creado el sol se hizo la luz
corporal, es difícil descubrir y explicar con qué revolución pudieron
sucederse los tres primeros días con sus noches, sólo estando presente la
naturaleza de la luz, que fue creada el primer día. Tal vez diga alguno
que por causa de la ingente masa, la que no podía ser penetrada por la
luz, llamó Dios tinieblas a la mole terrena y acuática antes de ser
separada la una de la otra, lo que según se escribió tuvo lugar el día
tercero. O también que llamó tinieblas a esta materia por la oscurísima
sombra de tan gran mole, la cual si únicamente de un lado tiene luz, es
necesario que tenga volumen por otro. Cuando la mole de un cuerpo
cualquiera no deje pasar la luz a ese lugar, decimos que hay sombra en tal
sitio, porque todo él queda en sombras al carecer de aquella luz por la
que sería iluminado, si no lo impidiera un cuerpo puesto delante. La
sombra se llama noche, si fuera, a causa de la mole de un cuerpo, tan
grande que ocupe tanto espacio de tierra cuanto ocupa la luz en la parte
opuesta. No todas las tinieblas son noche. En las grandes cavernas en
cuyos recónditos antros no llega a penetrar la luz por causa de la mole
interpuesta, ciertamente hay tinieblas, pues allí no hay luz, y todo
aquel ámbito es lugar que carece de luz. Sin embargo, tales tinieblas no
recibieron el nombre de noche, sino solamente aquellas que suceden a la
luz en la otra parte de la tierra de donde se apartó el día. Tampoco a
toda luz se llama día. La luz de la luna y de los astros y de las
lámparas y de los relámpagos y de cualquier otro género de cosas que
brillen, también es luz, mas sólo se llama día la luz que se acerca
sucediéndole la noche.
25. Pero si aquella primera luz,
esparcida por todas las partes, envolvía la masa terráquea, ya estuviera
quieta o diera vueltas a su alrededor, no daba lugar por parte alguna a
que sucediera la noche, porque jamás se apartaba la luz para hacerle
sitio. ¿O es que estaba hecha de tal forma que ella, dando vueltas,
también permitía a la noche, que iba detrás de ella, dar del mismo modo
vueltas? Pues estando toda la tierra cubierta por el agua, nada se oponía
a que la mole esférica y acuosa tuviera el día por un lado con la
presencia de la luz, y la noche por el otro con su ausencia. La noche
penetraría en aquel sitio, a partir de la tarde, de cuyo lugar se
apartaría la luz a la otra parte.
26. Si primeramente las aguas
ocupaban toda la tierra, ¿dónde se congregaron? Es decir, ¿en qué lugar
fueron congregadas aquellas que se alejaron a fin de dejar descubierta la
tierra? Porque si existía algo desnudo en la tierra donde pudieron
reunirse, ya aparecería seca y el abismo no lo ocupaba todo. Mas si las
aguas lo envolvían todo, ¿dónde estaba el lugar en el que pudieran ser
recogidas para que apareciese la desnudez de la tierra? ¿O por ventura
fueron congregadas en alto, como se levanta la mies trillada en la era, y
así reunida en acervo dejó despejado el lugar que cubría cuando estaba
esparcida? ¿Quién dirá esto al ver que en todas las partes la superficie
del mar está igualmente extendida, y aunque se yergue como una cordillera
de agua movediza, sin embargo, de nuevo se allana cuando la tempestad ha
sido calmada? Si algún litoral se despeja ampliamente del agua, no puede
decirse que no exista algún otro espacio de tierra a donde vaya la que se
apartó del otro lugar y de donde regrese de nuevo al mismo sitio del que
se había alejado. Si la naturaleza acuosa cubría por completo toda la
tierra, ¿a dónde se apartó para dejar algunas partes al descubierto? ¿O
diremos que tal vez el agua cubría la tierra estando enrarecida como
neblina, la cual al congregarse se condensó, de tal modo que dejó en
muchas partes desnuda la tierra y en ellas, por lo tanto apareció seca?; y
así, aunque la tierra estuviera extendida amplísimamente, pudo presentar
algunas partes cóncavas en las que se recibiesen las aguas que corrían y
confluían hacia ellas, y por lo mismo aparecer seca en aquellas partes de
donde el líquido se había alejado.
