DEL GÉNESIS A LA LETRA


LIBRO III


CAPITULO I

Se narra primeramente la producción de los animales creados del agua antes que los creados de la tierra,
porque el agua es elemento más cercano al aire, y el aire al cielo

1. Y dijo Dios: produzcan las aguas reptiles de almas vivas, y volátiles sobre la tierra, junto al firmamento del cielo. Y así jue hecho. E hizo Dios grandes cetáceos y todo animal reptil, los cuales salieron de las aguas según su género, y todo volátil de alas según su especie. Y vio Dios que eran buenos, y los bendijo diciendo: creced y multiplicaos y llenad las aguas del mar, y los volátiles se multipliquen sobre la tierra. Y fue hecha la tarde y fue hecha la mañana día quinto. Ahora los seres que se mueven con espíritu de vida son creados en la parte inferior del mundo, y en primer término los de las aguas, que son un elemento afín al aire por su cualidad. El aire está tan próximo a este cielo en el que están colocados los luminares, que él ha recibido el nombre de cielo. Pero no sé que pueda llamarse también firmamento. Asimismo, se llama cielos en plural a lo mismo y único que se llama cielo en singular, pues aunque en este libro del Génesis se diga cielo en singular cuando divide las aguas que están debajo y encima de él, sin embargo, en el salmo 148,4 se dice que las aguas que están sobre los cielos alaban al Señor. Mas el nombre de cielos, si lo entendemos bien se aplica a los cielos sidéreos de los cielos aéreos, como si fueran los cielos superiores de los cielos inferiores; y lo entendemos así, por el mismo salmo que dice: alábenle a El, los cielos de los cielos1. Claramente aparece que a este aire se le llama no sólo cielo, sino también cielos, del mismo modo que se dice tierras, señalando a la que en singular se denomina tierra; por ejemplo, cuando decimos el orbe de las tierras o el orbe dela tierra.


CAPITULO II

Con el diluvio perecieron los cielos, y el aire se transformó en naturaleza de agua

2. Leemos en una epístola de las que se llaman canónicas, haber perecido en un tiempo por el diluvio estos cielos2. Y aunque no pudo llegar el agua hasta los astros, la cual creció de tal modo que traspasó, con quince codos, las cumbres de los montes más altos3, sin embargo, porque se había llenado todo o casi todo el espacio de este aire húmedo, en el que vuelan las aves, se escribe en aquella epístola haber perecido los cielos. Lo cual no sé cómo puede entenderse a no ser que se transformara la cualidad de este aire denso en la naturaleza del agua, pues de otro modo no perecieron entonces los cielos, sino que se colocaron más altos al ocupar las aguas el sitio de ellos. Por lo tanto, más fácilmente creemos, según la autoridad de la epístola, haber perecido los cielos, y como allí se escribe, una vez que se concluyeron los vapores de las aguas fueron sustituidos por otros4, que juzgar que de tal modo fueron elevados, que la naturaleza del cielo les cedió su sitio en las partes superiores.

3. Convenía, pues, que en la creación de los seres que habían de habitar la parte inferior de este mundo, la que toda ella casi siempre se denomina con el nombre de tierra, primeramente se formaran de las aguas los animales, y después de la tierra; porque de tal suerte es semejante el agua al aire, que por medio de la evaporación de agua se prueba que se hace más denso, y así forma el cuerpo de la tempestad, es decir, el viento, y congrega las nubes y puede sustentar el vuelo de las aves. Por tanto, aunque sea verdad lo dicho por cierto poeta profano «que el Olimpo sobresale por encima de las nubes y sus cumbres gozan de paz absoluta», pues afirma que el aire es tan sutil en la cima del Olimpo, que no le hacen sombra las nubes ni se agita por el viento, ni puede sustentar el vuelo de las aves, ni alimentar con el aire de una brisa densa a los hombres que por casualidad subieron, como acostumbran a hacerlo con este aire de abajo; sin embargo, también es aire, y se mezcla con las aguas por su semejante cualidad, y, por consiguiente, se cree también que él mismo se convirtió en agua, en tiempo del diluvio, y por lo mismo no se ha de juzgar que usurpó algún espacio del cielo sidéreo cuando el agua sobrepasó todos los montes másaltos.


CAPITULO III

Opiniones sobre la transformación de los elementos.
El aire no fue pasado por alto en la historia del Génesis

4. También ha surgido no pequeña disputa sobre la conservación de los elementos entre aquellos que han inquirido ingeniosamente estas cosas con vano empeño. Porque unos dicen que todas las cosas pueden cambiarse y convertirse unas en otras. Otros afirman haber algo exclusivamente propio en cada uno de los elementos, lo cual de ningún modo se convierte en la cualidad de otro elemento. De esto, tal vez, si Dios quiere, trataremos más diligentemente en su propio lugar; ahora, pues, en cuanto a lo que atañe al presente discurso, he juzgado solamente digno de recordar estas cosas, a fin de entender que se siguió el orden de las cosas, según el cual primeramente convino narrar los animales creados del agua antes que los creados de la tierra.

5. Estando persuadidos de que el mundo consta de cuatro elementos conocidísimos, de ningún modo se ha de juzgar que fue pasado por alto en la Escritura algún elemento de este mundo, porque en este pasaje aparece conmemorarse el cielo, el agua y la tierra, y callarse el aire. Es costumbre de nuestra sagrada Escritura llamar al mundo con el nombre de cielo y tierra, y algunas veces hasta con el de mar. El aire o se entiende que pertenece al cielo, si hay en aquellas altísimas partes algunos espacios sosegados y tranquilos, o a la tierra, por causa de este turbulento y tenebroso lugar que se engrosa con la evaporación del agua aunque este mismo lugar también no pocas veces se llame con el nombre de cielo. Por esto no se escribió: produzcan las aguas reptiles de almas vivientes y produzca el aire volátiles que vuelen sobre la tierra, sino que ambas clases de animales se narra las produjeron las aguas. Luego todo lo que pertenece a las aguas, ya sea líquido y corriente en forma de olas, o ya ligero y sostenido en el aire en forma de vapor, aparece distribuido: aquello para los reptiles de almas vivas y esto para las aves; no obstante, ambas cosas componen únicamente la naturaleza húmeda.


CAPITULO IV

Los cinco sentidos se aplican a los cuatro elementos

6. También hay quienes con una reflexión sutilísima, de tal forma distribuyen estos cinco patentísimos sentidos del cuerpo entre los cuatro elementos, que dicen: los ojos pertenecen al fuego, los oídos al aire, el sentido del olfato y del gusto a la naturaleza húmeda, el olfato ciertamente a estos vapores húmedos con los que se densifica el espacio en el que vuelan las aves, y el gusto a estas aguas densas y líquidas, porque cualquiera cosa que se saborea en la boca se mezcla con la saliva en la misma boca para que produzca sabor, aunque parezca estar seco el objeto cuando se recibe en la boca. El fuego penetra en todas las cosas para producir en ellas el movimiento, y así, pues, el agua con la privación del calor se congela, y pudiendo hervir todos los elementos, el fuego no puede enfriarse, puesto que más fácilmente se extingue dejando de ser fuego que permanece frío, o se haga más tibio con el contacto de alguna cosa fría. El tacto, que es el quinto entre los sentidos, se acopla mejor al elemento terreno; por eso todas las cosas palpadas se sienten por todo el cuerpo viviente, el cual de un modo especial procede de la tierra. Dicen también que no puede verse cosa alguna sin fuego, ni ser tocada sin tierra, y por esto todos los cuatro elementos residen en todos los seres, pero cada uno de ellos recibió el nombre de aquello que tiene con más abundancia. De aquí que también cuando el cuerpo se enfría algún tanto se entumece el sentido por la privación del calor, porque el movimiento que reside dentro del cuerpo proveniente del calor se hace más perezoso. Así, pues, penetrando las cosas más sutiles en las más densas, el fuego excita al aire, el aire al elemento húmedo y la humedad a las cosas terrenas.