27. No es, pues, absolutamente
informe la materia en la que ciertamente aparece la forma de nebulosa.
CAPITULO
XIII
Cómo fueron creadas el agua y la tierra
Y, por consiguiente, aun puede
preguntarse cuándo creó Dios estas formas y cualidades visibles de la
tierra y del agua, porque en ninguno de los seis días se encuentra esto
expresado. Si lo hizo antes de cualquier día, pues se escribió, antes de
la enumeración de estos primeros días, en el principio hizo Dios el cielo
y la tierra, entonces entenderemos por la palabra‚«tierra», la forma ya
constituida de la tierra; y sobre ella extendidas las aguas anteriormente
mencionadas, con la forma visible y propia que ahora tienen. Y por aquello
que la Escritura prosigue diciendo: la tierra era invisible e informe y
las tinieblas estaban sobre el abismo, y el Espíritu de Dios era llevado
sobre las aguas, debemos juzgar que la materia no era absolutamente
informe, sino que la tierra y el agua, estando sin luz, la que aún no
había sido hecha, tenían ya creadas sus cualidades patentísimamente. Y
así entenderemos que la tierra se llamó invisible, porque estando
cubierta por las aguas no podía ser vista, aunque existiera alguno que
pudiera contemplarla; y que se llamó informe o desordenada porque no
estaba separada del mar y bordeada de playas y adornada con sus propios
animales y frutos. Si esto es así, ¿por qué fueron hechas antes de
cualquier día estas formas las que sin duda son corporales? ¿Por qué
también no se escribió: «dijo Dios hágase la tierra y fue hecha la
tierra»; o por qué no se dijeron a la vez ambas cosas: «dijo Dios hágase
la tierra y el agua, y así se hizo», incluyéndolas como en una misma ley
de ínfima categoría?
CAPITULO
XIV
Se da la razón de por qué en el primer versículo del Génesis está
comprendida la materia informe
¿Por qué, habiendo sido hecho esto, no se dijo, vio Dios que era bueno?
28.
Es evidente que todo lo mudable se forma de alguna informidad, como
igualmente lo es, y la fe católica nos lo prescribe, y la razón nos lo
enseña clarísimamente, que no puede haber existido materia de naturaleza
alguna, sino mediante el Dios incoador y creador de todas las cosas, no
sola de las formadas, sino de las formables, de las cuales también la
Escritura le llama Señor, al decir:
tú que hiciste el mundo de materia
informe14. Esta
consideración nos persuade que esta materia fue conmemorada en aquellas
palabras: en el principio hizo Dios el cielo y la tierra, las cuales se
adaptan con la debida prudencia a los lectores u oyentes tardos de
ingenio. Y así entenderán que antes de la conmemoración de los seis días
se dijo: en el principio hizo Dios el cielo y la tierra, y todo lo
siguiente, señalando en estas palabras la materia; y que después se
añadió: y dijo Dios; indicando en esto el orden que había de seguirse
posteriormente en la formación de las cosas.
CAPITULO
XV
La materia precede a la forma en origen, mas no en tiempo
29.
La materia informe no es anterior en el orden del tiempo a las cosas
formadas. Fueron creadas a un tiempo, la materia de que se hicieron y lo
que se hizo. Así como la voz es la materia de las palabras, y las
palabras indican la voz ya formada, pues el que habla no emite
primeramente una voz informe a la que después pueda coger y formar en
palabras, así el Creador no hizo en tiempo anterior la materia informe, y
después, según el orden de cada naturaleza, la formó como por una segunda
reconsideración. Creó, pues, ciertamente formada la materia. Mas porque
aquello de donde se hace algo, es primero que lo que con ella se hace,
aunque no en el orden del tiempo pero sí en cierto orden de origen; por
eso pudo muy bien la Escritura separar por tiempos el hablar, no
dividiendo Dios por tiempos el obrar. Si se pregunta: ¿hacemos la voz de
las palabras o las palabras de la voz?, difícilmente encontraremos alguno
de ingenio tan romo que no responda: las palabras se forman por la voz.
Así, aunque las dos cosas haga al mismo tiempo el que habla, sin embargo,
suficientemente se descubre con una reflexión ordinaria qué cosa se haga y
de dónde se hace. Por consiguiente, como hiciera Dios al mismo tiempo
ambas cosas, la materia que formó y las cosas que con ella formó, y como
una y otra convenía anunciarse por la Escritura y no podían narrarse a
la vez, ¿quién duda que debió decirse primero aquello de donde fue hecho
algo, y después lo que se hizo allí? Cuando nombramos la materia y la
forma, también entendemos que las dos cosas existen al mismo tiempo, pero
no podemos enunciar al mismo tiempo las dos. El proferir estas dos
palabras, materia y forma, se hace en brevísimo tiempo, pero pronunciamos
la una después de la otra. Igualmente en la extensa narración de la divina
Escritura debió expresarse una cosa primero y otra después, aunque las
dos, como se ha dicho, hubieran sido hechas al mismo tiempo, por Dios; con
la particularidad que la cosa, que es la primera por sólo el origen de
hechura, también fue la primera en el tiempo al describirlas; y si estas
dos cosas que de ninguna manera la una es anterior en tiempo a la otra, no
pueden ser nombradas a la vez, ¿cuánto menos podrán ser descritas al mismo
tiempo? Así, pues, no se ha de dudar que esta materia informe de
cualquier modo y por casi nada que sea, haya sido hecha por Dios y que fue
creada al mismo tiempo con las cosas que de ella se hicieron.
30. Si creíblemente se dice que
la materia informe está significada en estas palabras: la tierra era
invisible y desordenada y las tinieblas estaban sobre el abismo, y el
Espíritu de Dios era llevado sobre el agua; sin duda, exceptuando lo que
se dijo del Espíritu de Dios, las otras palabras que hablan de las cosas
visibles las entendemos como dichas para insinuar aquella informidad a los
más tardos de ingenio. Estos dos elementos, es decir, la tierra y el agua,
son más modelables por las manos de los artífices, que intentan hacer
algo de ellos, que otros; y por lo mismo aquella informidad se insinuaba
más convenientemente por estos dos nombres.
CAPITULO
XVI
Otro modo de explicar la formación del día y la noche: por la emisión y
contracción de la luz, pero no se prueba
Luego si esto se dice con cierta
probabilidad, diremos entonces que no existía ninguna mole formada, a la
que iluminándola la luz de una parte, constituyera las tinieblas por la
otra, y así pudiera la noche suceder al día que se apartaba.
31. Mas si queremos entender el
día y la noche como emisión y contracción de aquella luz, no veo la razón
de por qué aún no existían animales a quienes este cambio les resultase
provechoso; y a los que en adelante, efectuados estos cambios por el curso
del sol, vemos que es saludable. Tampoco se ofrece ejemplo alguno por el
que podamos probar que esta emisión y retraimiento de la luz haga los
cambios del día y de la noche. La salida de los rayos de luz de nuestros
ojos es ciertamente un lanzamiento de luz, el cual puede contraerse cuando
miramos el aire que está próximo a nosotros, y alejarse cuando proyectamos
la vista en la misma dirección a los objetos que están colocados más
distantes. Pero sin duda cuando se contrae la mirada no se deja
absolutamente de ver lo que está lejos, aunque ciertamente lo vemos más
obscuro que cuando dirigimos de intento la mirada hacia ello. Con todo,
aquella luz que reside en el sentido del que ve se manifiesta tan pegada
que, a no ser ayudada por la externa, nada podríamos ver; y puesto que no
puede separarse de aquélla, difícilmente podremos encontrar, como dije,
un ejemplo por el que pudiera demostrarse que la emisión de la luz hace al
día y la contracción constituye la noche.