7. Cuanto más sutil es alguna cosa de la naturaleza corporal, tanto más próxima está de la naturaleza espiritual, aunque, sin embargo, esté muy distante de su especie, puesto que aquello ciertamente es cuerpo y esto no lo es.


CAPITULO V

La facultad de sentir en los cinco sentidos se comporta de varias maneras, con relación a los cuatro elementos

Y como no es propio del cuerpo humano sentir, sino del alma mediante el cuerpo, aunque agudamente se dispute que los sentidos del cuerpo están distribuidos en forma que corresponden a la diversidad de los elementos corpóreos, sin embargo, el alma a la cual pertenece la facultad de sentir, no siendo corpórea ejerce mediante un cuerpo más sutil la facultad de sentir. Así, pues, incoa el movimiento en todos los sentidos por la sutileza del fuego, pero no llega al mismo resultado en todos los sentidos. En la vista reconcentrando el calor llega hasta conseguir la luz; en el oído penetra por el calor del fuego hasta el aire más puro; en el olfato atraviesa el aire puro y llega a la evaporación húmeda, de la que se forma este aire más denso; en el gusto traspasa el límite de esta evaporación y llega hasta la humedad más corpulenta, a la cual también penetrándola y atravesándola llega hasta la pesada tierra, construyendo el último de los sentidos, el tacto.


CAPITULO VI

El elemento aéreo no fue silenciado por el autor del Génesis

8. Luego no ignora las naturalezas ni el orden de los elementos de ellas, el que describió primeramente los luminares celestes y después los animales de las aguas, y por fin, también los animales de la tierra, cuando presentó la creación de las cosas visibles, las cuales se mueven por su naturaleza en los elementos dentro del mundo; porque no haya mencionado el aire, puesto que con el cielo superior se entrelazan estos espacios, si es que existen, de aire purísimo y tranquilísimo, donde se dice que no pueden volar las aves; y además porque en las santas Escrituras se entiende que pertenece el nombre de cielo a la parte superior del mundo. Y en el nombre general de tierra está significado todo este conjunto, el que comenzando a contar hacia abajo, le constituyen, el fuego (o relámpago), el granizo, la nieve, el hielo, el viento tempestuoso y todos los abismos hasta llegar a la árida, que se llama con el nombre propio de tierra. Así, pues, aquel aire altísimo, del cual trata ahora el historiador, sea el que pertenece a la parte celeste del mundo, sea el que no tiene ningún habitante visible, ni se le pasó por alto, puesto que en él se incluye; ni se enumeró en la creación de los animales. Este aire inferior que recibe las evaporaciones húmedas del mar y la tierra, y que en cierto modo está densificado para sostener las aves, de ninguna otra parte recibió los animales, sino de las aguas. Y por lo que toca a su humedad, sostiene los cuerpos de las aves, las cuales se sirven de tal modo de las alas para volar, como se sirven los peces de las propias para nadar.


CAPITULO V

No sin razón se dice que los volátiles fueron creados de las aguas

9. Por lo tanto, el escritor sagrado a sabiendas, como que estaba unido a él el Espíritu de Dios, dice haber sido creados los volátiles de las aguas, cuya naturaleza recibió dos lugares en suerte, a saber, el inferior, donde se hallan las aguas deslizables, y el superior, donde se encuentran los aires que soplan; aquél se entregó a los animales que nadan, y éste a los que vuelan. Conforme a este elemento se dio también a los animales dos aptos sentidos, el olfato para oler los vapores, y el gusto para saborear los líquidos. Y como también por el tacto percibimos las aguas y los vientos, diremos que esto sucede porque se mezcla con todos los elementos lo sólido de la tierra, mas en estos elementos más densos se percibe mucho mejor, hasta el punto que puedan examinarse palpando. Por tanto, también éstos abarcan generalmente bajo el nombre de tierra las dos grandes partes del mundo, conforme lo demuestra aquel salmo, en que comienza desde el cielo a enumerar todas las cosas que están colocadas más altas, diciendo: Alabad al Señor las cosas que están en «los cielos»: y empezando después a enumerar las cosas inferiores, dice: alabad al Señor las cosas que están en «la tierra», donde se nombran el viento tempestuoso y todos los abismos, y este fuego que quema al que le toca5, el cual de tal modo brota de estos movimientos terrenos y húmedos, que se convierte inmediatamente en otro elemento. Pues aunque esforzándose por dirigirse hacia arriba manifiesta la propensión de su naturaleza, sin embargo, no puede alcanzar la mansión tranquila superior y celeste, porque vencido por la abundancia del aire se apaga convirtiéndose en él, y por eso se agita en la región más corruptible y perezosa, con movimientos alborotados para atemperar el frío de ella, y para utilidad y terror de los mortales.

10. Luego como también por el tacto, que propiamente hace relación a la tierra, puede sentirse el vaivén de las olas y la brisa del viento, por eso también se alimentan de las cosas terrenas los cuerpos de los animales acuáticos y, sobre todo, las aves, y descansan también en la tierra y propagan su especie; puesto que una parte del líquido que se transforma en vapor se extiende sobre la tierra. De aquí que cuando dijo la Escritura, produzcan las aguas reptiles de almas vivientes, y también, volátiles que estén sobre la tierra, añadió con toda intención, diciendo: debajo del firmamento del cielo; en lo cual puede aparecer un tanto más claro lo que estaba antes obscuro. Porque no dijo: en el firmamento del cielo, como al hablar de los luminares; sino, vuelen sobre la tierra debajo del firmamento del cielo; es decir, junto al firmamento del cielo. Ciertamente este denso y húmedo espacio, en el que vuelan las aves está contiguo a aquel otro donde no pueden volar, el que con razón ya pertenece al firmamento del cielo, en virtud de la tranquilidad y quietud que posee. En el cielo, pues, vuelan las aves, por el cual se llaman en muchos lugares de la Escritura a las aves, volátiles del cielo, pero en este que aquel salmo incluye también bajo el nombre de tierra; mas no vuelan en el firmamento sino debajo del firmamento.