CAPITULO
XVII
Dificultad de cómo tenga lugar en la luz espiritual, la tarde, la
mañana, y su división con las tinieblas
32.
Si, pues, fue hecha la luz espiritual al decir Dios hágase la luz, no se
ha de entender que fue aquella verdadera y coeterna al Padre, por la que
fueron hechas todas las cosas y que ilumina a todo hombre, sino aquella de
la cual puede decirse,
la sabiduría es la primera de todas las cosas
creadas15. Cuando
aquella Eterna e Inconmutable Sabiduría, que no es hecha, sino engendrada,
se comunica a las creaturas espirituales y racionales
16, como lo ejecuta en
las almas santas para que puedan iluminadas lucir, entonces se constituye
en ellas como cierto estado de razón iluminada; cuyo estado puede tomarse
como si se hiciera la luz al decir Dios hágase la luz; si es que ya
existía la criatura espiritual, la que bajo el nombre de «cielo» estaba
comprendida en lo que se escribió en el principio hizo Dios el cielo y la
tierra. Mas no se ha de entender que esta creatura era un cielo corporal,
sino un cielo incorpóreo de cielo corpóreo, es decir, que era superior a
todo cuerpo, no por los grados de posición en el espacio, sino por la
excelencia de su naturaleza. Pero ¿de qué modo pudo hacerse esto a la vez,
es decir, tanto el ser iluminada como la misma iluminación, y por qué
fuera narrado en distinto tiempo? Poco antes lo dijimos al tratar de la
materia.
33. Pero ¿cómo hemos de entender
que a esta luz le sucede la noche, y así se hace la tarde? ¿Pudo
dividirse esta luz de las tinieblas al decir la Escritura y dividió Dios
la luz de las tinieblas? ¿Acaso existían ya pecadores y necios apartados
de la luz de la verdad a los que el Señor separará de los que
permanecieron en la verdadera luz, como si separara la luz de las
tinieblas; y llamando a la luz día y a las tinieblas noche, mostrara que
El no era el autor de los pecados, sino el ordenador en la distribución de
los méritos? O es que este día comprende a todo el tiempo y, por lo
tanto, incluye en esta palabra, día, a todos los siglos, y por eso no se
le denominó primero sino «un día»; y así, al decir y fue hecha la tarde
y fue hecha la mañana un día, aparezca que el hacerse la tarde significa
el pecado de la criatura racional, y el hacerse la mañana la renovación de
esta creatura.
34. Pero esta exposición pertenece
al sentido alegórico y profético, el cual no hemos emprendido en este
discurso, pues nos propusimos desde un principio hablar ahora de la
Escritura sólo según la propiedad de los hechos en el sentido histórico,
no conforme a los secretos alegóricos. Luego volviendo la consideración a
las naturalezas de las cosas creadas y hechas, preguntamos: ¿en qué forma
podemos vislumbrar la tarde y la mañana en la luz espiritual? ¿Acaso esta
división de la luz y las tinieblas es ya la distinción entre la materia
formada e informe? La denominación día y noche insinúa la distribución de
las cosas, por la que se indica que Dios nada dejó desordenado, y por lo
tanto, la misma informidad a través de la cual las cosas se cambian,
pasando en cierto modo de forma a forma, no estaba confusa. El defecto y
el progreso de la creatura, con que se suceden a sí mismas las cosas
temporales, son ayuda sin la cual no existiría la hermosura del universo.
Las tinieblas ordenadas constituyen la noche.
35. Inmediatamente después de
haber sido hecha la luz se dijo: vio Dios que la luz era buena; esto pudo
haberse dicho después de la creación de las cosas que se hicieron en el
mismo día, es decir, después de haber explicado, y dijo Dios: hágase la
luz y la luz fue hecha y separó Dios la luz de las tinieblas; y llamó Dios
a la luz día y a las tinieblas noche. Aquí, pues, debería haber dicho,
y vio Dios que era bueno, y a continuación añadir, y fue hecha la tarde y
fue hecha la mañana; así como lo hace en las otras obras de la creación,
a las que impone nombres. Mas aquí no lo hizo así, para que no se
creyera que aquella informidad, que se ha de distinguir de las cosas
formadas, era el fin de la obra, sino que aún le faltaba ser formada en
las demás creaturas corporales. Si después de haber sido separadas, por
aquella división y por los nombres, se dijera: vio Dios que era bueno,
entenderíamos que estaban comprendidas estas obras, a las que nada debía
añadírseles en su género y cualidades. Mas porque sólo la luz había sido
(hasta ahora) perfeccionada, vio Dios, dice la Escritura, que la luz era
buena; e inmediatamente la separó de las tinieblas, por la obra y los
nombres. Mas no dijo en los primeros versillos antes de crear la luz vio
Dios que era bueno, porque aquella informidad no fuera discernible, sino
porque de allí todavía se formarían otros nuevos seres. Sin embargo,
después de aquella separación del día y de la noche, es decir, después de
esta noche, que es conocidísima por nosotros (la que se efectúa sobre la
tierra por el giro del sol), cuando ella se separa del día por la
distribución de los luminares, se dice: vio Dios que era buena; y se dice
así para que no creamos que esta noche era alguna substancia informe, de
la cual se formaría algún otro ser. Era, pues, el espacio lleno de aire
que carecía de la luz diurna, a cuya noche ciertamente ya nada debía
añadirse en calidad de ser, para que fuese más hermosa y más distinguible.
La tarde, pues, en todo aquel triduo antes de hacerse los luminares, se
entiende tal vez sin absurdo alguno, el término de la obra perfeccionada;
y la mañana, el principio de la obra futura.
CAPITULO
XVIII
Del modo de obrar de Dios
36.
Ante todo recordemos lo que ya hemos dicho con bastante amplitud, que Dios
no obra con movimientos temporales de cuerpo o de espíritu, al modo que
obran el ángel y el hombre, sino en la eterna e inconmutable y permanente
razón de su Verbo coeterno a El, y en cierta, por decirlo así, incubación
(o amor) de su Santo Espíritu, igualmente coeterno a El. Pues aquello que
se dijo del Espíritu Santo, en lengua latina o griega, que era llevado
sobre las aguas, entendido según la lengua siríaca (y esto se dice que
fue escrito por cierto doctor cristiano y sirio), no debía entenderse,
sobrellevaba, sino más bien incubaba. Pero no como se calientan o fomentan
los tumores o las heridas del cuerpo con aguas frías o atemperadas con un
conveniente calor, sino como se calientan o incuban los huevos por las
aves; donde aquel calor del cuerpo materno ayuda en cierto modo a formar
los pollos por un especial y particular amor. No pensemos carnalmente como
si Dios pronunciara palabras temporales en cada uno de los días en que se
relatan las obras divinas. Pues no vino la Sabiduría de Dios, tomando
nuestra flaqueza, a recoger a los hijos de Jerusalén bajo sus alas, como
la gallina recoge a sus polluelos
17, para que fuésemos
siempre niños, sino para que siendo en la malicia infantes dejásemos de
ser en la mente niños
18.
37. Si al leer nos encontramos con
algunos escritos, y de ellos divinos, que traten de cosas obscuras y
ocultas a nuestros sentidos, y poniendo nuestra fe a salvo, por la que nos
alimentamos, podemos descubrir varias sentencias; a ninguna de ellas nos
aferremos con precipitada firmeza a fin de no caer en error; pues tal vez
más tarde, escudriñada con más diligencia la verdad, caiga por su base
aquella sentencia. No luchamos por la sentencia de la divina Escritura,
sino por la nuestra, al querer que la nuestra sea la de la divina
Escritura, cuando más bien debemos querer que la de la Escritura sea la
nuestra.
CAPITULO
XIX
Nada se debe afirmar temerariamente en los lugares oscuros de la divina
Escritura
38.