CAPITULO VIII

Por qué son llamados los peces reptiles de almas vivientes

11. No pocos juzgan que por la lentitud con que sienten los peces no se llamaron reptiles de almas vivas, sino reptiles de almas vivientes. Mas si por esto fueron llamados así se daría a las aves el nombre de almas vivas. Pero he de confesar, según creo, que cuando a los peces se les llamó reptiles y a las aves volátiles, sobrentendiendo de almas vivientes, se dijo así como si hubiera dicho, reptiles o volátiles que tienen almas vivas; del mismo modo que puede decirse los plebeyos de los hombres, entendiendo a todo el que es plebeyo entre los hombres. Aunque haya también animales terrestres, que reptan sobre la tierra, sin embargo, un número mucho mayor se mueve con los pies, y son tan pocos los que tal vez reptan sobre la tierra, como escasos los que andan por el mar.

12. Muchos juzgaron que a los peces no se les llamó reptiles de almas vivas, sino de almas vivientes, porque no tienen memoria, ni vida alguna cercana a la razón. Pero la experiencia les contradice no poco, porque algunos escribieron muchas cosas dignas de ser admiradas, que advirtieron en varias clases de peces. Pero si tal vez escribieron cosas no ciertas, sin embargo es cierto que los peces tienen memoria. Yo mismo lo he experimentado y lo comprueben los que quieran y puedan. Hay una gran alberca, en Bulesio de los Reyes (Bulla Regia), casi llena de peces. Los hombres que se acercan a contemplarla acostumbran arrojarles algún alimento; entonces los peces acudiendo en tropel y luchandoentre sí lo arrebatan y quitándoselo unos a otros lo despedazan. Acostumbrados a tal cebo, cuando pasean los hombres junto a la orilla de la fuente, ellos también al sentir su presencia nadan en montón a compás con los hombres, yendo y viniendo con ellos, esperando que les arrojen algún alimento. Me parece, pues, que no en vano se llamó a los animales de las aguas, reptiles; así como a las aves, volátiles; porque si por falta de memoria o por la lentitud de sentir se privase a los peces del nombre de almas vivas, ciertamente se aplicaría a los volátiles, de los cuales nos consta que tienen vida y memoria y que son cantores y habilísimos en la construcción de sus nidos y en la educación de sus crías.


CAPITULO IX

Ciertos filósofos atribuyeron a cada elemento su propio animal

13. Asimismo, tampoco ignoro que ciertos filósofos atribuyeron a cada elemento su propio animal, de tal modo que dicen que no sólo son terrenos los que reptan y andan en la tierra, sino también las aves, porque ellas cuando están fatigadas por el vuelo descansan en la tierra; y que los animales aéreos son los demonios, y los celestes los dioses; de los últimos decimos nosotros que unos son los luminares y otros los ángeles. Estos mismos atribuyen también a las aguas los peces y ciertas clases de bestias, de suerte que ningún elemento carezca de sus animales propios. Pero lo dicen como si debajo del agua no hubiera tierra, o pudieran probar que los peces no descansan y reparan sus fuerzas en ella después de nadar, como las aves después de volar. Mas si tal vez hacen esto los peces más rara vez, es porque el líquido es más propio que el aire para soportar los cuerpos, como lo comprobamos soportando a los animales terrestres que nadan; o porque están enseñados por la costumbre, como sucede a los hombres; o porque es debido a la naturaleza, como acontece a los cuadrúpedos y a las serpientes. Si juzgan que los peces no son animales terrestres porque no están dotados de pies, entonces tampoco las focas son animales acuáticos, ni las culebras y caracoles son animales terrestres, porque aquéllas tienen pies y estos dos últimos están sin ellos y no digo que descansan en la tierra, sino que apenas o nunca se apartan de ella. Los dragones tampoco tienen pies y, sin embargo, descansan en las cavernas y se muestran suspendidos en el aire, y aunque difícilmente son vistos, sin embargo no sólo nuestros escritos sino también los profanos de ningún modo dejaron de hablar sobre esta especie de animales.


CAPITULO X

Concediendo que los demonios sean animales aéreos,
nada se opone a la Escritura decir que los volátiles hayan sido creados del agua

14. Por lo tanto, dado caso que los demonios sean animales aéreos, pues gozan de naturaleza de cuerpos aéreos; no mueren, porque prevalece en ellos el elemento aéreo, que es más apto para obrar que para padecer transformación alguna. El elemento aéreo tiene debajo de él dos elementos de inferior calidad, a saber la tierra y el agua, y uno superior a él, es decir, el fuego sidéreo. Los elementos se distribuyen, dos para padecer, el agua y la tierra; y los otros dos para obrar, el aire y el fuego. Luego si estos elementos están constituidos así, no se opone a esta distinción nuestra Escritura, la que señala que los volátiles fueron creados no del aire, sino de las aguas, porque asignó a los volátiles un lugar, ciertamente más sutil, el aire evaporado y difundido, pero no obstante lugar húmedo. La región del aire abarca desde el confín del cielo luminoso, hasta las líquidas aguas y la desnuda tierra; sin embargo, las evaporaciones húmedas no empañan todo el espacio del aire, sino únicamente hasta el límite desde donde comienza a llamarse también tierra, conforme se dice en aquel salmo, alabad al Señor seres de la tierra6. La parte superior del aire se une en paz conjunta, porque está dotado de una tranquilidad absoluta, con el cielo, con quien colinda, y se llama con la misma palabra de cielo. En cuya parte, si tal vez estuvieron antes de su transgresión los ángeles prevaricadores con su príncipe a la cabeza, el que entonces era arcángel y ahora demonio (ya que muchos de nuestros autores juzgan que no fueron ángeles celestes sino supracelestes); no es de admirar que después del pecado fueran recluidos en esta parte caliginosa, donde se halla el aire y se mezcla con el tenue vapor; el que agitado constituye los vientos, y conmovido con más violencia produce también el relámpago y el trueno, y engrosado forma las nubes, y densificado las lluvias, y congelando las nubes produce la nieve, y congelando más precipitada y densamente las nubes forma el granizo, y estando apaciblemente extendido hace el cielo sereno. Todo esto sucede por ocultas causas y obra de Dios, que gobierna todos los seres creados, desde los más altos hasta los más bajos. Por esto en aquel salmo al conmemorar el fuego, el granizo, la nieve, el hielo y el viento tempestuoso; para que no se juzgara que tales cosas se hacían y movían sin el beneplácito de la divina Providencia, a continuación añadió, que ejecutan el mandato de Dios7.

15. Si aquellos ángeles prevaricadores tenían cuerpos celestes antes de violar el mandato, tampoco es de admirar que se convirtieran por la pena del pecado en cuerpos aéreos, para que pudieran ya por el fuego, es decir, por un elemento de naturaleza superior a su cuerpo, ser atormentados en algo. Ni es de admirar que no se les permitiera vivir en los espacios altísimos y purísimos, sino sólo en estos caliginosos, que ciertamente vienen a ser para ellos por causa de su naturaleza cárcel hasta el día del juicio. Si ha de ser inquirida diligentemente alguna otra cosa sobre estos ángeles prevaricadores, habrá otro lugar de la Escritura más apropiado; por el momento es suficiente con lo dicho hasta ahora. Si estos espacios turbulentos y procelosos por causa de la naturaleza del aire que se dilata hasta las aguas líquidas y las tierras, pueden soportar los cuerpos aéreos, también pueden sustentar, por causa de la tenue exhalación de las aguas, los cuerpos de las aves que fueron creadas de las aguas. Esta exhalación que se halla difundida en el mismo aire que está cercano a la tierra y al agua y que por ende ocupa la parte más baja y terrena, se mezcla en forma de vapor con el aire inferior y se introduce en las brisas, las que sobrecargadas destilan con el rigor de la noche el rocío sereno, y si el frío se intensifica también blanquean más cándidamente con la escarcha las partes terrenas.