Recapacitemos sobre lo que se escribió: dijo Dios hágase la luz y la luz
fue hecha. Una cosa es hacer notar que fue hecha la luz corporal, y otra
que fue hecha la luz espiritual. No duda nuestra fe que exista la luz
espiritual en la creatura espiritual. Que exista una luz corporal celeste
sobre el cielo o debajo del cielo a la cual hubiere podido suceder la
noche, tampoco es contra la fe, mientras no se refute con evidencia
clarísima. Si esto llegara a suceder, diremos que no lo afirmaba la
divina Escritura, sino que lo creía la humana ignorancia. Pero si lo
demostrara un contundente argumento, aún sería incierto si quiso en estas
palabras de los libros santos decir esto el escritor sagrado, o si intentó
decir otra cosa no menos cierta. Si el contexto del discurso probara que
no quiso decir esto el autor, no será falso otro sentido el cual quiso él
fuese entendido, aunque deseó se conociera el verdadero y más útil. Pero
si el contexto de la Escritura no se opone a que haya querido decir esto
el escritor, aún nos falta indagar si puede tener algún otro. Por lo
tanto, si hubiéremos podido encontrar algún otro sentido, sería incierto
cuál de los dos quiso expresar el autor; es conveniente creer que uno y
otro quiso exponer, si ambos se apoyan en fundamentos ciertos.
39. Acontece, pues, muchas veces
que un infiel conoce por la razón y la experiencia algunas cosas de la
tierra, del cielo, de los demás elementos de este mundo, del movimiento y
del giro, y también de la magnitud y distancia de los astros, de los
eclipses del sol y de la luna, de los círculos de los años y de los
tiempos, de la naturaleza de los animales, de los frutos, de las piedras y
de todas las restantes cosas de idéntico género; en estas circunstancias
es demasiado vergonzoso y perjudicial, y por todos los medios digno de ser
evitado, que un cristiano hable de estas cosas como fundamentado en las
divinas Escrituras, pues al oírle el infiel delirar de tal modo que, como
se dice vulgarmente, yerre de medio a medio, apenas podrá contener la
risa. No está el mal en que se ría del hombre que yerra, sino en creer
los infieles que nuestros autores defienden tales errores, y, por lo
tanto, cuando trabajamos por la salud espiritual de sus almas, con gran
ruina de ellas, ellos nos critican y rechazan como indoctos. Cuando los
infieles, en las cosas que perfectamente ellos conocen, han hallado en
error a alguno de los cristianos, afirmando éstos que extrajeron su vana
sentencia de los libros divinos, ¿de qué modo van a creer a nuestros
libros cuando tratan de la resurrección de los muertos y de la esperanza
de la vida eterna y del reino del cielo? Juzgarán que fueron escritos
falazmente, pues pudieron comprobar por su propia experiencia o por la
evidencia de sus razones, el error de estas sentencias. Cuando estos
cristianos, para defender lo que afirmaron con ligereza inaudita y
falsedad evidente, intentan por todos los medios aducir los libros divinos
para probar por ellos su aserto, o citan también de memoria lo que juzgan
vale para su testimonio, y sueltan al aire muchas palabras, no entendiendo
ni lo que dicen ni a qué vienen, no puede ponderarse en su punto cuánta
sea la molestia y tristeza que causan estos temerarios y presuntuosos a
los prudentes hermanos, si alguna vez han sido refutados y convencidos de
su viciosa y falsa opinión por aquellos que no conceden autoridad a los
libros divinos
19.
CAPITULO
XX
Por qué se interpreta el Génesis exponiendo varias sentencias sin
contentarse con afirmar una sola
40.
Considerando, pues, y estudiando frecuentemente el libro del Génesis,
presenté y expuse, en cuanto pude, algunas sentencias sacadas de las
palabras escritas en él obscuramente, con el fin de ejercitarnos en su
estudio, no afirmando temerariamente una sola sentencia, con perjuicio de
otra exposición tal vez mejor, para que así cada uno, según su capacidad,
elija lo que pueda entender. Cuando alguna no pueda ser comprendida por
él, honre la palabra de Dios y se sobrecoja de temor. Pero teniendo las
palabras de la divina Escritura muchas sentencias, como lo hemos visto,
los que inflados con el aire de las ciencias mundanas, discuten lo
consignado en la divina Escritura como algo tosco y sin ciencia, repriman
su ímpetu, y sepan que todas estas cosas han sido expuestas para
alimentar a todos los corazones piadosos, porque sin alas para volar se
arrastran sobre la tierra y se ríen con sus saltos de rana, de los nidos
de las aves. Pero todavía yerran más peligrosamente ciertos hermanos
débiles en la fe, cuando al oír disertar copiosa y sutilmente a estos
impíos sobre las medidas y leyes de los cuerpos celestes, o sobre
cualesquiera de las cuestiones de los elementos del mundo se envanecen y
anteponen con vano aliento estos hombres a sí mismos, y juzgándolos
sabios, toman de nuevo ya con fastidio los libros de saludable piedad y en
lugar de sacar de ellos el agua de la vida eterna, apenas si los soportan
ya con paciencia, aún más, los aborrecen por la aspereza de la corteza,
esto es, por el estilo, y codician las flores de las espinas, es decir, de
las ciencias mundanas. No se dedican a contemplar cuan dulce es el Señor
20, ni tienen ya hambre
en el día de sábado, y por eso son perezosos, a pesar de haber recibido
del Señor el poder sobre el sábado para arrancar las espigas y frotarlas
con las manos y limpiar las arrancadas, hasta que lleguen a la hora de la
comida
21.
CAPITULO
XXI
Cuál sea el fruto de la interpretación hecha de esta forma por la que
nada se afirma temerariamente
41.
Alguno preguntará a qué viene tanto desmenuzar las palabras sobre esta
cuestión: ¿cuánto grano has limpiado? ¿Cuánto has aventado? ¿Por qué aún
están poco más o menos ocultas todas las cosas sobre estas cuestiones?
Afirma algo de ellas, tú que dijiste que pueden entenderse de muchas
maneras. A éste le responderé que me he acercado con dulzura a este
alimento, donde aprendí que el hombre no debe vacilar al contestar
conforme lo exige la fe, lo que se ha de responder a los hombres que
pretenden calumniar los libros de nuestra salud. Y, por tanto, decirles
que todo lo que ellos pudieron demostrar con documentos veraces sobre la
naturaleza de las cosas, en nada se opone a los libros divinos. Y también
que todo lo que en cualesquiera de sus escritos presenten ellos contrario
a nuestros divinos libros, es decir, a la fe católica, o les demostraremos
con argumentos firmes que es falso, o sin duda alguna creamos que no es
verdadero. Así, pues, nos quedemos con nuestro Mediador, en el cual están
encerrados todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia22, para no
ser engañados por la locuacidad de la errónea filosofía, ni atemorizados
por la superstición de la falsa religión. Mas cuando leemos los libros
divinos amemos sobre todo, en la inmensa multitud de verdades que brotan
de tan pocas palabras y se apoyan en la firmeza de la fe, lo que parece
haber expresado como cierto el autor a quien leemos. Mas si no está claro
su pensamiento, puede exponerse aquello que ciertamente no lo prohíben
las circunstancias de la Escritura y concuerda con una fe pura. Pero si
atendiendo a los inconvenientes de la Escritura no puede tratarse ni
discutirse, nos quedemos tan sólo con lo que prescribe la fe sana y pura.
Pues una cosa es no desconocer lo que principalmente sintió el escritor y
otra apartarse por error de la regla de la piedad. Si una y otra cosa
evita el que lee, obtendrá fruto cumplido; mas si no puede evitar ambas
cosas, aunque la voluntad del escritor nos sea incierta, no es inútil
haber elaborado una conveniente sentencia ajustada a la fe.
Traducción: Lope Cilleruelo, OSA