CAPITULO XI

De las varias clases de animales creados de la tierra

16. Y dijo Dios: Produzca la tierra alma viva según su género, cuadrúpedos y serpientes, y fieras de la tierra según su género, y animales domésticos según su género. Y así se hizo. E hizo Dios las fieras de la tierra según su género, y los animales domésticos según su género, y lodos los reptiles de la tierra según su género. Y vio Dios que eran buenos. Ahora era natural que adornase ya con sus animales la otra parte que propiamente se llama tierra, es decir, la parte de este lugar inferior, que todo entero con todos sus abismos y con el aire nebuloso se llama en otro pasaje de la Escritura con la palabra general de tierra. Aquí claramente se ven determinadas las especies de animales que produjo la tierra en virtud de la palabra de Dios. Pero como muchas veces bajo el nombre de animales domésticos o de fieras suelen entenderse lodos los animales privados de razón, con motivo se pregunta a quiénes llama ahora propiamente fieras, y a quiénes animales domésticos. Ciertamente no hay motivo de duda que por animales que se arrastran, o sea por reptiles de la tierra, quiso se entendieran todas las serpientes, pues aunque los reptiles puedan llamarse fieras (bestia), sin embargo no se aplica a las serpientes el nombre de animales domésticos (pécora) en el uso común. Además, la palabra fiera (bestia) es propia para designar a los leones, a los leopardos, a los tigres, a los lobos, a los zorros, y, también a los perros y los monos y todo animal de esta clase. Mas el nombre de animal doméstico (pecus) con más propiedad suele emplearse para denominar a los animales que están destinados al uso del hombre, sea para ayudarle en su trabajo, como los bueyes y caballos y otros parecidos, o para el aprovechamiento de sus lanas o de sus carnes, como las ovejas y los cerdos.

17. Ahora preguntamos, cuáles son los cuadrúpedos, porque aunque todos los animales, excepto algunos que reptan, estén provistos de cuatro pies, sin embargo, a no ser que por este nombre especial quisiera dar a entender determinados animales, no hubiera nombrado aquí los cuadrúpedos; a pesar de que también es cierto que los pasó por alto en la repetición que la Escritura hace después. ¿O es que llamó propiamente cuadrúpedos a los ciervos, a los gamos, a los asnos salvajes y a los jabalíes (porque no pueden vivir en común con aquellas fieras, entre las cuales están los leones, y porque tampoco están bajo el cuidado del hombre, a pesar de que son semejantes a los animales domésticos); siendo estos animales los restantes, a quienes se les llamase con esta denominación general de cuadrúpedos, la que ciertamente conviene a muchos, a causa del número de pies, pero sin embargo se da a éstos significando algo especial? ¿O es que al decir tres veces «según su género», nos invita a considerar tres determinadas clases de animales? Siendo la primera los cuadrúpedos y reptiles, según su género, en lo que juzgo están incluidos los animales que llamó cuadrúpedos, a saber, los que en su especie son reptiles (pero con cuatro patas), como son los lagartos, las salamandras y otros que existan de la misma especie; y por esto en la repetición no volvió a nombrar los cuadrúpedos, porque tal vez en el nombre de reptiles estaba contenida toda la especie; por lo cual allí no dijo simplemente reptiles, sino que añadió, todos los reptiles de la tierra; y dijo de la tierra porque hay también reptiles de agua; y dijo todos, para que allí se entendiera que estaban comprendidos todos los que tienen cuatro patas, los que en el inciso de arriba estaban significados propiamente con el nombre de cuadrúpedos. Y en la segunda clase, es decir, cuando se habla de las fieras, de las cuales también dice «según su género», comprende, exceptuando las serpientes, todas las que dañan con la boca o con las uñas. Y en la tercera clase, es decir, en la de los animales domésticos, de los cuales también dice por tercera vez «según su género», incluye a los que no emplean la fuerza de la boca o de las uñas para herir, sino los cuernos o nada. Ya dejé asentado, cuan claramente aparece aplicado el nombre de cuadrúpedo a los animales que tienen cuatro patas, y también que el nombre de animales domésticos y fieras se aplica algunas veces a todo animal irracional. Mas también la palabra fiera (fera) suele aplicarse en el mismo sentido en la lengua latina. No ha sido, pues, vana la reflexión que hicimos, de cómo estos nombres que no se escribieron al azar en este lugar de la Escritura, pueden indicar también alguna especial distinción, lo que en la conversación ordinaria puede advertirse igualmente.


CAPITULO XII

Qué significa «según su género»; lo cual se dice en la creación de algunas creaturas, mas no en la del hombre

18. No en vano investiga el lector, si tal vez se dijo como de paso y por casualidad, o tuvo alguna razón especial la Escritura para decir «según su género»; pues con ello parece indicar como si hubieran existido anteriormente los seres, siendo así que se narran como creados ahora. ¿O es que se ha de entender que la especie de ellos estaba ya en las razones superiores, es decir, en las espirituales, y conforme a ellas se creaban ahora los seres más inferiores? Si así fuese, se diría también esto mismo en la creación de la luz, del cielo, de las aguas, de la tierra y de los luminares del cielo. Porque, ¿qué hay de estas cosas, cuya razón eterna e inconmutable no se halle en la misma Sabiduría de Dios, la que abarca con fortaleza del uno al otro confín y ordena con suavidad todas las cosas8? Comienza, pues, a decir «según su género», al hablar de las hierbas y de los árboles y prosigue hasta llegar a estos animales terrenos. Aunque en la primera relación de los seres que fueron creados del agua, no dijo «según su género», sin embargo, en la repetición lo dijo así: e hizo Dios los grandes peces y toda alma de animales reptiles los que salieron de las aguas «según el género de ellos» y todo volátil de plumas «según su género».

19. ¿O es que, como estos seres fueron creados para que de ellos procedieran otros y conservaran por la sucesión la forma de origen, se dijo «según su género» atendiendo a la propagación de la prole, mediante la cual se creaban los seres permanentemente? Pero ¿por qué al hablar de las hierbas y de los árboles no se dice únicamente «según su género», sino también según su semejanza; siendo así que también los animales, tanto los de las aguas como los de la tierra, engendran según su semejanza? ¿O es que tal vez no quiso repetir esta palabra, semejanza, en todas las partes porque el género lleva consigo la semejanza? En efecto, tampoco repitió la palabra semilla en todas las creaciones, cuando ciertamente está incluida, lo mismo en las hierbas y árboles que en los animales, aunque no en todos; porque se ha observado que algunos nacen de las aguas o de la tierra de tal forma que no tienen sexo, y, por lo tanto, no hay en ellos semilla, sino en los elementos de donde proceden. Luego «según su género» significa esto: la virtud que poseen las semillas para engendrar y la semejanza que tienen los seres que suceden con los que perecen, porque ninguno de ellos se ha creado de tal forma que una vez creado permanezca siempre, o que perezca no sucediéndole otro semejante.

20. ¿Por qué, pues, no se dijo del hombre: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza «según su género»; siendo también como es evidente la propagación del hombre? ¿Fue acaso porque Dios no hiciera al hombre mortal, si hubiera querido guardar el precepto; y, por lo tanto, no le hubiera sido necesario un sucesor? Ciertamente, después del pecado fue comparado con los animales y fue hecho semejante a ellos9, de tal modo que ya después los hijos de este mundo engendran y son engendrados para que pueda subsistir, establecida la sucesión, el género humano. Pero entonces ¿qué quiere decir aquella bendición dada inmediatamente después de haber sido creado el hombre, creced y multiplicaos y llenad la tierra, la cual ciertamente sólo puede cumplirse engendrando? ¿Es que no conviene decir nada temerariamente, hasta que lleguemos a aquel lugar de la Escritura, donde con más cuidado hemos de investigar y tratar este asunto? Por ahora, quizá pueda ser suficiente decir que no se dijo acerca del hombre «según su género» porque era creado uno solo, del cual más tarde fue hecha la mujer. No existen, pues, muchos géneros de hombre como existen muchos de hierbas, de árboles, de peces, de volátiles, de reptiles, de animales domésticos y fieras. Tomemos «según su género», como dicho de un modo general, a fin de que los seres semejantes entre sí y pertenecientes a un mismo origen de semilla, se distinguiesen de los otros de la misma especie.


CAPITULO XIII

Por qué la bendición que lleva consigo la propiedad de engendrar se da como al hombre sólo a los animales acuáticos

21. También se pregunta, por qué merecieron tan grande honor los animales de las aguas, de parte del Creador, puesto que solamente ellos fueron bendecidos como lo fueron los hombres; pues Dios los bendijo diciendo, creced y multiplicaos y llenad las aguas del mar, y los volátiles se multipliquen sobre la tierra. ¿Acaso debió decirse a un solo género de creaturas para que se entendiera como dicho también a los restantes que se multiplican por generación? Pero entonces antes de todo se diría a aquello que en primer lugar fue creado en tal condición, es decir, a las hierbas y a los árboles. ¿O es que quizá juzgó indignas de aquellas palabras de bendición, creced y multiplicaos, a las creaturas que no tienen ninguna pasión en la propagación de la prole y engendran sin sensación; y dijo primeramente esto a las que en ellas existe tal pasión, para que se entendiera, aunque no se dijera, como dicho a los animales terrestres? En el hombre fue necesario que esto se repitiera para que no dijese alguno que en el deber de engendrar a los hijos existe algún pecado, como existe en la concupiscencia de la fornicación, o en la misma unión conyugal hecha con inmoderado abuso.


CAPITULO XIV

Sobre la creación de los insectos

22. Existen también no pocos puntos de controversia sobre ciertos animales diminutos, disputando si fueron creados en las primeras creaciones de las cosas, o si traen su origen de la corrupción de los seres mortales. Porque la mayoría de ellos se forman o de las deformidades de los cuerpos vivos, o de los excrementos de ellos, o de sus exhalaciones, o de la corrupción de sus cadáveres; algunos también proceden de la descomposición de las hierbas y árboles, y otros de la putrefacción de los frutos; de todos los cuales no podemos decir con verdad que no es Dios su creador. Todos tienen cierta hermosura propia de la naturaleza que cada uno posee. Así que considerándolos bien, mayor es la admiración que deben causarnos estos seres, y más grande alabanza es la que debemos tributar al Omnipotente Artífice, porque todas las cosas las hizo en sabiduría10, llevándolas a cabo desde el principio hasta el fin y ordenándolas todas amorosamente. Ni dejó informes los últimos seres de las cosas; los que según la cualidad de su especie se destruyen, cuya disolución nos hace temblar por la pena de nuestra mortalidad; pues Dios crea animales pequeñitos de cuerpo, pero de penetrantes sentidos y de almas vivientes, para que admiremos con mayor estupor la agilidad de la mosca que vuela, que la magnitud corporal del jumento que anda, y contemplemos con más sorpresa las obras de las hormigas, que las cargas pesadas soportadas por los camellos.

23. Mas se pregunta, como dije, si debemos creer que también estos pequeños animales han sido creados en las primeras creaciones de los seres, los cuales se narran, según cierto orden, como creados en los seis días; o bien si han sido creados después, por las descomposiciones subsiguientes de los cuerpos corruptibles. Puede ciertamente decirse que aquellos pequeñitos animales que nacen del agua y de la tierra entonces fueron creados; pues no sin motivo se entiende que en estas aguas y tierras estaban aquellos animales que nacen de las cosas que la tierra produce por su virtud generativa, y que precedieron a la creación no sólo de los animales, sino también a la de los luminares y que como viven por la tierra gracias a la unión de sus raíces, por esto en el mismo día que apareció ella seca, brotaron ellos; para que se entienda que más bien pertenecen a la exuberancia de habitantes que al número necesario de ellos. En cuanto a los restantes, que se engendran de los cuerpos de los animales y, sobre todo, de los muertos, es absurdo decir que entonces fueron creados cuando lo fueron los mismos animales; a no ser porque se hallaba ya cierta virtud natural en todos los cuerpos animados, como preseminada en forma de germen primordial de los futuros animalitos, los cuales habían de nacer cada uno según su género y diferencia, de la corrupción de tales cuerpos, mediante la inefable dirección del inconmutable Creador que todo lo impulsa y administra.


CAPITULO XV

de la creación de los animales venenosos

24. También suele preguntarse acerca de las especies de animales venenosos y dañinos, si fueron creados después del pecado del hombre para castigo de él, o más bien, si creados anteriormente inocentes, después comenzaron a dañar a los pecadores. No nos ha de sorprender todo esto, puesto que ciertamente también en los tiempos de esta vida infortunada y trabajosa, nadie es tan justo que se atreva a decir que es perfecto, como lo atestigua con toda verdad el Apóstol diciendo, no porque ya haya alcanzado o sea ya perfecto11; y por lo tanto, aún son necesarias las tentaciones y molestias corporales para ejercer y perfeccionar la virtud en la debilidad de la carne, lo que de nuevo testifica el Apóstol, cuando de sí mismo dice: para que no me envaneciese con la sublimidad de las revelaciones me fue dado el aguijón de la carne, ángel de Satanás, para que me abofetee, y rogando al Señor por tercera vez que le apartase de mí, me respondió te basta con mi gracia porque la fortaleza se perfecciona con la flaqueza12. Por otra parte, el santo Daniel vivió entre los leones con ánimo esforzado y sin ser molestado por ellos13, el cual ciertamente, no mintiendo a Dios en su oración, no sólo confiesa los pecados de su pueblo, sino también los suyos propios14; asimismo también al Apóstol se le colgó de la mano una víbora y no lo dañó15. Luego pudieron no dañar al hombre estos animales creados, si no existiera causa digna de atemorizar y castigar los vicios o de perfeccionar y probar la virtud, porque deben ofrecerse ejemplos de paciencia para que sirvan de progreso en la virtud a los demás, y porque también se conoce a sí mismo más claramente en las tentaciones y, por consiguiente, con justicia recibe más establemente por medio del dolor la salud eterna que perdió torpemente por su propio placer.


CAPITULO XVI

Por qué fueron creadas las fieras que se perjudican mutuamente

25. Dirá alguno: ¿por qué se maltratan mutuamente las fieras, siendo así que en ellas no existe pecado para que pueda ser castigado, ni adquieren virtud alguna con el ejercicio de tales actos? Sin duda acontece esto porque unas son alimento de otras; y no podemos decir con razón, pues, que no existan fieras que alimenten a otras fieras. Todos los seres en cuanto son tienen su medida, número y orden, los cuales, considerados en conjunto, son dignos de alabanza, y sin una oculta norma de hermosura temporal, propia de cada especie, no se cambiarían transformándose de uno en otro ser. Lo cual, si para los necios es oculto, comienza a manifestarse a los que van aprovechando, y es clarísimo para los perfectos. Ciertamente todos estos movimientos de las creaturas inferiores ofrecen avisos saludables a los hombres y les hacen comprender cuánto se ha de trabajar en provecho de la salud espiritual y eterna, por la que aventajan a todos los animales desprovistos de razón, al ver que todos los animales, desde los inmensos elefantes hasta los gusanos más pequeños, luchan cuanto pueden o resistiéndose o precaviéndose, por su bienestar corporal y temporal, el que les cayó en suerte, conforme a la ordenación inferior de su especie; lo que se manifiesta únicamente cuando algunos, buscando el alimento de su cuerpo en el cuerpo de los otros, se defienden de ellos o repeliendo con la fuerza o con el apoyo de la huida o con la protección de sus madrigueras. Porque también el mismo dolor corporal, en cualquier animal, es una fuerza grande y admirable del alma, la cual sostiene vitalmente en unión inefable aquella constitución de su ser y le reduce a cierta unidad, conforme a la propia medida de cada animal, cuando padece, no indiferente, sino, por decirlo así, indignadamente la disolución y la corrupción de su ser.


CAPITULO XVII

Sobre los cuerpos devorados de los muertos

26. Quizá alguno proponga esta cuestión. Si los animales dañinos hieren en castigo del pecado a los hombres que viven, o los ejercitan saludablemente en la virtud, o los prueban con utilidad, o les enseñan lo que no conocen, ¿por qué despedazan los cuerpos de los hombres muertos, a fin de alimentarse? Como si reportase algún bien para nuestro provecho el que esta carne exánime pase por ciertos cambios a los profundos secretos de la naturaleza, de donde salga de nuevo reformada por la admirable omnipotencia del Creador. Aunque esto suceda, haré a los prudentes una amonestación: que se entreguen de lleno al fiel Creador que gobierna todas las cosas pequeñas y grandes con oculto designio, para quien hasta los cabellos todos de nuestra cabeza están contados16; no sea que por el vano cuidado de sus cuerpos muertos rehúsen alguna clase de muere, cuando no deben dudar el tener preparado el vigor de su fortaleza cristiana para toda clase de muertes.


CAPITULO XVIII

Por qué fueron creados abrojos, espinas y árboles sin fruto

27. También suele proponerse la cuestión de por qué y cuándo fueron creados los abrojos, las espinas y ciertos árboles que no tienen fruto, siendo así que Dios dijo: produzca la tierra hierba de alimento que lleve semilla y árbol frutal que engendre fruto. Mas los que suscitan esta cuestión no entienden tal vez las formas usuales del derecho humano, por ejemplo, a qué se denomina usu-fruto. Cualquiera utilidad que preste una cosa a los que hacen uso de ella cae bajo el nombre de fruto. Contemplen, pues, ellos algunas de tantas utilidades, ya patentes ya ocultas, de todas las plantas que la tierra engendra y alimenta por medio de las raíces y se enteren de las otras por los sabios.

28. La respuesta sobre las espinas y abrojos puede ser más tajante, porque después del pecado se le dijo al hombre tocante a la tierra, te produzca espinas y abrojos. Sin embargo, no se ha de decir resolviendo de plano que entonces comenzaron a nacer de la tierra; porque quizá podían tener su puesto en la naturaleza, sin que fueran pena del hombre, ya que en estas mismas clases de semillas también se encuentran no pocas utilidades. Sin embargo, puede creerse que sirven al cúmulo de penas el que estas plantas nazcan en los campos en los que ya trabajaba bajo el influjo del castigo; pues podían haber nacido en otro lugar, o para alimento de las aves y animales o para otros usos de los mismos hombres. Tampoco se tuerce el sentido de estas palabras, cuando se entiende el dicho espinas y abrojos engendrará para ti17, de tal forma que la tierra produjera estas cosas anteriormente, mas no para trabajo del hombre, sino para alimento apropiado de cualquier clase de animales, pues los hay que se alimentan de modo conveniente y con agrado de esta clase de plantas ya tiernas o duras. Solamente entonces comenzó la tierra a producir estas plantas para el hombre como castigo penal, cuando después del pecado empezó a trabajar la tierra; no porque antes nacieran en otros lugares, y después en los campos que cultivaba el hombre para conseguir su alimento, sino que tanto antes del pecado como después, nacieron en los mismos lugares. Sin embargo, primeramente no se crearon para castigo del hombre, después, sí; como lo indica a ojos vistas aquello que se añadió, para ti; pues no se dijo germinará espinas y abrojos, sino germinará para ti, es decir, comenzarán a nacer desde ahora estas malezas para tu trabajo, las que antes solamente nacían para ser alimento de otros animales.


CAPÍTULO XIX

Por qué sólo en la creación del hombre se dijo «hagamos»

29. Y dijo Dios: Hagamos al hombre a imagen y semejanza nuestra, y domine los peces del mar y los volátiles del cielo y todos los animales, y toda la tierra, y todos los reputes que reptan sobre la tierra. E hizo Dios al hombre, y le hizo a imagen de Dios; varón y mujer los hizo. Y los bendijo Dios diciendo: creced y multiplicaos y llenad la tierra y dominadla, y tened el dominio de todos los peces del mar, y de los volátiles del cielo y de todos los animales y de toda la tierra y de todos los reptiles que reptan sobre la tierra. Y dijo Dios, he aquí que os di todo alimento que lleva semilla sembrando semilla, la que está sobre toda la tierra, y todo árbol que tiene en sí fruto de semilla seminal y será para vosotros alimento, y lodos los animales de la tierra y lodos los volátiles del cielo, y todo reptil que repta sobre la tierra, el cual tiene en sí espíritu de vida, y todo alimento verde para comida. Y fue hecho así. Y vio Dios todas las cosas que hizo, y he aquí que eran sobremanera buenas. Y fue hecha la tarde y fue hecha la mañana día sexto. Adelante tendremos ocasión en varias circunstancias de hablar más detenida y extensamente sobre la naturaleza del hombre. Ahora, sin embargo, para dar término a nuestra investigación y trabajo diremos brevemente y en primer lugar esto: que no debemos tomar indiferentemente lo que se dijo en las otras obras, dijo Dios, hágase y lo que se escribió aquí, dijo Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, es decir, aquí se escribe hagamos para insinuar, por decirlo así, la pluralidad de las personas referentes al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo; sin embargo, para que se entienda que en ellas también existe la unidad de Deidad, inmediatamente lo advierte diciendo: e hizo Dios al hombre a imagen de Dios; no como si el Padre lo hiciera a imagen del Hijo, o el Hijo a imagen del Padre, pues de otro modo si el hombre hubiera sido hecho a imagen sólo del Padre o sólo del Hijo, no se diría con verdad a imagen nuestra. Mas se dijo, hizo Dios al hombre a imagen de Dios; como si se dijera, le hizo a imagen suya. Pero cuando ahora se dice a imagen de Dios, lo mismo que cuando se dice anteriormente a imagen nuestra, significa que no obra esto aquella pluralidad de personas de modo que digamos, creamos o entendemos que existen muchos dioses, sino que se dijo a imagen nuestra para señalar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, que es la Trinidad; y se dijo a imagen de Dios para indicar que es un solo Dios.


CAPITULO XX

En qué fue hecho el hombre a imagen de Dios; y por qué no se dice, cuando se trata de su creación, «y así fue hecho»

30. Aquí tampoco debemos pasar en silencio lo que al decir a nuestra imagen se añadió inmediatamente: y tenga dominio sobre los peces del mar y los volátiles del cielo, y sobre los demás animales que carecen de razón. Se dijo esto para que entendiésemos que el hombre fue hecho a imagen de Dios en lo que aventaja a los animales irracionales, es decir, en cuanto a la razón, o la mente, o la inteligencia, o como queramos llamarla, si existe alguna otra palabra mis apta. De aquí que el Apóstol dice: renovaos en el espíritu de vuestra mente, y también: vestíos el hombre nuevo18, el que se renueva en el conocimiento de Dios, según la imagen de El, que la creó19. En esto manifiesta suficientemente en qué fue creado el hombre a imagen de Dios, es decir, que no fue en perfiles materiales, sino en cierta forma inteligible de mente iluminada.

31. Así como en la creación de la primera luz, si por aquella palabra luz se entiende con rectitud que fue hecha la luz intelectual participante de la eterna e inconmutable Sabiduría de Dios, no se dijo, y así fue hecha, ni se repitió después, e hizo Dios, porque, según ya hemos disertado cuanto estuvo a nuestro alcance, no tenía lugar conocimiento alguno del Verbo de Dios en la primera creatura, de tal modo que después de aquel conocimiento se creara en estado más inferior lo que en el Verbo se iba creando; sino que se creaba primero aquella luz, en la cual se efectuaba el conocimiento del Verbo y mediante el cual se creaba; y este conocimiento era para ella el convertirse de su informidad a Dios Formador, y ser creada y formada. Mas después en la creación de las restantes creaturas se dice, y así se hizo, en lo cual se evidencia que fueron hechas en aquella luz, es decir, en la intelectual creatura al conocerlas ella primeramente en el Verbo. Cuando se dice en adelante e hizo Dios (este o el otro ser) indica que se hace ya el género (visible) de la misma creatura, el cual en el Verbo de Dios se había dicho que se hiciera. Esto mismo se observa en la creación del hombre; porque dijo Dios, hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, etc. y después no se dice y así fue hecho, sino que a continuación añade, e hizo Dios al hombre a imagen de Dios; lo cual sucede porque la naturaleza de él es también intelectual, como la de aquella luz, y, por lo tanto, hacerle es lo mismo que conocer al Verbo de Dios por el cual fue hecho.

32. Si se dijera, y así fue hecho y después se añadiese e hizo Dios, se entendería como si primero hubiera sido creado en el conocimiento de la creatura racional y después en otra creatura que no fuese racional; pero como el hombre es creatura racional, también se hace perfecto por el mismo conocimiento. Así como después del pecado el hombre se renueva en el conocimiento de Dios, conforme a la imagen del que le creó, así fue creado en el conocimiento mismo antes de caer en el pecado, del que nuevamente se renovaría en el mismo conocimiento. De las cosas que no fueron creadas en aquel conocimiento, porque se creaban o como cuerpos o como almas irracionales, primero se hizo el conocimiento de ellas en la naturaleza intelectual partiendo del Verbo, por el cual se dijo que se crearan. Por ese conocimiento, primero se decía: y así fue hecho, a fin de manifestar que fue hecho el conocimiento en aquella naturaleza que podía antes conocer esto en el Verbo de Dios; y después se hacían aquellas mismas creaturas corporales e irracionales (en su naturaleza), y por esto de seguida se añadía, e hizo Dios.


CAPITULO XXI

Dificultad sobre la inmortalidad del hombre engendrada por el alimento que se le proporcionó

33. Difícil es de explicar cómo el hombre recibiendo para sustentarse, como los otros animales, hierba de alimento que lleva semilla y árbol frutal y hierba verde, fuese hecho inmortal. Porque si fue hecho mortal porel pecado, sin duda antes del pecado no necesitaba de tales alimentos, puesto que no podía destruirse aquel cuerpo por el hambre. Pues aunque aquello que se dijo: creced y multiplicaos y llenad la tierra, aparezca que no puede efectuarse a no ser por la unión carnal del varón y la mujer, en lo cual se trasluce un indicio de la mortalidad de los cuerpos; sin embargo, también puede decirse que pudo ejecutarse de oro modo en los cuerpos inmortales, de tal suerte que nacieran los hijos por solo un afecto de piadosa caridad, sin concupiscencia alguna de corrupción carnal, y sin que sucedieran los hijos a los padres muertos, ni muriesen, hasta tanto se llenase la tierra de hombres inmortales, y así con este modo de nacer quedara establecido el justo y santo pueblo, cual creemos ha de ser después de la resurrección. Puede ciertamente exponerse otra sentencia sobre el modo de nacer, pero sea cual fuere la forma de exponerla, nadie se atreverá a decir que los alimentos, con que se reparan las fuerzas, solamente son necesarios para los cuerpos mortales.


CAPITULO XXII

La creación del alma, según la opinión de algunos, está significada en aquellas palabras
«e hizo...» y la del cuerpo en éstas «y formó Dios...»

34. No pocos han opinado también que el hombre interior fue hecho ahora, y el cuerpo del hombre más tarde, cuando dice la Escritura, y formó Dios al hombre del limo de la tierra, de tal modo que lo que se dijo (fecit) hizo, pertenece a la creación del espíritu, y (finxit) formó, al cuerpo. Mas no advierten que varón y mujer no pudieron ser hechos sino en cuanto al cuerpo. Aunque se dispute con la mayor agudeza y se diga que la misma mente del hombre, por la que fue hecho a imagen de Dios, la que sin duda es cierta vida racional, se distribuye entre la verdad de la eterna contemplación y el gobierno de las cosas temporales, viniendo a ser de esta manera como el varón y la mujer, aconsejando una parte y obedeciendo la otra; sin embargo, en esta a su modo división no se dice con toda rectitud imagen de Dios, sino aquello que se une a la incomparable verdad para contemplarla. Pues aunque hablando figuradamente de esto el apóstol Pablo, dice sólo el varón es la imagen y la gloria de Dios, mas la mujer, añade, es la gloria del varón20; y, por lo tanto, esto se halla figurado externamente en los dos hombres de diverso sexo, en cuanto al cuerpo, lo que también se advierte en la mente del hombre interior que es una; sin embargo, la mujer, que es mujer solamente por el cuerpo, se renueva también ella misma (como el hombre), según la imagen del que la creó, por el conocimiento de Dios en el espíritu de su mente, donde no hay varón ni hembra. Así como no son excluidas las mujeres de este don de la renovación, ni de la reformación de la imagen de Dios, aunque otra cosa se halle figurada en el sexo corporal de ellas, por lo cual se dice que sólo el varón es la imagen y gloria de Dios, igualmente en aquella primera creación del hombre, y conforme a aquello por lo que la mujer era también hombre, ella misma fue hecha a imagen de Dios, pues tenía mente propia y del mismo modo racional. Más por la unidad de la unión entre el hombre y la mujer, se dijo solamente hizo Dios al hombre a imagen de Dios. Y para que nadie juzgue en adelante que sólo había hecho el espíritu del hombre, aunque sólo conforme al espíritu era creado a imagen de Dios, añade, e hizo al hombre varón y mujer a fin de que se entienda que entonces también fue hecho el cuerpo. Además, para que alguno no pensara que fue hecho el hombre de tal modo, que en uno solo se incluían ambos sexos, como algunas veces nacen los que se llaman andróginos o hermafroditas, hace notar que lo dijo en singular por causa de la unidad de unión, y porque la mujer fue hecha del varón como lo declara después cuando comienza a explicar más por extenso lo que brevemente aquí se dijo, y por eso de seguida añade el número plural diciendo, los hizo y los bendijo. Pero como ya hemos dicho, esto lo indagaremos más a fondo en los siguientes versillos de la Escritura cuando tratemos de la creación del hombre.


CAPITULO XXIII

Qué debe examinarse en el vers. 30 sobre lo que dice «y así fue hecho»

35. Ahora nos toca examinar lo que después de decir, y así fue hecho, se añadió inmediatamente, y vio Dios todas las cosas que hizo y helas aquí sobremanera buenas. En cuya primera frase se entiende estar incluido sólo el poder y facultad que se dio a la naturaleza humana de tomar, con el fin de sustentarse, el alimento del campo y los frutos de los árboles; puesto que lo que había incoado cuando dijo, y dijo Dios he aquí que os di a vosotros alimento seminal, etc., lo sella con la locución siguiente, y así se hizo. Si a todas las cosas que más arriba también están consignadas refiriéramos lo que dice, y así fue hecho, sería natural confesar que también ellos ya habían crecido y multiplicándose habían llenado toda la tierra en aquel día sexto; lo que atestigua la misma Escritura que sucedió después de muchos años. Por lo cual, como hubiera sido dada esta facultad de comer, y diciéndolo Dios, fuese conocida por el hombre, se dice, y así fue hecho. Ciertamente en estas palabras que dijo Dios, conoció el hombre tal potestad, porque si hubiera hecho también esto entonces, es decir, que tomando las cosas que le fueron dadas para alimentarse, comiese, se observaría aquella costumbre que sigue la Escritura en su narración, de modo que después que se dijo, y así fue hecho, lo que pertenece a la manifestación del conocimiento anterior, se añadiría también la operación misma, y se diría, «y tomaron el alimento y comieron». Podía, pues, haberse dicho así, aunque de nuevo Dios no lo dijera, como lo hace en aquel lugar después que dijo, congréguese el agua que está debajo del cielo en una reunión y aparezca la árida, donde se añade, y así fue hecho, y después no se dice, e hizo Dios, sino que se repite en esta forma, y fue congregada el agua en sus reuniones, etc.


CAPITULO XXIV

Por qué no se dijo en particular del hombre lo que se dijo de las otras creaturas «y vio Dios que era bueno»

36. Con razón puede preguntarse por qué no dijo también en particular acerca de la creatura humana como se dijo en la creación de las restantes, y vio Dios que era buena, sino que después de haber hecho al hombre y haberle dado el poder de dominar y de comer, añade comprendiendo a todas las creaturas, y vio Dios todas las cosas que hizo, y he aquí que son sobremanera buenas. No hay duda que pudo decir primero esto del hombre en particular, como lo dijo en particular de las otras cosas que en días anteriores habían sido hechas, e inmediatamente después añadir de todas las cosas que Dios hizo, he aquí que son en gran manera buenas. ¿O es que quizá (no lo dijo) porque en el sexto día fueron perfeccionadas todas ellas, y por eso hubo de decirse de todas a la vez, no en particular de las que en el mismo día fueron hechas, vio Dios todas las cosas que hizo y he aquí que son en gran manera buenas? Pero entonces ¿por qué se dijo esto de los animales, de las fieras y de los reptiles de la tierra, los cuales pertenecen al mismo día sexto?; a no ser que se diga que aquéllos merecieron ser llamados «buenos», primero en particular conforme a su especie, y después en general con los otros seres, y el hombre hecho a imagen de Dios, solamente, mereció ser llamado así, juntamente con todas las creaturas. ¿0 es que, como aún no era perfecto, puesto que todavía no estaba radicado en el paraíso, por eso aquí fue silenciado, dando a encender que se diría después que allí fuese establecido?

37. ¿Qué más diremos? ¿Acaso no quiso llamarle bueno en particular, sino (en general), con los restantes seres, como insinuando así lo que más tarde había de ser, pues Dios sabía que el hombre había de pecar y no había de permanecer en la perfección de su imagen? En verdad todas las cosas que fueron hechas, en lo que fueron hechas y conforme a lo quo recibieron, son estables, como lo atestiguan o las que no pecaron, o las que no pueden pecar, y por tanto son buenas cada una de por sí, y en conjunto son en gran manera buenas. No en balde, pues, se añadió «sobre-manera», porque si los miembros del cuerpo son hermosos considerados en particular, sin embargo en la trabazón del cuerpo todos jumos son mucho más hermosos. El ojo, por ejemplo, que es hermoso y excelente, sin embargo, si le viésemos separado del cuerpo, no le juzgaríamos tan bello como cuando le vemos en el cuerpo entre aquella trabazón de miembros colocado en su lugar. Aquellas cosas que pierden la hermosura peculiar al caer en el pecado, sin embargo de ningún modo se desordenan ellas mismas en su naturaleza, e impiden no ser buenas en conjunto con todas las del universo. El hombre, pues, antes del pecado, en su género, era ciertamente bueno, pero la Escritura no lo dijo, y más bien dijo lo que pronosticaba algo futuro. Ninguna cosa, pues, se dijo falazmente del hombre; porque él, en particular, es bueno, pero es mejor tomado en conjunto con los otros. Mas no se sigue que el que es bueno unido con los otros, también lo sea separadamente. Se dispuso que esto se dijera de tal modo que aquí fuese cierto lo que se decía y al mismo tiempo señalara el preconocimiento de lo futuro. Dios es el creador perfectísimo de las naturalezas, y el ordenador justísimo de los pecadores, de tal modo que si algunas cosas en particular se hacen disformes pecando, sin embargo siempre y aun con ellas será hermoso el universo. Mas ya es hora de comentar en otro volumen las cosas que nos restan.

Traducción: Lope Cilleruelo, OSA